Una tarde de mayo dos almas se hallaban caminando entre sí, enlazadas en un camino de sangre sediento de lujuria y pasión. Compláceme, se susurraban ambas almas lo que pedían a gritos.
Se podía sentir el calor que desprendía su sexo al latir de desesperación por la unión en un solo cuerpo. Tan solo eramos tú y yo en una puta biblioteca leyendo un libro, pero, qué buen libro, qué manera de pasar las páginas salivando cada dedo al compás.
Estabamos rodeados de personas siesas y de un silencio abrumador, capaz de ralentizar cada maldito segundo que te contemplaba.
Era imposible no mirarte con deseo cuando en cada jodida estantería veía mi cuerpo encima del tuyo contra cada libro que se te daba tan bien leer.
Solías hablar sobre cuál era la fórmula para escoger un buen libro, siempre era oliendo la antigüedad que desprendía y el tacto áspero lícito de los mismos. Ojalá tuvieras ese talento conmigo para poder descifrarme con tus sentidos, con ello descubrirías que vago solitaria intentando desnudarte los miedos que cubren tu piel.
Quizás hayan cuerpos más fáciles pero no me sirve de nada abrirme a los demás, cuando en tu cuerpo he encontrado todas mis constelaciones.Si pudiera hacerte venir sería escribiéndote, exitándote con cada palabra que compone el verbo amar(te).
Ojalá tú y yo, así, nosotros, quizás, en otra vida, con otro libro, con páginas por leer.