El amor es intangible y hacerlo también.

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— No pensé que terminaríamos un día aquí, viéndonos a los ojos, sentados en una cama y a punto de hacer el amor.
— Ni yo, debe ser una especie de sueño para cada uno.
— Eso es para mí, un sueño —dijo él echando su cabello a un lado de su cara para besar su frente— tenía años esperando que esto sucediera.

Levantándose ella, lo invito señalando sus propios ojos, a que él la observara mientras se desvestía frente de sí, lento, como si la noche no tuviera un final, como si cada uno no tuviera una vida aparte. Invitándolo a sumergirse en su cuerpo de mujer, a sentirse afortunado de tenerla allí, en ese momento, en esas circunstancias.
Él tenía una mirada ávida y profunda, estaba divagando entre sus curvas, ahogándose en su jadeo mientras la miraba desvestir tu tez morena. Era un enamorado de su cabello liso que llegaba a sus glúteos, un enamorado de su perfecta imperfección, de su aroma y su mirada.

— ¿Te gusta lo que ves? —preguntó ella un poco insegura y deteniendo un poco su acción.
— Estoy encantado en realidad, podría pasar la noche entera solo observando tú cuerpo desnudo sin hacerte el amor.
—¿En serio? —se sorprendió y se sintió un poco más segura y retiró su sostén.
— Sí, de seguro. Podría gozar de acariciar tu piel, de mirarte como poeta a la dueña de su musa, de besar lo que tú quieras que bese o de solo estar acostado a tu lado sin mirarte y disfrutando de tu silencio.

La inseguridad de ella era exasperante. Quizá ni siquiera recordaba su nombre en ese momento. Pero no quería estar en otro lugar que no fuera ahí y con él.
Pero sus ganas se habían apagado, justo cuando estaba sin nada de ropa frente a él.

— No tienes porque sentirte presionada —le dijo entendiendo la descripción de sus gestos, de su estado anímico— no tenemos que hacer nada.
— Hemos esperado años por esto, y justo hoy, teniendo la oportunidad de nuestras vidas, ¿terminará así?
— No necesitamos tener coito para hacer el amor. El que estés desvestida frente a mí, cuál tarde naranja desnudándose en el verano para el observador, ya es muestra de amor y eso es hacerme sentir, darme amor.

Ella inundada de debilidad, se acostó boca abajo al lado de él, así, desnuda. Tal vez no quería tener sexo suave o duro ese día, tal vez ni siquiera quería sentir que su sexo fuera bañado, fuera mojado por los labios de él. Pero ella quería estar así, desnuda. Más de espíritu y de emociones que físicamente. Sin embargo, quizá entendiendo la posición de su hombre y hasta sus deseos, cerrando sus ojos dijo:

— Puedes hacer conmigo lo que quieras. Soy toda tuya hoy mi amor.

El guardó silencio y sin afanes quitó toda su ropa.
Se acostó a su lado y dándole la vuelta para mirarla a los ojos, la observó por unos segundos y besó tiernamente su pecho, justo encima de sus senos y le respondió:

— Lo que tú sientas aquí, es más importante para mí, que lo que yo sienta aquí —dijo señalando su miembro— creo que estará perfecto si disfrutamos hoy de dormir juntos y de observarnos como si fuéramos dos niños conociendo uno el cuerpo del otro. Yo quiero que tú te sientas bien y así, me sentiré bien yo.

Él por segunda vez en la noche besó su frente y se acostó al lado de ella tomando su mano. Y ella en su corazón sintió que nunca le harían el amor de mejor manera.

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