LXXXV. Reina De Cenizas

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Aquella tarde, Daenerys volvió a Dragonstone después de quemar por quinta vez las provisiones que algunas casas de El Dominio trataban de enviar a la capital. Los granos ardieron bajo el fuego de dragón, los sirvientes que arreaban los carromatos y cajones ardieron también.
Aún mucho después de que el fuego se extinguirá, cuando volaba a lomos de Drogon de regreso a su castillo, podía oír los gritos de esas personas. No era la primera vez que alguien perecía por el fuego de su dragón, probablemente muchas más personas morirían quemadas antes de terminar la guerra.

«¿Y cuándo será eso?» Pensó, con un nudo amargo en la garganta.

No le gustaba que parte de esa decisión estuviera en sus manos. Habían días en los que se encontraba soñando con una vida simple, sin Trono, ni guerra, ni Caminantes. Se veía al otro lado del Mar Estrecho, en la casa de puerta roja donde pasó los primeros años de su niñez. Quería ser eso, una niña. Una simple niña sin todo el peso que cargaba sobre sus estrechos hombros. Pero incluso en esas fantasías la acosaba el fantasma de Viserys y le recordaba lo que era: una asesina. No era una simple niña, y jamás lo sería. Era "mysah", era madre. Tenía que cuidar de los que había traído consigo desde Essos, además, debía buscar la forma de proteger a sus aliados en Westeros.
Estaba harta de ese sabor a derrota, había perdido a los Martell y a los Greyjoy en las costas de Blackwater. Solo Theon Greyjoy había vuelto a la isla, magullado y con una pierna quemada. A pesar de sus dolencias, aquel hombre quería buscar a su tío Euron para enfrentarse con él y recuperar a su hermana. Daenerys sabía que terminaría muerto, estaba demasiado débil para luchar y a duras penas se mantenía en pie.

La cabeza del príncipe Trystane Martell había llegado a Dorne en una bandeja de oro Lannister, según las historias de los pajarillos de Varys, antes de asesinarlo le habían fundido los ojos con cera caliente, y le habían arrancado la lengua por trozos.

De Lady Olenna Tyrell no se sabía nada, bien podía estar muerta, o tal vez era prisionera. Cuando los inmaculados tomaron Highgarden de los Tarly traidores, no la encontraron.

Y el Norte... El Norte era un asunto aparte. JON Snow la había llamado “su reina”, pero en cuanto ella pidió las espadas de sus soldados para enfrentarse a Cersei, él se negó y se marchó de regreso a Winterfell para enfrentarse a los Caminantes.

—Alguien tiene que velar por los vivos —había dicho el llamado Rey En El Norte antes de dejarla sola en la Bahía de Dragonstone.

Y tal vez tenía razón, tal vez toda esa lucha con Cersei era en vano. Si los muertos llegaban, destruirán todo lo conocido.

Al desmontar su dragón, se dirigió a sus aposentos. No para dormir, sabía que no podría hacerlo si seguía oyendo en su cabeza los gritos de los hombres que había matado ese día, y el día previo, y el día previo a ese. Temía estar volviéndose loca como su padre. Deshizo las trenzas que decoraban su cabello, los rizos casi blancos pronto cayeron hasta sus caderas. El espejo que adornaba la habitación le mostró la imagen de una mujer desgastada y sin rumbo.

—Perdone si la interrumpo, Alteza —ser Barristan Selmy le habló con voz paternal desde la puerta.

—No me interrumpe, Ser —suspiró la Reina.

El anciano se invitó a entrar. Hubo un instante en que sus ojos reflejaron temor. Daenerys supo que él también pensaba que ella podía estar enloqueciendo como Aerys II.

—Alteza... —dijo muy despacio— Le juré mi espada en Essos. Le juré mi lealtad y mi respeto eterno...

—¿Por qué presiento que vendrá un "pero"? —por la mueca de Ser Abuelo, supo que no se equivocaba.

—Lo que hace no tiene sentido, Alteza —dijo Ser Barristan— Quiere liberar a la gente de Kings Landing, pero los está matando de hambre.

—Yo no soy quien los mata de hambre —replicó— Es Cersei. Le di la oportunidad de rendirse, le ofrecí una tregua y ella mató a mis aliados.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora