El mezquite
Cuando era niña me daba miedo que llegara la noche porque desde mi ventana se veía un mezquite viejo, un árbol que inspiraba a mi abuelo a recordar que mucho tiempo atrás, en esas ramas vetustas, grandes y gordas ahorcaban a los brujos del pueblo.
Recuerdo escuchar llorar al mezquite a causa del golpeteo del viento y cerrar con fuerza mis ojos para no ver algún brujo colgado de una de las ramas del árbol.
Hoy, ya soy una mujer muy vieja que perdió el miedo a costa de cumplir años. Vivo aún en la misma casa y veo todas las noches el añoso mezquite a través de mi ventana.
Esta noche, el viento sopla con tal fuerza que despierta mis temores pasados, mis temores de niña inocente. Levanto mis párpados y por primera vez en mi vida, veo a los brujos meciéndose como si fueran péndulos, con una vestidura de doscientos años, la lengua hinchada y los ojos desorbitados...
Con la seguridad de que estoy demasiado vieja y con la resignación y esperanza de no despertar ya nunca, intento dormir.
Guadalajara, Jalisco, México.
©Anna de Ulibarri 2019