quinto infierno

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Me encuentro sentada en un taburete de la barra de un viejo bar.

Son las tres con cuarentaicinco minutos de la tarde, lo sé porque lo acabo de ver en el polvoriento reloj situado en una columna junto a la vieja rockola de este lugar.

Estoy ahogando mis penas y mi estupidez en puro wiski seco. Mientras my only sunshine suena con un sentimiento tan triste por la vieja grabación y mi interior se llena de amargura, porque, esa era la canción que tú me cantabas cuando en las noches estrelladas nos imaginábamos un futuro que ya nunca sucederá.

Miro otra vez el reloj y son los cinco con diez minutos, en estos momentos ya debieron notar mi falta en la boda y mi madre junto a mis hermanos deben estar por llegar a la reservación que había hecho para mi luna de miel. Apenas despierte, seguramente, con la peor de mis resacas les llamare para preguntarles como están.

Me pregunto cómo estarás llevando los murmullos de los invitados -nunca has sido de esos que guste de andar en las conversaciones de mala manera- y el no saber cómo pagar lo que falta de la ceremonia -recuerdo que en un arranque de estupidez había dicho que yo me aria cargo de la boda y tú de lo que viene después- que muy seguramente tendrá un cargo extra al ser cancelada de forma abrupta. Sé que no debería sentir ni una pisca de remordimiento por haberte dejado e irme como si nada importase, pero no puedo, mi corazón no me deja; aunque bueno, ya a estas alturas, no importa nada después de encontrarte en la cama con la cara entre las piernas de mejor amiga.

Pero bien, ya no hay marcha atrás.

Es mejor saberlo ahora antes de haber firmado los papeles de matrimonio, de haber dicho si acepto en el altar entregándote mi vida hasta el final, que después cuando dejarte me costase una fortuna y que el sufrimiento sea mayor.

Debí haberme dado cuenta de que eras un maldito imbécil cuando mi madre me lo dijo, mis hermanos lo hicieron y hasta aquella persona -mi Al-, que había demostrado ser mi mejor amigo y la persona en la que podía confiar ciegamente, me había dicho que no me merecías.

Es mi decimo vaso de wiski y otro borracho -como casi todos los que estamos aquí- se acercó a molestarme. Me tiro el vaso al piso haciéndolo trizas al ignorar su ridículo intento por ligarme y, lentamente prendió el camino de pólvora previamente elaborado que era mi ira.

Con un rictus en la cara que seguramente sufriría; retrocedió dos pasos hacia atrás, distancia suficiente para que recordase mis clases de defensa personal -con Sakura- y lo envié al piso de una patada a la cara.

La rockola paro cuando el sujeto cayó al piso con un sonido seco como si este momento fuese una escena de una película old west; el bar quedo en un mutismo de esos que te dejan con el pensamiento de y ¿de aquí que sigue?

Con el ceño fruncido y un gruñido nada femenino mire a todos los allí presentes, pague con el dinero de la que no fue mi boda y salí hacia mi motocicleta -que aun traía los lazos y demás decoraciones de recién casados- para ir a cualquier lugar.

Mire el letrero del bar -"el quinto infierno"- y pensé que en ese momento esta situación lo era para mí en este momento.

Saque mi navaja -irónicamente regalo de Madeleine mi "mejor amiga"- de la bolsa que traía a la cadera, corte y quite todos los adornos hasta dejarla como antes; mientras yo hacía esto mi mente embriagada llego a la razón de que tal vez, solo tal vez, algún día mi corazón herido volvería a ser como antes al cortar todo lazo con Francis.

Quien quiera dejar una opinión positiva que escriba ahora o calle para siempre jajajaja.

QUINTO INFIERNOWhere stories live. Discover now