Capítulo veintiocho

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–Eso dolió –me quejé y retiré una de mis manos de su cuello para sobar mi mentón.

–Es un castigo –se acercó hasta mi oreja y susurró–, se supone que debe doler, bambi.

–Que tonterías dices...

Ignorando mis palabras atrapó el lóbulo de mi oreja entre sus dientes y mordió levemente en primer lugar, pero apretó más sus dientes hasta que me sacó un quejido de dolor, pero yo no quería quitármelo de encima, entonces aflojó la mordida y sentí su lengua húmeda lamer para luego besar por un par de segundos. Sin apartar sus labios de mi piel viajó hasta mi cuello bañándome con la calidez de su aliento provocando que mi piel se erizara y mi cuerpo completo se estremeciera, su lengua tocó mi piel brevemente y sus labios succionaron una porción de piel para poder atraparla entre sus dientes y mordió una vez más.

Estrujé un poco de la piel de su cuello clavando mis uñas, mi piel fue liberada de sus dientes y sentí su cuerpo temblar previamente a que cayera sobre mí por completo.

–Mierda... –gruñó con su rostro pegado a mi cuello.

–Lo siento... ¿te dolió?

–No... –gruñó y se incorporó en su único brazo libre apartando su cuerpo del mío, pero no por completo–. No me quejo por eso.

–¿Entonces?

–Me gustó eso –sonrió socarrón–. Estoy bien con un poco de rasguños bambi. Lo que es una mierda, es no poder sostenerme en mis dos brazos.

Suspiró con lo que parecía impotencia y me miró fijamente por unos pocos segundos para luego echarse hacia un lado quedando acostado boca arriba en la cama y miró fijamente al techo.

–Quiero sacarme esta maldita cosa ya –puso su mano sana sobre el brazo vendado.

Me senté para mirarlo mejor y noté que no llevaba puesto su cabestrillo.

–Se lo que vas a preguntar; "¿Por qué no llevas puesto el cabestrillo?" –imitó una voz aguda y nada parecida a la mía.

–Sí, lo iba a preguntar.

–Odio esa cosa, me sofoca, me da comezón. ¿Cómo se supone que duerma bien con esa cosa que parece una camisa de fuerza?

–Exageras –reí y estiré mi mano hasta mis muletas dispuesta a levantarme.

–Súbete sobre mí.

–¿Qué? –retiré mi mano de las muletas y regresé mi mira hacia él.

–No lo vamos a hacer porque como ya viste; ahora mismo soy un inútil, pero quiero sentir tu cuerpo sobre mí y tocarte...

Sin siquiera pensarlo un segundo ya estaba a gatas acercándome a él.

–...besarte... –continuó diciendo él mientras me veía acomodarme a horcajadas–, morderte... –su mano se adentró por mi blusa para tocar mi cintura y susurró–. Estas fría.

–Es porque me duché muy temprano y no había agua caliente –deslicé mis manos por su pecho acariciándolo mientras mecía sutilmente mi cadera frotándome sobre él.

–El verano está llegando... –él levantaba levemente su cabeza para mirar mis manos recorriendo su torso–, los muchachos habrán desconectado la calefacción.

–Pero aún no es verano –puse mis manos lado a lado de su cabeza y bajé mi rostro hasta quedar a centímetros del suyo–, aun hace frío en la madrugada.

–Entonces puedes venir y meterte en mi cama –sonrió levemente pícaro y apretó sus dedos en mi cintura jalando hacia abajo como si deseara pegarme a un más contra su cuerpo–. Te daré calor –gimió levemente disfrutando de la fricción de mis movimientos lentos.

RUDEWhere stories live. Discover now