➻ veinticuatro

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—Así que eras un tipo importante —bromeó ella.

—Eso es.

—Pero no te gustaba.

—Tan poco como a Emilia este pueblo, o quizás aún menos. Tampoco me gustaba el resto de la vida allí. Odiaba el tráfico, el ruido, la gente corriendo de un lado a otro, todo eso. Yo también estaba comenzando a estresarme.

—Pero tu prometida era feliz, ¿No?

Él se quedó callado un instante, como si estuviera sopesando sus palabras.

—No estaba tan contenta como yo esperaba. Le gustaba estar allí, de vuelta a su vida laboral de éxito. Y, en cierto modo, también contenta conmigo. Yo creía que me quería. Pero no le gustaba que trabajara en la industria del servicio de comidas, tal y como ella lo llamaba.

—Pero estabas a cargo de un club de moda, no de un restaurante como antes.

—Aun así, era un bar. Y, aunque le gustaba salir fuera a comer y beber, no le gustaba estar conectada con la gente que trabajaba en esos sitios.

—¡Ya! —exclamó Luna cortándose para no decir lo que pensaba sobre Emilia —. ¿Y qué quería que hicieras?

—Cualquier cosa con tal de que fuera un trabajo de nueve a cinco de la tarde y llevara traje y corbata.

—Así que, ¿Quería que renunciaras a tu vida aquí, ir a Los Ángeles y cambiar también de profesión?

—Eso es. Pero ella no quería vivir aquí y ser directora de sucursal. Yo tampoco quería vivir en Los Ángeles y ser un... No sé, lo que fuera. Así que... —concluyó él bajando la vista.

Ella no dijo nada, se imaginó que había sido muy difícil para él tomar las decisiones que había tomado, así que le dio un tiempo para recuperarse.

—Simplemente tuvimos que admitir que no podíamos tener un futuro juntos —dijo después de un momento mirándola de nuevo a la cara—. Queríamos cosas distintas, vidas distintas. Así que me dijo adiós y yo me vine para casa.

Al ver a Matteo y lo que le costaba contarle la historia, se imaginó lo duro que habría sido para él vivirla.

—Lo siento —le dijo con suavidad.

—Yo también lo sentí mucho.

—¿Sentiste? ¿En pasado?

Él asintió con la cabeza.

—Aprendí de esta experiencia lo que creí que tenía que aprender y simplemente di las gracias por no estar más metido en ello antes de darme cuenta.

—¿Qué aprendiste de todo esto?

—Aprendí a tener en consideración otras cosas cuando conozco a alguien que me gusta.

—¿Por ejemplo?

—Bueno, el sitio es importante para mí. Nunca quise vivir fuera de Northbridge, pero después de pasar una temporada en Los Ángeles lo tuve aún mucho más claro. Y tampoco quiero estar con nadie que se avergüence de lo que hago para ganarme la vida.

—Eso es lo que no quieres, pero qué pasa con lo que quieres.

—Supongo que busco a alguien bastante tradicional. Alguien que quiera establecerse en un sitio, casarse y permanecer así durante toda la vida. Alguien con quien tener hijos, nietos y biznietos. Alguien que disfrute con las cosas pequeñas y simples...

—Y todo eso dentro de Northbridge, ¿Verdad?

—Todo en Northbridge. Supongo que debes de pensar que sólo soy un rústico, ¿No?

La verdad era que todo lo que había dicho le sonaba muy bien y le atraía más de lo que debería, pero eso no podía confesárselo.

—Estaba pensando que tienes suerte, porque sabes lo que quieres y lo que no quieres —le dijo ella.

—¿Por qué? ¿Es que tú no sabes lo que quieres y lo que no quieres?

Luna se rió con un poco de tristeza.

—A veces creo que sí y después me doy cuenta de que no. Entonces... —explicó ella encogiéndose de hombros—. Entonces las cosas se echan a perder.

—¿Qué? —preguntó él riendo.

—¡Exacto! Es confuso, ¿Verdad? Pero esta noche es ya demasiado tarde para intentar entenderlo —le comentó ella.

—¡Eso no es justo! Yo acabo de contarte mi historia y ahora tú me vas a dejar así, ¿Sin decirme nada más?

Luna sonrió con cara de mala.

—Así es.

Matteo rió y de repente pareció evaporarse toda la tensión que había estado sufriendo durante los últimos minutos.

—¿Lo ves? De esto te estoy hablando... Las chicas de ciudad me volven loco.

—Entonces hablaré con Yamila para decirle que estás preparado para ella —le provocó ella.

Él rió con ganas.

—¡Eres muy mala! —dijo él mientras le agarraba por detrás el cuello como para obligarla a portarse bien.

Pero las mismas risas que habían disipado toda la tensión que había en el ambiente se convirtieron en algo más en cuanto su mano entró en contacto con la piel de Luna. Y lo que en principio había sido una amistosa y fraternal palmada en el cuello se convirtió en tierna caricia, mientras se quedaba perdido en sus ojos, como si intentara leer algo en su interior.

—Sí —dijo en poco más que un susurro sugerente—. Las chicas de ciudad me vuelven loco, no tengo ninguna duda...

Usando la misma mano que acariciaba su cuello, Matteo la atrajo hacia sí, besándola de nuevo. En principio, fue un beso parecido al de la noche anterior, hasta que él separó sus labios y esperó pacientemente a que ella hiciera lo mismo. Entonces introdujo su lengua en la boca de Luna y utilizó los brazos para atraerla aún más cerca de él. Las manos de Matteo sobre su espalda despertaron todo un mundo de sensaciones en su interior.

A pesar de que, cuando pensaba en las relaciones, no sabía lo que quería y él sí. A pesar de que ella no era lo que él buscaba, allí estaba. En ese momento no importaba nada, sólo lo que estaba viviendo. Estaba completamente perdida en el beso, que despertó todos sus sentidos. Era un beso que estaba consiguiendo que se derritiera. Luna siguió el camino abierto por Matteo, jugando también con su lengua, acariciando sus labios. Elevó sus manos hasta el torso de Matteo, dejando que sus palmas recorrieran cada músculo, cada pectoral. Podía sentir una energía casi eléctrica entre ellos.

El deseo se acrecentó en su interior y sus pezones se endurecieron por el cúmulo de sensaciones. Deseaba sentir las manos de Matteo por todo su cuerpo, no sólo en la espalda, y su boca y lengua también en otros sitios.

Para entonces, ambas bocas estaban completamente abiertas y las lenguas exploraban con hambre al otro, con un apetito que resonaba por todo su cuerpo y que cada vez era más difícil de ignorar. Pero justo entonces, cuando ella estaba pensando en dejarse llevar por sus deseos, se acordó de lo que habían estado hablando. Recordó que él le había confesado lo que quería y con cuánta vehemencia lo quería. No pudo evitar pensar en que él no tenía ninguna duda.

Ese tipo de certeza fue lo que le hizo detenerse, un tipo de certeza que contrastaba con su historial. Su vida había sido completamente diferente.

Regalo De Bodas › Lutteo {Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora