Me pongo la ropa mas vieja que tengo.

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Me pongo el buzo más viejo que tengo y abajo, mi remera favorita. Tomo un poco de jugo, no mucho porque si no después juego mal. Agarro la pelota y salgo de mi casa, pero primero me para mi mama y me dice lo de siempre...

- "Si la pelota se va a la calle cuidado, no vayas a buscarla sin mirar."
- "Cuando pase un auto, quédate quieto. La pelota se compra, la vida no."
- "Yo perdono, pero los autos, no. Después tengo que andar a las corridas."
- "Nenes, una pelota no vale nada, no crucen la calle si se les va."

Hoy somos 4 los que jugamos en la cancha a dos cuadras de mi casa. Tenemos que ser un número par para que los equipos tengan los mismos jugadores, si no es baile. Me saco el buzo para usarlo de palo y los chicos hacen lo mismo, algunos con el buzo, otros con un pantalón largo que llevan arriba del corto y ponemos piedritas y hojas en algunos lugares para ver donde se va. Santiago nos dice que lo dejan jugar hoy pero solamente si le prometemos que vamos a tener cuidado si la pelota se va a la calle. Creo que si sumamos las veces que nos dijeron lo de los autos a todos llegamos a un número más grande que los que Juan llega a contar. Él es el que sabe contar hasta más lejos de todos nosotros. Yo elijo jugar siempre con Juan porque es el que más la pasa, José y Santiago juegan en contra de nosotros, José es buen arquero pero después no juega nada. Santiago es el más malo, pero como sabe jugar y ser árbitro, termina siendo bueno.
Estamos jugando lo más bien hasta que pasa lo peor... La pelota se va a la calle. Todos nos miramos blancos del miedo, era cierto. Se está cumpliendo lo que tanto nos avisaron que iba a pasar, voy hasta el cordón y los chicos me miran petrificados, todos pensando de qué manera ese auto del diablo iba a rompernos la pelota.Nosotros, como estatuas, pensando que esos eran los últimos segundos con aire de esa pelo.

Pasa un auto, por suerte despacito y frena al ver que la pelota sigue lentamente el camino hacia él, queda abajo del auto y lo miré fijó.

Al ver a ese nene con esa carita de terror en la vereda como observando su peor pesadilla convertirse en realidad en cuestión de segundos, le hice señas de disculpas a los que venían tras de mí. Puse balizas y baje del auto. Me agaché e hice fuerza para sacar la pelota de donde se había quedado trabada, entre un fierro del auto y el asfalto. Cuando se soltó, la tomé y me volví hacia el nene, tenía una mirada que me resultó muy familiar, y una remera del mismo club que la que yo llevaba puesta siempre que iba a visitar a mi papa, como ese día. Le di la pelota,acaricié su cabeza y volví hacia el auto. Me dio risa notar que esa remera es la misma que está colgada en la casa de mis viejos, a dos cuadras de ese baldío, 20 años después.

Yo seguí mi camino, el siguió jugando, el sigue su camino y yo sigo jugando.

Me pongo la ropa mas vieja que tengo.Where stories live. Discover now