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Había una pequeña pero hermosa casa hecha ruinas, justo al frente de un río con grandes rocas y aguas tan frías que amenazaban con congelarte vivo, tenia furiosos rápidos, que cuando estos disminuyen se forma un majestuoso sonido casi imperceptible, pero si escuchabas con atención parecía querer susurrarte, así como suenan los grandes árboles que hay a la orilla de esta corriente de agua, así suenan cuando los arrulla el viento, meciendo sus ramas de una lado a otro, en un elegante baile que sólo la misma naturaleza podía comprender en su totalidad, la cual era tan espesa que al otro lado no se podía ver que había más allá.
También había un lago, uno pequeño, tan poco profundo que, si me metiera en el, lo más probable es que no me llegara ni a las pantorrillas; con aguas un poco sucias que mas adelante me llevaría tiempo limpiar. Habían dos grandes troncos de madera simulando asientos a los extremos del lago, y en un extremo un poco alejado había una pequeña zona con un techo derruido y cuatro grandes columnas de madera, eran troncos sin procesar; de dos extremados colgaba una hamaca negra ya consumida por el tiempo que decía que alguien había disfrutado largas siestas mientras escuchaba aquella orquesta, hace mucho tiempo atrás.
La casa era muy, muy pequeña, de un solo piso y el techo en punta con un hueco en la parte de adelante, de madera, que en un lado de esta se podían ver unas escaleras, peligrosamente consumidas por el tiempo sin utilizarse; para subir a un pequeño balcón al aire libre, era lo único que tenia en la parte de arriba, como para poder echarte a ver los arboles y disfrutar. En la parte de abajo constaba con lo esencial: una diminuta habitación, un baño, un depósito y al parecer una sala de estar. No me atreví entrar, aquella casucha parecía querer venirse abajo si tan solo me osaba tocar la oxidada puerta azul. No me atreví.
Pero la próxima vez que vaya lo haré.
Y me atreveré a ver hacia el futuro.
Me imaginé a mi misma, con un poco de ayuda limpiando la casita, arreglando y reemplazando por cosas estables.
Me imaginé a mi misma con una pesada manta en el balcón del techo mientras leía un libro, o tomaba un refresco.
Me imaginé a mi misma haciendo una fogata en la noche, mientras escucho música y canto con mis acompañantes.
Me imaginé a mi misma meciéndome de un lado para otro en esa hamaca mientras la naturaleza me arrulla.
Me imaginé a mi misma disfrutando. Siendo feliz.
Me imaginé ese ancestral lugar lleno de preciosas pequeñas luces.
Me imaginé ese lugar lleno de emociones y conexión.
Me imaginé ese lugar siendo mi refugio, mi burbuja.
Me imaginé un hogar.
Me emocioné y no pude evitar ver hacía el futuro, dejando de lado preocupaciones e inseguridades.
Todo lo malo paso a segundo plano.
Y no pude evitar sonreír un poco y mirar hacia el cielo.
Esperando.
Todo por una casa, un lago y un río.

Los confines del universo y de mi mente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora