Estoy aburrida. Volteo a ver por la venta y miro como los arboles danzan al compás de las ráfagas del viento, como siempre, el tedio es palpable en el día a día. Regreso mi curiosidad al interior del salón de clases: está vacío. Todos los alumnos se encuentran en sus respectivos asientos, pero sus mentes divagantes han olvidado el significado de la palabra "atención". Son pocos los que realmente escuchan a la maestra, quien se esfuerza por hacer que asimilemos la mayor cantidad de información posible. Casualmente, no lograba seguir el curso de la clase, mis pensamientos estaban muy ajenos a lo que se exponía en la pizarra, sólo quería escaparme de la absurda y efímera realidad. Me sofocaba el ritmo y desarrollo del día, la actitud nefasta de mis compañeros que cinicamente sacan sus celulares y hablan en medio de la clase, así como la actitud nerviosa de la maestra que se niega a ponerles un alto. Bien podría jugar al papel de la justiciera que ayuda al desvalido, pero ni yo misma me entendía en esta ocasión. Sería poco congruente levantar la voz cuando ni yo misma puedo mantenerme en orden...
Resignada, volteo de nuevo hacia el exterior y observo como una sombra se asoma del costado de una jardinera. ¿Quién será? Observo a un joven alto de cabello negro como respuesta a mi incógnita. Lo miro con atención analizando su desinteresada manera de vestir y caminar, lleva unos jeans azules y una camisa blanca arremangada hasta los codos. No recuerdo haberlo visto antes en la facultad. Mientras más me pierdo en mis pensamientos, él voltea a verme y por un efímero instante siento como todo desaparece a mi alrededor: sólo estamos él y yo. Su rostro luce apacible, amable y tranquilo como el de un ángel, pero en sus ojos grises se reflejaba el recuerdo de un desdichado que ha perdido algo muy valioso para él, justo como los demonios a quienes se les ha prohibido la entrada al cielo; a pesar de su grisáceo color, dentro de sus ojos puedes descubrir una oscuridad que te invita a ser absorbido por ella. Me encuentro hipnotizada por ellos, mi corazón late más fuerza, siento una fuerte presión en mi pecho, mis manos y piernas dejan de reaccionar a mí... En un acto reflejo, cierro los ojos consternada, mi respiración esta agitada y me invade un profundo temor al dolor.
Atónita, volteó a ver a la maestra, quien no se ha dado cuenta de mi condición. Una tenue capa de sudor se forma en mi frente, concluyendo con un escalofrío que traspasa mi espalda y eriza toda mi piel. No soy capaz de volver mi mirada a la ventana. Surge en mí una extraña sensación, la cual no logro entender ni definir. Aparecen en mi mente esos ojos suyos, grises y tenebrosos, tan vacíos de cualquier sentido de vida, ansiosos de encontrar la luz. Me embarga una sensación de melancolía, ¿qué revive ese punzante dolor en mi pecho?
Regreso mi mirada a aquella jardinera. Todo rastro de él ha desaparecido. ¿A caso fue producto de mi imaginación? Atónita, regreso a la realidad y me convenzo a mí misma de que todo fue sólo una vana ilusión de mi ya alterada cabeza. Lo mejor será olvidar todo, pero, ¿por qué mi cuerpo lo sigue recordando? El dolor de mi pecho es testigo de ello y una extraña ansiedad no deja de atacarme. Tomo mi lapicero y empiezo a dibujar en mi cuaderno. Una parte de mí se niega a dejar todo en el olvido. ¿Será la cara de ángel o los ojos de demonio los que me han dejado aturdida? Suelto un suspiro. No tiene sentido seguir pensando en cosas como esas, al fin de cuentas todo terminará como este día de clases. El profesor finaliza su clase y todos los alumnos toman sus mochilas para salir del salón, poco a poco los pasillos de la escuela comienzan a llenarse de ruidosos alumnos. En un último intento busco el rostro de esa persona...no sirve de nada, sigue sin presentarse. Me siento un poco avergonzada de aferrarme a un producto de mi imaginación.
-¿Estas lista?- pregunta Sara, quien logra romper el hilo de mis pensamientos.
-¡Ah, no! Perdona.- volteo sorprendida y me encuentro con un par de ojos cafés que se asoman a la ventana, tan curiosa como siempre. Sonrío y comienzo a recoger mis cosas.
-¿A quién buscabas?- retoma Sara con sorpresa.
- A nadie... sólo un fantasma, quizás.- respondo con un dije de desilusión que a mí misma logra sorprenderme.
- ¿Debo empezar a buscar algún exorcista en la ciudad o algo por el estilo?- contraataca burlonamente, lo cual me hace reír.
- Puede ser...o llevarme a un hospital psiquiátrico. Cualquiera de las dos opciones es buena.- respondo sarcástica. Ambas reímos, pero después Sara se detiene a obsevarme detenidamente.
-¿Está todo bien?- pregunta con un ligero matiz de preocupación.
- No te preocupes, no es nada.- digo mientras acaricio su cabeza y ella me mira con más curiosidad, las manifestaciones afectivas no eran algo muy propio de mí, pero con ella me era fácil el ser más tierna, me sentía protegida por ella y me hacía sentir segura. Agarro mi mochila y nos ponemos en marcha hacia la salida, no soporto estar por más tiempo en esta guardería llamada universidad.
-Oye...- me detengo al salir del edificio de la facultad de humanidades, aún me quedaba un pendiente por hacer- ¿Me puedes esperar en rectoría? Recordé que tengo que pasar primero a entregar algo a la facultad de medicina...- digo un poco insegura esperando la reacción de Sara. Ella se limita a fruncir el ceño y suelta un suspiro. Ella sabía a la perfección qué era lo que tenía que hacer.
-Está bien, pero no te tardes.- responde con severidad, era evidente su disgusto.
Doy la espalda a Sara y me dirijo al camino que me lleva directamente a la facultad de medicina, el cual está menos concurrido que los otros caminos, ya que sus estudiantes se quedaban hasta más tarde estudiando y haciendo sus practicas. Miro a la copa de los arboles mientras camino tratando de asimilar y superar ese sentimiento de angustia que aún permanecía en mí. Torpemente tropiezo con alguien y me hace perder el equilibrio, afortunadamente unos brazos me sostienen antes de que caiga al suelo.
-Lo siento mucho...- digo avergonzada mientras levanto la vista y quedo perpleja al verme en los brazos del chico misterioso, nuevamente me veo atrapada por esa mirada melancólica. Él se ve igual de sorprendido que yo.
-No hay problema.- dice tranquilamente con una pequeña sonrisa y con una voz tan masculina que no puedo evitar sonrojarme, a lo cual respondo con una sonrisa tímida.
Sus brazos me sueltan con amabilidad, al igual que sus magnéticos ojos. Me quedó pasmada sin saber qué decir o hacer, mis nervios me hacen incapaz de poder moverme y mi voz es incapaz de salir de mis labios... quisiera saber su nombre, algo que me haga tener la certeza de que este individuo no es un simple sueño.
Se agacha a tomar la mochila que se me había caído y me la entrega, inclino un poco la cabeza como forma de agradecimiento, evitando que nuestros ojos se vuelvan a encontrar. Sin decir nada más, se aleja de mí a mis espaldas. Rompo mi parálisis y volteo a verlo, como si "algo" me atrajese a él... me doy cuenta que él hace lo mismo y voltea a verme. Ambos nos sorprendemos y no podemos evitar reír de este inexplicable encuentro. Me giro y retomo mi camino. La adrenalina del momento me hace caminar más rápido sin mirar atrás, una extraña combinación de nervios, emoción y alegría me embarga...¡Es real! No lo soñé. No estoy tan loca a como creía. Me detengo un poco al ver que el dolor de mi pecho sigue presente, es el segundo del día, ¿tendré que ir al doctor?
Sin darme cuenta, ya estoy en la facultad de medicina.... tiempo de la segunda misión del día.
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El beneficio de la duda
Romance¿Qué se hace cuando nada es lo que parece? Cuando el bueno resulta estar mentalmente afectado... Donde el malo resulta traer consigo una verdad desgarradora... Ya no sé cuáles son mis recuerdos. ¿Quién soy yo y cuando dejé de serlo? ¿Cómo sacar el v...