XXII

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Los siguientes dos días fueron más o menos lo mismo, aunque Darren no se arriesgó a llevarme a ningún sitio público. Durante las noches cambiamos de ubicación una y otra vez y durante el día descansamos. Allí todos se lo tomaban con calma, Darren incluso se había dedicado un rato una de las noches para explicarme como desaparecer.

El segundo día me aburría tanto que descubrí la forma más óptima de llevar las espadas. Me crucé las cintas por delante del pecho y las colgué a mis espaldas. Hice pruebas en ambas posiciones, pero desde allí podía sacarlas mucho más rápido y hacerlo atacando desde arriba. El gesto, sin duda, me daría ventaja contra los vampiros.

También invertí un buen rato a observar la espada de Dominic. Era preciosa, cubierta de oro brillante, con exquisitas filigranas. Parecía nueva, pese a que Darren me dijo que cuando conoció a Dominic unos cincuenta años antes, ya la llevaba consigo.

—Le he visto arriesgar su vida de forma absurda por esa espada, así que no la pierdas —sugirió.

Y yo no pensaba hacerlo. Porque ahora Dominic me daba miedo. Estaba claro que, si quería, podía ser muy mortal.

También me había encarado a Darren por su causa. Fue durante esa misma mañana, horas atrás. Me fastidiaba que solo cambiásemos de casa y que no intentásemos rescatarle.

—¡Le matarán, tenemos que ir a por él! —le grité cabreada, haciendo que varios vampiros que estaban asegurando la casa nos mirasen.

Darren tiró de mi brazo hasta una habitación a la que le habían cubierto las ventanas usando el colchón y me miró con cierta fiereza. Cada una de sus miradas valían oro, porque solía clavar la vista a un lado siempre.

—Es absurdo, no vamos a arriesgar a nadie más. Dominic sabía lo que hacía y a lo que se arriesgaba y Zacarías no dejará que le maten... —Me pareció que no se lo creía del todo, pero yo volví a la carga.

—Conozco Nuskadia, podemos entrar y salir...

—Estamos preparando un ataque contra Werner. No vamos a apresurarnos.

—Quiero participar en ese ataque, no pienso quedarme atrás —le recordé.

Darren alzó las manos con indefensión y me dejó sola, aunque por su portazo, supe que no le había hecho muy feliz.

No le vi el resto del día, ni siquiera para llevarme la ración de su sangre que, por otro lado, no me estaba sirviendo de nada. No me había atrevido a salir bajo el sol para comprobar si funcionaba, pero no había tenido un solo recuerdo nuevo. Y Arkra también dejó de abrir puertas en mi cabeza. No estaba segura de si estaba enfadado conmigo por haberme unido a Dominic o si le pasaba algo. En cualquier caso, fue como si no estuviera ya.

Y volvía a sentirme algo desesperada y sola. Encerrada. ¡Maldita fuera! Al parecer, hiciera lo que hiciese, acababa atrapada. Y, pese a que apenas conocía a Dominic, hubiera deseado que estuviera allí. Me fiaba de él, de alguna forma, confiaba en el vampiro de ojos amarillos.

Así que, cuando Darren entró la tercera noche y me preguntó si de verdad quería ayudar con el rescate, no dudé.

Solo quedaba una noche para que acabase el plazo que Werner había dado para matar a Dominic y eso, si lo cumplía. Porque nada le impedía haber hecho el juicio ya para poder declararle traidor. ¿Por qué habría confiado Zacarías en su palabra?

¿Y por qué a Zacarías le importaba que matasen a Dominic después de pararle? Sinceramente estaba segura de que Dominic querría venganza si sobrevivía a aquello. Para Zacarías debía ser mejor que se lo quitasen de encima.

—Saldremos en media hora —me informó Darren, después de que yo aceptase ir con él donde fuera que íbamos.

—¿Dónde? —pregunté, pero ya se había largado.

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora