Si tienes niños, sobrinos, ahijados o simplemente te gustan las caricaturas y películas animadas, puede que hayas visto "El viaje de Arlo". Un gran dinosaurio.
En un mundo habitado por dinosaurios y humanos, un vulnerable apotosaurio y un niño neandertal forjan una amistad sin igual y comparten una inolvidable aventura.
En algún punto del camino se enfrentan a una tormenta, Arlo está intentando demostrar que merece plasmar su huella en la roca familiar junto a la de su difunto padre, quien perdió la vida en una tormenta. Más adelante se encuentran con tres plerosaurios (reptiles voladores), quienes ofrecen ayudarlos. El lema de estos nuevos amigos es "La tormenta provee". Mientras están en busca de alimentos, Arlo se da cuenta de que quieren almorzar a su amigo, lucha por salvarlo y emprenden la huida.
A veces uso la frase pero mi madre me corrige – ¡Dios provee, no la tormenta!
Cuando llega el viernes y no tienes la más mínima idea de qué harás, y automáticamente se acaba "todo junto" como dice un amigo: el agua, la comida, el gas hasta el jabón.... (Crítica la situación no?). En ése momento te cansas de preocuparte. Literalmente ya no tienes fuerzas para hacerlo. Es entonces cuando alguien te llama o entra un mensaje diciendote que llegara una invasión en 3,2,1 a tu casa y tu pana (que no se ven hace días) te dice que encontró una lista de personas a quien les debía dinero y ahí estaba tu nombre. Y si no es el pana, llega tu tía con 5 fundas de provisiones a pasarse el fin de semana, o mejor aún, alguien te hace llegar algo de una manera misteriosa y te deja perplejo. Así no más. Te llegan unos chelitos y se va arreglando el asunto poco a poco.¿Ahora me entiendes cuando digo 'La tormenta provee'? Pero como dice mi mamá. No es la tormenta. Es Dios que siempre está ahí. Resolviendote la vida.
Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan.
Salmos 37:25Lizmel Dipre