-Una vez más.
Tigresa tenía una madera en sus manos y un cuchillo con el que tallarla, y al momento de hacerlo de nuevo, hizo un corte lo suficientemente fuerte que la rompió por la mitad.
-Vamos, otra vez. - una voz cascada y dura resonaba.
Del suelo tomó un nuevo pedazo de madera y tallo nuevamente, obteniendo el mismo resultado.
-¡¿QUÉ NO PUEDE HACER UN SÓLO CORTE SIN ROMPERLO?! - gritó el Maestro Shifu, cansado y harto de su error.
Los nervios afloraron en su cuerpo y la hacían temblar, no era la primera vez que él le arremetía, pero la frustración de no poder hacer lo que su maestro le ordenaba, y pensaba que sería tan sencillo pero no podía lograrlo por su fuerza fue suficiente para que se le hiciera un nudo en su garganta y sus ojos empezaran a lagrimear.
-Lo siento mucho, maestro... no volverá a ocurrir - dijo Tigresa. Shifu notó la frustración que recaía en sus palabras.
Tratando de calmarse y tratando de calmarla a ella, dijo - Inténtalo de nuevo, relaja tus manos y desliza el cuchillo suaavemente.
Resopló liberando la tensión y tomó otro pedazo, puso el cuchillo en posición y lo más suave que pudo empezó a deslizarlo lentamente por la madera. CRACK. No lo consiguió. Rompió el pedazo de madera y ambos se quedaron en un completo silencio.
-Ve a tu habitación. - ordenó Shifu decepcionado. La felina dejó las herramientas en el suelo, y chocó con fracaso sus puños en símbolo de respeto ante su maestro... no había nada más que hacer, no pudo hacer su tarea. Y salió corriendo a cuatro patas, directa a su habitación.
-¡Rodillas arriba! - refunfuñó.
-¡Sí, maestro Shifu! - fue lo último que dijo Tigresa antes de desaparecer del patio de entrenamientos. Pateó y golpeó el suelo, se regañó a sí misma cuando ya nadie la veía en el pasillo a su habitación; su respiración era agitada, sus manos temblaban y tenía un ardor en la garganta al igual cómo cuando alguien quiere llorar. Entró a su habitación, golpeó su almohada y empezó a llorar ahí. Ella lloró de coraje durante un largo rato, el llanto de su orgullo no podía ser calmado.
𝐇𝐎𝐆𝐀𝐑 𝐃𝐄 𝐏𝐎
Con torpeza y descuido, Po ayudaba a su padre a cocinar las ordenes del día de la cocina. El señor Ping cortaba, freía y batía de un lado a otro mientras añadía todo éso a los lugares en donde iba, por su lado, su hijo entraba y salía de la cocina con platos, desechos y órdenes.
-Papá, estoy muy cansado. - se quejó de tanto tiempo estar todo el día parado.
-Lo siento, hijo. Pero en horarios cómo éstos no existe ésa palabra. - dijo mientras hacía mil cosas con ambas alas. -Por cierto, pásame una de ésas ollas de metal para hacer más arroz hervido.
Po se acercó a la alacena para tomar una olla de metal, se estiró todo lo que pudo pero aún no era lo suficientemente alto cómo para alcanzarla, así que en un esfuerzo monumental pudo agarrarla, dio unos pasos atrás pero sus sentidos se invirtieron. Pisó su figura de acción de Tigresa pequeñita y cayó de espaldas golpeando al Sr. Ping y éste, como en acción en cadena, aventó un plato de fideos hirviendo en la cara de un cliente gorila.
Los ojos del ganso saltaron de par en par y una mirada de terror se dibujó en toda su cara. -Discúlpeme, por favor, fue un accidente.
El cliente sólo veía con una mirada ardiente al ganso, tenía unas ganas de estrangular su pescuezo hasta que pudiera hacerse un collar con el, pero sólo golpeó un tazón de dumplings que estaba en el mostrador dejando un completo desastre, yéndose fúrico del restaurante. Una bola de pelo blanca y negra se acercó temeroso a su padre.
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Kung Fu Panda: El día que tu madre y yo nos enamoramos (Parte I)
Fanfiction¿Alguna vez quisiste ser algo más de lo que estás destinado a ser? En ésta historia Po y Tigresa se conocen desde que son niños, pero las circunstancias les obliga a separarse durante 20 años. Un secreto familiar, un destino que les hace reencontrar...