Capítulo 34

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Elena abría sus ojos ante los golpes en su puerta, cortos, suaves e insistentes.

—Adelante… —dijo con su voz aún adormilada y apenas tomando fuerzas para sentarse en la cama. Su cuerpo estaba débil, ansiaba  comer algo y beber, tenía tanta sed que parecía insaciable. Había bebido toda el agua que Aiden le había provisto y luego, con molestias aún en su estómago, había conseguido dormir.

Freya entornó la puerta y pudo ver en su rostro la sonrisa plena y sus ojos brillantes de felicidad.

—Por Dios del Cielo mi señora, no puedo expresarle la alegría que me da verla mejor, despierta y aquí con nosotros. Temíamos lo peor, y no imagina lo que el Señor ha sufrido… —Elena la seguía con la mirada mientras hablaba y acercaba una bandeja a su cama. Sus palabras la extrañaron y al mismo tiempo ansiaba saber qué había sucedido y cómo es que la habían encontrado. Dejó la bandeja a un costado, se aproximo aún más a ella y apretó sus manos. —Mi señora, estoy realmente emocionada, temíamos lo peor, llegó tan mal, tan débil…  si él no hubiera ido a buscarla, hoy no estaría aquí —expresó con sus ojos repletos de lágrimas y la voz entrecortada. Elena se soltó de su mano y estiro sus brazos para fundirse en un fuerte abrazo con ella, que sentía más que nunca su amiga, doncella y compañera.

—Freya…  no imaginas todo lo que he pasado, mis dolores, mis angustias, esa soledad y ese miedo terrible…  no tenía esperanzas ni ilusiones de nada…  solo deseé morirme, que Dios me permitiera dormir y no despertar. —ambas derramaron lágrimas de emoción y al mismo tiempo continuaron aferradas la una a la otra. —Parece increíble despertar en este lugar, con el cuerpo caliente, sábanas cálidas y tranquilidad…  es un regalo de Dios y me siento abrumada de tanto. No puedo entender la saña de esa mujer conmigo…  no puedo comprenderlo y me aterra por completo que pueda volver a suceder. —expresó apenas como un susurro cargado de terrores.

—No tema, el Señor no va a permitirlo, y créame que el se ha encargado de eso. —Elena la miro intrigada.

—No entiendo…  por favor explícate.

—Señora…  que pena con usted, pero aquí estábamos desesperados. El niño Oliver vino alterado porque no podía encontrarla, buscamos por todos lados, la tormenta amenazaba con dar su estocada y aquella noche no pudimos pegar un ojo de preocupación. Por la mañana Harry fue a buscar a su esposo a la mina, y al poco tiempo llegaba desesperado por usted, estaba irreconocible, mandó a todos a buscarla y él mismo con caballos y perros salió por en medio del bosque. Al poco tiempo volvió tan triste mi señora, tan desesperado por usted que juraría que la ama.

—Por  favor Freya…  no digas eso… —musitó incrédula.

—Mi señora…  tendría que haberlo visto…  es que hasta volvió a salir agotado,  sin dormir ni comer. De allí volvió en medio de la oscuridad, con usted en brazos y desesperado. Él mismo la coloco aquí y se encargo de bajar su fiebre, no se despegó ni un minuto de su lado ni dejó que nadie más le ayudara…  realmente es un hombre especial…  —Elena oía atónita e incrédula, la idea de que Aiden hubiera hecho por ella algo de todo eso que Freya enumeraba, estrujaba su corazón y al mismo tiempo aunque quisiera seguir tapando el sol con un dedo, la ilusionaba. —Pero señora…  debo decirle algo…  no vaya a enojarse conmigo, le aseguro que fue en un momento de desesperación por usted y cómo la trajo… 

—¿Qué cosa Fraya? Dime por favor…

—Mi señora, tuve que decirle al señor que su relación con Esme era terrible y que ella era capaz de hacerle todo esto…. El señor enloqueció…  y al día siguiente, oí que se incendio la casa del marqués. He tratado de buscar una explicación que justifique la coincidencia, pero me ha sido francamente imposible y podría jurar que fue él.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora