Parte 8

488 48 19
                                    


Me encontraba de rodillas en una esquina. Mi cabeza daba vueltas. Estaba como en trance, mirando al infinito. Llevaba dos días sin apenas dormir, sin apenas comer. La pelirroja había intentado hablar conmigo, pero ninguna de las veces que lo intentó yo respondí. Mi cerebro estaba en blanco, no conseguía concentrarme en lo que sucedía a mi alrededor. Seguramente ella pensaba que la odiaba. Pero yo no lo hacía, para nada. Estaba colapsada, no conseguía procesar todos esos pensamientos. Había llegado a un punto muerto. Pero de lo único que estaba segura era de que no la odiaba.

De repente un ruido me hizo despertar de mi trance, como un rayo atravesando mi espalda. Un portazo y luego el sonido de las llaves en la cerradura de la puerta de al lado. De golpe consciente de la situación, miré las sábanas dobladas sobre las que estaba inclinada y me levanté en silencio. Sentía que el corazón me volvía a latir, quizá con demasiada rapidez. No sabía si era por el miedo, la rabia, o porque pronto él volvería a aparecer. Puede que porque la muchacha volvía a estar sola en esa habitación.

Me apresuré a mirar por uno de los agujeros de la pared. Me costó un momento acostumbrar la vista. Entonces ví la pelirroja cabellera. Estaba de pie, dándome la espalda, inmóvil. ¿Volvería a estar en shock? ¿Estaba paralizada por el miedo? Sentí un pequeño pinchazo en el pecho y me dirigí con rapidez a la puerta de la habitación. Tenía que detener esto.

Cuando estuve frente a la puerta, me agaché y me llevé la mano al tobillo derecho, donde solía llevar la cadena con la llave que él me dio. Pero no estaba. ¿Cómo? ¡¿En qué momento la había perdido?! Me golpeó una ola de pánico. "¡¿Qué hago ahora?!", me pregunté agitada.

Traté de abrir la puerta, pero obviamente estaba cerrada.

—¡Agh!—contuve un grito.

Volví rápidamente a la sala de al lado, ¿quizá se me había caído? Ella me debía de haber oído tras la puerta, ¿estaría asustada? No podía ni imaginarlo. Me apresuré a mirar otra vez por uno de los agujeros.

La vi a ella, de frente, mirando la pared tras la que yo estaba. No parecía asustada o paralizada. Su mirada, normalmente tan alegre y reconfortante, tenía ahora un aire amenazante que me dejó confundida. Entonces sentí como mi corazón se paralizaba. En su mano tenía mi cadena con la llave. La levantó hacia la pared, mostrándomela, para luego agarrarla con fuerza y tirarla al fuego de la gran chimenea.

Me quedé inmóvil mientra ella se sentaba en la enorme cama, mirando la puerta por la que él debía entrar.

Mis puños se cerraron sobre la pared, creo que mis uñas se estaban clavando en la palma de mi manos, pero en ese momento no me di cuenta. Mil pensamientos iban y venían a una velocidad incontrolable y apenas podía concentrarme en uno.

De repente, oí la puerta abrirse con ese chirrido que tan bien conocía. Mi cuerpo empezó a temblar, tenso y sin saber qué hacer.

—Vaya...—oír su voz me cortó la respiración, aunque desde el otro lado de la pared apenas podía ver la puerta entreabierta de la que procedía—. Curioso. No te esperaba a ti—su voz parecía divertida.

Dio un paso hacia delante, cerrando la puerta tras de sí, y por fin pude verle a través del agujero. Una sonrisa maliciosa dibujaba su rostro mientras no quitaba ojo a la muchacha.

Sentí una presión en mi pecho al verle ahí, con la pequeña pelirroja al alcance de su mano.

—Tu amiga no ha venido a salvarte hoy. ¿Has dejado de ser importante?—con cada palabra se acercaba más a la muchacha, despacio, intimidante—. ¿O quizá aquella vez sólo te usó como excusa para venir?

—Y-yo...—intentó decir la chica.

La confianza que surgía de ella momentos antes se había esfumado. Él tenía ese efecto.

Maldita sea, tenía que haberla protegido. ¿Por qué estaba pasando ésto?

Apoyé mi frente contra la pared, tratando de contenerme. Sentía mi cuerpo vibrar, como si no pudiera estarse quieto, pero aún así seguía paralizada.

—¿Y bien...?

Me forcé a volver a mirar hacia la otra habitación. Él estaba muy cerca de ella, sólo a un paso de la cama. Ella se había reclinado ligeramente hacia atrás, intimidada. Conocía esa sensación.

—Mmh...—él se llevó una mano a la barbilla, observándola de arriba a abajo—. Nada mal. Puede que tu amiga hiciera bien escondiéndote.

Se abalanzó sobre ella, haciéndole soltar un pequeño gemido de sorpresa. Ahora ella estaba totalmente acostada sobre la cama, y él la miraba fijamente, con sus dos brazos a ambos lados de la muchacha.

—Me pregunto si podré hacer lo mismo contigo. Me pregunto si acabarás suplicándome igual que ella—dijo acercando sus labios a la mandíbula de la chica—. Al fin y al cabo parecías muy segura cuando abrí la puerta. ¿A dónde ha ido toda esa confianza, eh?

Sin perder tiempo, comenzó a besar el cuello de la pelirroja. Ella soltó un suspiro e inmediatamente miró hacia la pared tras la que yo me encontraba.

No sabría leer la expresión de su rostro. Parecía asustada y avergonzada, pero aún así continuaba teniendo cierto tono amenazante. Sentí esa mirada como un puñal en el pecho.

El brusco movimiento de la muchacha hizo que él también mirara hacia la pared. Cuando noté sus ojos en mi dirección sentí un estremecimiento en el estómago. Traté de no hacer ruido, pero no sirvió de nada.

—Ah...—dijo, de golpe parecía más emocionado—. Ya entiendo.

Lanzó en mi dirección una sonrisa diabólica y volvió a mirar a la muchacha.

—Esto va a ser divertido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 13, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Fuego infernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora