El regalo perfecto

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- ¿Puedes sujetármelo un momento? - Dijo un muchacho de cabellos anarajandos con una sonrisa en su rostro, mientras le ofrecía a su hermano lo que parecía ser Fanta de naranja.

- ¿Otra vez quieres que te enfríe la bebida? Esto ya no tiene gracia Álex. - Refunfuñó frustrado el rubio mientras sostenía el vaso. - ¿Por qué no le pones hielo como todo el mundo? - Preguntó de mala gana Jale, ofreciéndole bruscamente el refresco a su hermano. Éste lo recibió gustosamente, con una sonrisa maliciosa en el rostro.

- ¿Y que gracia tendría? - Respondió con un puchero a modo de burla. El mayor lo miró y no pudo evitar sonreír ante la mueca de su hermano.  Se llevaban poco más de un año de diferencia, pero estaban tan unidos que siempre hacían todo juntos.

- Ya puedes hacerme un buen regalo de cumpleaños. - El rubio le sacó la lengua y acto seguido posó su fría mano en el cuello del menor para fastidiarlo. Pronto sería 10 de febrero, un día que no le hacía especial gracia, puesto que se sentía más especial de lo normal. Eso para una persona que intenta pasar desapercibido cada día puede llegar a ser una completa molestia.

- Sabes que odio que hagas eso. - Le regañó molesto al mismo tiempo que pasaba su mano repetidas veces por su cuello en un intento por calentar la zona. Mientras intentaba pensar en el regalo perfecto que podría hacerle a su hermano. Jale siempre había querido poder tocar la nieve con sus propias manos, por lo que quizás, invertir todos sus ahorros en una pequeña excursión a la montaña habría merecido la pena. Solo quedaba hablar con sus amigos y ultimarlo todo.

- Cuánto revuelo por la mañana temprano. - La voz de una mujer de mediana edad inundó toda la cocina, a medida que iba recogiendo su cabello rubio en una larga coleta. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de sus dos hijos, les dio un beso en la mejilla a cada uno. - ¿Habéis desayunado? - Preguntó mientras metía dos rebanadas de pan en la tostadora y sacaba una botella de zumo de la nevera. Ésta tenía un acabado metalizado en color gris y en la puerta se encontraban varias fotos familiares sujetadas por imanes.

- Mamá... - Susurró avergonzado Álex, el sonrojo era tal que apenas podían distinguirse las pecas que adornaban su cabello pelirrojo. Finalmente, y tras confirmar que sus hijos aún no habían desayunado, o al menos Jale, ya que el menor aún sostenía el vaso de zumo en su mano, la mujer preparó el desayuno para todos. Tras unos minutos de risas, bromas y un par de atragantes, ambos hermanos procedieron a colocar los platos sucios en el fregadero. - Debemos irnos ya mamá. - Anunció Álex sonriente depositando un pequeño beso a su madre, acto seguido lo hizo Jale, enfriando suavemente la mejilla de la rubia. Al principio le había costado acostumbrarse a aquella sensación, pero con el paso del tiempo había logrado normalizar ese tipo de situaciones.

- Quizás debería haberme levantado antes, crecen tan rápido... - Susurró mientras bostezaba tranquilamente. Hacia escasos segundos que sus hijos se habían ido, dejándola completamente sola recogiendo aquel desastre. Su marido aún dormía plácidamente en la cama, después de trabajar toda la noche necesitaba descansar. Sin hacer demasiado ruido, comenzó a fregar cuidadosamente todo lo que habían manchado en el desayuno.

Ambos hermanos iban caminando en dirección al instituto comentando las asignaturas y la organización de clases que tenían durante la mañana. Álex estaba un curso por debajo de Jale, debido a su edad. El pelirrojo siempre había admirado lo inteligente que era su hermano y como destacaba en los estudios. Por su lado, el rubio envidiaba la capacidad de Álex para destacar en los deportes, sobre todo en las artes marciales. Una tierna sonrisa se dibujó en sus labios al recordar cuando su hermano le había dicho años atrás que quería ser todo un guerrero capaz de protegerlo.

Ambos eran la envidia del instituto, no solo poseían rasgo exóticos que los hacían especialmente atractivos, sino que además Jale era el mejor estudiante de su promoción y Álex era una estrella gracias a las artes marciales. Eran el duo perfecto, cerebro y músculo, admirados por ello. Sin embargo el rubio sufría de acoso, ya que nadie en su sano juicio consideraría meterse con alguien que ha logrado numerosas medallas por pelear contra otras personas. Este era uno de los secretos que Jale guardaba celosamente, no quería preocupar a nadie, y menos a su hermano. Sabía que este podría jugarse la expulsión y su reputación si llegaba a enterarse.

- Bueno otro día perdido, lleno de profesores amargados, cosas que no entiendo y exámenes que suspender. - Resopló Álex una vez se encontraban frente a la puerta del centro. El instituto estaba compuesto por un gran edificio recubierto de una gruesa capa del más duro cemento, para intentar contrarrestar la fea fachada del mismo habían decidido colar grandes ventanales en los que podías ver a los estudiantes sentados en cada una de las aulas. En general, más que un instituto, parecía una cárcel, en donde los alumnos iban a sufrir. O eso pensaba el pelirrojo. - Por lo menos no estaré solo en este repetitivo sufrimiento. - Rio sarcástico, mientras intentaba disimular las ganas que tenía de salir corriendo y alejarse de aquel lugar lo antes posible.

- Pero luego eres tú quien no aprueba. - Respondió una voz detrás de Álex provocando que éste se sobresaltase. Danny había sido su mejor amigo desde siempre. El joven de cabellos azabache y ojos azules había sido el primero y único que se había acercado para hablarle años atrás. Más tarde llegó Emma, ella era muy popular entre los chicos, sin embargo de una forma u otra todos habían sido rechazados por ella. Parecía ser que los únicos hombres que quería en su vida eran sus tres amigos.

- ¿Quién os aguanta? - Dijo Emma, regañando a ambos una vez que se había acercado. Acto seguido abrazó a Jale con tanta fuerza que por poco no lo asfixia. La mayoría intentaba evitar el contacto físico con él, pero para su mejor amiga esto era un asunto insignificante en su relación. - Pronto será tu cumpleaños. - Susurró cuidadosamente en el oído de su amigo, provocándole una tierna sonrisa en los labios.

Todos estaban conversando en la puerta del instituto, pues aunque habían bastante apresurados al salir de casa, habían llegado bastante pronto. El pelirrojo rezaba porque terminaran las clases incluso antes de que hubieran empezado.

- Creo que voy a ir al baño. - Comentó Jale mientras se rascaba la nuca, avergonzado. Prometiendo no tardar, sujetó el asa de su mochila con fuerza, ya que solo la tenía colgada de un hombro. Odiaba llevar la mochila como si fuera un crio y la sensación incómoda de tener que llevar los dos tirantes de aquel objeto provocaba. El baño no estaba muy lejos de donde se encontraba, por lo que tardó poco en llegar. Para su suerte se encontraba vacío, entró en uno de los cubículos y echó el cerrojo tras de si.

Era demasiado tímido como para mear en uno de los típicos meaderos que ponen para los hombres, donde todo el mundo puede verte absolutamente todo. Tras unos segundos de alivio haciendo sus necesidades, tiró de la cadena y procedió a lavarse las manos, cosa que pocos hacían. - Creo que no hemos intimado mucho últimamente. - Una grotesca voz hizo que se sobresaltara, una que conocía muy bien. Asustado miró a través del espejo confirmando sus mayores temores. Era el matón del instituto, el cual no dejaba de agredirlo a cada oportunidad que tenía, no sabía muy bien el motivo, él nunca le había hecho nada.  - ¿Sabes? Estaba esperando la oportunidad perfecta par volver a retomar lo que dejamos la última vez. - Acto seguido lo acorraló contra la pared y sintiéndose superior ante la indefensión del rubio, lo tomó del cuello.

- Suel... ta... me... - Rogó Jale por su vida, aunque la presión que estaba sintiendo sobre sus cuerdas vocales le impedía articular palabra, produciendo que su voz se entrecortara ante la falta de oxígeno. En un intento desesperado colocó ambas mano sobre las de su agresor, para poder liberarse del agarre, pero fue en vano ya que las fuerzas le fallaba.

- Vamos, tu homosexualidad tiene que estar disfrutando de esto, ¿o me equivoco? - Aquel tipo siempre estaba molestándolo a causa de la no tan incorrecta percepción de su orientación sexual. Y debido a la piel blanca que caracterizaba al rubio, le resultaba especialmente complicado ocultar los moretones y marcas que éste dejaba por todo su cuerpo como consecuencia de los golpes y agresiones que a diario sufría.  El pelirrojo lo había descubierta un par de veces y había amenazado al causante con partirle los brazos si volvía a usarlos, pero sabiendo que Jale intentaba ocultarlo a toda costa había continuado como si nada.

- No... puedo más... - Susurró agonizante el rubio, sentía como la vida se le escapaba a cada segundo que pasaba y poco a poco iba perdiendo la conciencia. No sabía si el cosquilleo que sentía en sus manos era a causa de la asfixia o había recibido milagrosamente poderes, pero al cabo de unos segundos la piel de su agresor comenzó a teñirse de morado. Finos rastro de escarcha adornaban las muñecas de aquel matón, lo que incitaba a pensar que el color morado se debía a una hipotermia que estaba sufriendo.

Academia de Héroes: Descongelando La Rebelión [Editando y terminando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora