CAPÍTULO XII

1.1K 135 35
                                    

Aún con una sensación pesada en su pecho e incesante, los días fueron pasando con total normalidad para Plan, quien se dedicaba a realizar las tareas mandadas por el CEO. Aquel joven, apuesto y determinado CEO con el que no solo compartía sentimientos, sino su cuerpo.

Desde el inicio de su relación, Plan pasaba cada vez menos por su casa, lo que había causado que algunas de sus propiedades, como algún que otro traje, o incluso la ropa interior, estuviesen en la casa del contrario.

Y no era para menos. Cuando ambos pisaban aquella mansión, no eran pocas las ocasiones en las que la pasión y el deseo se apoderaba de ellos. La cama, la cómoda, la ducha, la encimera de la cocina... Prácticamente no había lugar que ambos cuerpos, sudorosos y ardientes, no hubiesen explorado.

Pero después de aquellos encuentros, y posterior sueño, llegaba la resaca del día siguiente. Mean parecía completamente impasible, sin presentar ningún problema para desempeñar su trabajo; pero a Plan le dejaba secuelas tanto físicas como mentales.

No hace falta decir que para cuando salía el sol, el cuerpo del joven ayudante se sentía pesado y bastante dolorido, presentando además alguna que otra mordida por parte del jefe en lugares estratégicos y poco visibles. Pero además la imaginación de Plan era muy volátil, por lo que su mente no podía dejar de recrear todo lo vivido solo unas horas atrás.

Volviendo a la escena laboral, aquel día todos, sin saber la razón, se encontraban apelotonados en la segunda planta, esperando a que el jefe llegase.

Y así fue.

Mean realizó su aparición estelar en cuanto se abrieron las puertas del ascensor. Con paso firme, se adentró en el piso hasta situarse en el centro de aquella muchedumbre.

Aclarándose la garganta, se dispuso a hablar.

―Buenos días ―alzó la voz para acallar a algunas voces que todavía murmuraban―. Os he convocado aquí a primera hora para anunciaros que tanto como el equipo directivo como el de diseño partiremos mañana mismo hacia un viaje de empresa a Taiwán.

Aquella noticia pilló por sorpresa a todos por igual.

¿Tan pronto? murmuraban unos. Así no da tiempo ni a preparar la maleta murmuraban otros.

―Sí, sí. Tan pronto ―respondía a las preguntas lanzadas al aire―. Sé que la noticia os ha pillado desprevenidos, pero ha surgido en el último momento. Estaremos allí unos cuatro días ―anunció―. Estaremos de vuelta antes de que os déis cuenta.

Poco después, la muchedumbre se hubo disipado, ocupando cada uno sus respectivos puestos. Plan, sentado en su mesa, pudo observar como su jefe se acercaba a él.

―No te preocupes por nosotros ―le susurró―. Dormiremos en la misma habitación.

Sin saber cómo, el CEO había adivinado sus pensamientos, haciendo que un leve tono rojizo invadiese todo su rostro.

Soltando una carcajada, Mean se dirigió a su despacho. Pero tan pronto como cerró la puerta, Nao apareció a su lado.

―Hola, Plan.

―Hola ―respondió el joven, sin hacerle mucho caso.

―Bueno... ―como si quisiese decir algo, Nao empezó a titubear―, ¿lo del viaje de empresa no te parece... emocionante?

―¿Emocionante? ―Plan lo miró como si estuviese loco―. Es un viaje de empresa. No espero mucho, la verdad.

―Ya, pero de vez en cuando tendremos algo de tiempo libre. Ya sabes... para nosotros...

La historia del MeanPlan que no te quisieron contarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora