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La castaña corrió hasta su baño y tomó entre sus manos la pequeña caja que contenida pañuelos, caminó rápidamente hasta su cama y se la extendió a su mejor amiga, que se encontraba hecha un mar de lágrimas.
—Es que no lo entiendo, a nadie parezco gustarle ¿Qué hay de mal en mi?— preguntó la rubia sacando un pañuelo de la cajita rosa que le había ofrecido su amiga.
—Lena, respira y cuéntame qué pasó— sugirió.
La rubia asintió y secó sus lágrimas con delicadeza.
—Estaba en la fila del banco y vi a este chico, me pareció lindo, entonces traté de acercarme a él. Empecé a contarle sobre mi y de mi vida porque a los hombres les gusta que les hablemos sobre nosotras ¿no?— preguntó encogiéndose de hombros.
—Si él te preguntó o te intuyó a que hablaras sobre ti, si, supongo que si— respondió la castaña ladeando su cabeza.
Lena frunció levemente el ceño, bajó por unos instantes su mirada hacia sus manos y jugó con ellas unos segundos para después mirar nuevamente a Callie.
—¿No te preguntó, verdad?— preguntó incrédula, agitó su mano, en señal que, no importaba —¿Qué pasó después?
—Bueno, una cosa llegó a la otra y le terminé contando sobre Tobby— confesó Lena bajando su tono de voz.
Callie en ese momento quizo estampar su mano contra su frente. Definitivamente hablar sobre tu perro muerto no era un buen tema para ligar con alguien.
—Por favor dime que no se te quebró la voz o empezaste a llorar— suplico la castaña cerrando levemente sus ojos.
No recibió ninguna palabra por parte de su amiga, a lo que la hizo negar con su cabeza.
—¡Lena! Estás ligando con un hombre no en tu cita con el psicólogo— respondió obvia.
Y esa fue la situación que orilló a Callie Reed para llamar a su otra mejor amiga pelirroja, alistarse para una noche loca y acabar en un famoso bar de Los Ángeles.
Callie Reed sabía sobre hombres, cómo tratar y llegar a ellos. Esa castaña era la prueba viviente que no solo los hombres tenían sus trucos para ligar.
La música retumbaba por todo el lugar y las tres amigas se encontraban recargadas en la mesa de bebidas. Callie inspeccionó sutilmente su entorno, hasta que sus ojos llegaron a un grupo de tres hombres que casualmente miraban directamente hacia su dirección.
—Escuchen y miren muy sutilmente— advirtió la castaña —hay un grupo de tres hombres en mi dirección, detrás mío, son un pelirrojo y tres castaños.
