El final de un sufrimiento

74 9 3
                                    


En medio de una habitación oscura se encuentra un joven quién llora amargamente en silencio, su vida no ha sido sencilla desde pequeño, siempre rodeado de personas que le menosprecian y tratan de hacerlo sentir mal sin explicaciones lógicas.

—¿Por qué siquiera tuve que nacer?— unas palabras débiles salen de su boca mientras más lágrimas comienzan a mojar la almohada que abrazaba como si no existiese un mañana, sus huesos en la espalda se marcaban y su piel pálida le daban un aspecto enfermo. Hacía días que no comía, sin embargo, nadie sabía de eso, a ninguno de sus familiares en casa le interesaba.

—Acompañame, es hora de irnos Nath— la voz angelical de un joven resonó en sus oídos, rápidamente levantó la cabeza, sabía de quien se trataba, la persona que más amaba en el mundo, un simple pero complicado espíritu que le había estado visitando desde hace tres años —Dejame verte, tu cuerpo no resistirá mucho si no decides mejorar ahora así que deberías hacer algo ¡Vamos! ¡Demos un paseo!—

Nathan acostumbraba a dar pequeños recorridos por las tardes después de regresar de la escuela y por supuesto, aquel dulce espíritu era su acompañante. Aún no sabía nada de él pero el ya sabía todo sobre su vida y lo que había pasado, incluso pensó que eso fue lo que repercutió a que apareciera frente al pelinegro puesto que se sentía abandonado por todos, eso le conmovió y poco a poco comenzó a desarrollar sentimientos por él aunque con el enorme problema de no poder tocarlo, como toda historia de fantasmas, un espíritu no puede tocar a un ser vivo porque lo atraviesa, aunque también tenía miedo de ser odiado por sentir amor hacia otro de su mismo sexo.

____________

El pelinegro durante su niñez fue repentinamente abandonado junto a su madre y un par de hermanos en la pobreza por un padre drogadicto que estuvo a punto de matarlos, por suerte para su madre ella consiguió a alguien que la amara junto con sus hijos, solo que él era la excepción. Por ser más grande su padrastro lo acosaba sexualmente, en su inocencia no sabía lo que el degenerado hacía y así se mantuvo por un año.
Empezó a tener traumas que afectaron la relación de su madre y su padrastro hasta que le llamaron la atención.
—Si mi relación con él se acaba va a ser por tu culpa y te juro que me las vas a pagar— las palabras de su madre resonaron en su cabeza, el miedo lo empezó a corromper a tal grado de que ya no salía, no sabía como tener la atención tan amable y cariñosa que antes tenía de su antigua dulce madre hasta que decidió cometer faltas, el dinero desaparecía porque el se lo guardaba para sí mismo, quería por lo menos tener atención despreciable, comía exageradamente esperando una aprobación, su peso aumentó pero eso solo provocó mucho más desprecio de lo que pudo soportar y cuando fue descubierto hurtando los golpes en su cuerpo se hicieron notables. Los gritos del joven causados por la madre se oían tan desgarradores, las marcas en sus brazos por proteger su cuerpo se amorataron quemando su piel mientras el cinto resonaba en ella, las patadas que le dieron fueron un gran golpe emocional que le traumaron hasta su estado actual. Apenas tenía 9 años.
Por supuesto que aprendió después de todo ello, sin embargo, un año después su familia ahora sufría problemas de dinero y él intentó ayudar pero fue malinterpretado pensando que nuevamente había hurtado dinero así que se repitió la golpiza que le habían dado hace tiempo solo que ésta vez el no lloró.
Se dejó golpear, dejó que toda esa rabia acumulada en su madre fuera aliviada con golpes en su cuerpo, nuevas marcas acompañaron a las antiguas haciéndole abrir los ojos a todo el mundo que tenía frente a él, se dio cuenta que odiaba a todas las personas que estaban a su alrededor, pero también les guardaba cariño, sobre todo a sus hermanos quienes no tenían idea de todo lo que le hacían y por supuesto tampoco tenían la culpa de todo lo que pasó.

Sus calificaciones siempre fueron excelentes esperando aprobaciones de su familia, tenía una beca a su nombre que nunca tocó porque era usado por su madre y su padrastro para los gastos del hogar. Su alivio era máximo ya que gracias a sus errores pasados el acoso sexual cesó, para él todos los golpes recibidos eran un regalo porque gracias a eso un peso enorme desapareció. Fue en ese tiempo, a sus 12 años cuando el espíritu de cabellos dorados apareció repentinamente para hacerle compañía cada que podía.
Se presentó como Nuriel, un chico joven y demasiado hermoso que brillaba en tonos claros y dorados como si fuese una especie de ángel sin alas, sus cabellos rubios tapaban sus orejas y a menudo se recogía los mechones que caían sobre sus ojos. Sus pestañas también eran rubias y unos ojos verdes resaltaban cada que le miraba con aspecto curioso.

Sufrimiento | One-shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora