Capitulo. 12

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— ¿Acaso les comió la lengua el gato? — Gritó amenazándoles con el arma.

No podía creerme lo que estaba sucediendo, mis piernas temblaban como un par de ramitas a punto de romperse, sentía a Charly aferrarse con todas sus fuerzas a la tela de mí destrozado vestido mientras lloriqueaba desesperado, pero yo tan solo podía prestar atención a los movimientos de aquel hombre. Era imponente, como si estuviésemos ante un oso enfurecido. Sus ojos me buscaron por un segundo causándome un nudo en el pecho que me impedía respirar, instintivamente llevé una de mis manos a mi espalda aferrando a mi hermano en el afán de protegerlo. Andrew Stephen se acercó entonces aun a lomos de su caballo a los bandidos que le observaban con cautela; eran más, por supuesto, pero él tenía un arma que podría arrebatarles la vida antes de que siquiera le alcanzasen con sus puños.

— ¡Lárguense ahora mismo! — Vociferó apuntándoles con el arma. ¿Era capaz de cometer un asesinato? — Ustedes saben quién soy ¿¡Realmente quieren problemas conmigo!?

El terror no me permitía pensar en algo más que proteger a Charly, pero entonces las palabras de aquel horrible hombre volvieron a mi mente y ya no pude apartar mis ojos del señor Brown, que yacía sobre el suelo inconsciente debido a la paliza recibida. Todo lo sucedido encajó en mi mente como en un acertijo. "El señor Stephen les manda saludos." Era una advertencia... Una para el señor Brown y nosotros nos habíamos visto involucrados, éramos testigos de lo sucedido... ¿Por qué aquel hombre ordenaría algo así y vendría a salvarnos? ¿Estaba loco? ¿O acaso se arrepentía?

Pero de pronto el relinchar de un nuevo caballo atrajo mi atención, a lomos del corcel blanco esperaba paciente un hombre mayor y de aspecto serio. Le vi sacar un arma similar a la de Andrew y apuntar a los bandidos sin siquiera alterar su expresión, su cabello canoso permanecía perfectamente peinado y su ropa tan pulcra como si hubiese llegado en un carruaje lujoso en lugar de un caballo. Con el respaldo del anciano, el señor Stephen pareció recobrar el valor perdido ante la negativa de los bandidos a marcharse.

— Naomi. — Jamás esperé escuchar mi nombre, pero él centró toda su atención en mí. — Sube al caballo.

Su orden me dejó totalmente confundida, de un salto le vi bajar de su propio corcel ofreciéndomelo. Charly temblaba a mis espaldas, el caballo era una oportunidad para sacarnos de allí; así que aun temblando tomé la mano de mi hermano y le hice correr hasta el animal. El anciano respaldaba a Andrew con una tranquilidad pasmante para estar sosteniendo una pistola, sin demora el muchacho se acercó al caballo del señor Brown y le desató de la carreta. No entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero si algo sabía es que no me quedaría allí ni un minuto más.

Consumida por los nervios, ayudé a Charly a subir mientras observaba detenidamente los movimientos de ambos hombres. La situación era sumamente tensa y no permitiría que nos involucraran en ello. Andrew se acercó entonces al señor Brown, quien apenas se movía.

— Ni se te ocurra. — Amenazó de pronto el anciano a uno de los bandidos antes de que siquiera pudiese notar algún movimiento de su parte.

Andrew se cargó al señor Brown en los hombros y lo llevó hasta el caballo. Charly me extendió entonces su mano y supe que no podía perder de vista el inminente peligro a causa de mis necias dudas. Confundida subí al caballo junto a Charly, pero en cuanto estuve a punto de volver a buscarle con la mirada, un nuevo estruendo paralizó mi corazón. Los caballos se removieron temerosos al tiempo en que alcancé a cubrir el rostro de mi pequeño hermano en el intento de evitar que sus ojitos dieran con aquel bandido que yacía sobre el suelo. Jamás sabría si fue cuestión de un arrebato, una medida de precaución que salió mal o lo había hecho apropósito, pero el anciano no dudó en atravesar la pierna de uno de esos hombres cuando este intentó golpear a un desprevenido Andrew que se ocupaba de subir al señor Brown a su caballo... La sangre se esparció sobre el suelo entre gritos de dolor que me causaron escalofríos, en cuestión de un parpadeo había presenciado un posible intento de asesinato, mi piel ser erizó de una forma espantosa y todos mis miedos se acumularon en un solo grito ahogado.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora