El Rey Liche:
Hacía dos días que Drak y Zosertas habían partido de la Ciudad del Ocaso y por fin las montañas escarlatas parecían estar cerca. A pesar de la insistencia de Drak por ir solo a la antigua fortaleza, Zosertas no había dado su brazo a torcer y los dos juntos se dirijían hacia el norte. El alto guerrero no había parado de hablar desde que habían salido y a pesar de que era interesante lo que contaba, de vez en cuando Drak se abstraía pensando en los temas que le preocupaban.
Faltaban pocas horas para que anocheciera y los dos soldados esperaban llegar pronto al bosque nuevo para pasar la noche. Al llegar al lindero del bosque vieron que a partir de allí la nieve cubría árboles y suelo, por lo que empezaron a construir un refugio improvisado. Zosertas había ido a por leña cuando de pronto Drak sintió como si les observaran, pero pensó que era debido a que estaba nervioso por la misión que le ocupaba. Minutos después oyó un ruido a su espalda. Era Zosertas trayendo del brazo a alguien inesperado. Era Aisia la guerrera armenotiana.
–¡Sueltame becerro! –gritaba la mujer.
–Mira a quien me he encontrado espiándonos. Nos ha seguido desde la ciudad.
–¿Aisia, pero por qué? –preguntó Drak.
–Te vi salir a hurtadillas del barracón y la curiosidad me picó.
–Pero llevas dos días sola siguiéndonos. Te podría haber pasado algo.
–Se cuidarme sola, “chico”. He estado en sitios peores.
–Yo creo que es una espía –dijo Zosertas.
–Pues claro que soy una espía, llevo dos días siguiendoos y observandoos sin que os deis cuenta. Pero nadie me manda, sólo os sigo por satisfacer mi curiosidad.
–Suéltala Zosertas. Me parece que le creo.
Drak explicó a Aisia a donde se dirigían y ésta se sintió encantada de unirse a la aventura. Al parecer en su ejército no había una disciplina estricta y cada soldado podía hacer lo que le apeteciera, con unos límites. Nadie le echaría de menos.
Amaneció y los tres soldados cabalgaron hasta donde debía estar la fortaleza. Bordearon las montañas y por fin, en un entrante entre dos montañas se alzaba una inmensa mole de piedra piramidal escalonada hasta la mitad. Tenía dos torres a los lados pero sólo una se mantenía en pie. Donde acababa la escalera se adivinaba un portón. La maleza había crecido entre sus piedras escondiendo levemente su contorno.
Empezaron a subir la escalinata vigilando a su alrededor por si alguien les seguía. Zosertas portaba su arco largo, Aisia había sacado de su cinturón dos dagas serpenteantes de factura impecable y Drak llevaba su espada corta de soldado.
Al llegar a la puerta Zosertas intentó empujarla pero ni siquiera hizo atisbo de moverse.
Drak entonces recordó la frase del pergamino que le había mostrado el clérigo.
–Aquí la vida muere. Aquí la muerte vive.
–¿Qué dices? –preguntó Aisia extrañada-.
Luego Drak se fijó en los desgastados bajorrelieves que adornaban la puerta. Representaban una batalla en la que muchas figuras yacían en el suelo, mientras que otras aún seguían en pie luchando. De pronto reparó en una de las que yacían, parecía mejor esculpida que las demás, luego se percató de que otras tres también compartían esta característica. Después se acercó a la otra hoja de la puerta y se dio cuenta que allí eran las figuras que continuaban de pie las que parecían mejor hechas. No se había dado cuenta de que Zosertas llevaba un rato hablándole tan ensimismado como estaba observando la puerta.
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Azote de Dragones
FantasyDrak es un joven criador de caballos que descubre la verdad sobre sus orígenes: Es el hijo de un antiguo jinete de dragones. Para él y para casi todos, los dragones eran seres de leyenda pero al parecer se equivocaban. Esta revelación le provocará d...