La importancia de Aincrad.

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Me sentía quebrar a pedazos, como si me hubieran arrebatado la fuerza que necesitaba para moverme... o mis ojos no reaccionaran más a la luz... sólo quería desaparecer. Su espada atravesó mi pecho en un segundo, pero no me importó... la única verdad que existía ahora es que no había nada que me retuviera atado más a ese mundo, vencer... sin ella... sería lo mismo que nada. Poco a poco las fuerzas me abandonaron, mientras la barra que representaba mi vida bajaba con cada segundo en cambios de colores y sonidos de alerta, estaba muriendo...

¿Cuántas veces habré pensado en cómo se sentiría llegar al momento final? Si algo llegara a pasar dentro del juego... si la batalla me cobraba como saldo...

Había fracaso en mi cometido... Asuna. ¿Dónde quedaban todas nuestras promesas entonces?... ¿Es que acaso jamás seríamos capaces de vernos a la cara con nuestro verdadero ser?... Todas las ilusiones con el otro lado... no resultaron más que mentiras a nuestros futuros que desaparecen con ese Game Over... que me consume.

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LA IMPORTANCIA DE AINCRAD

—....Asuna... Asuna... —El llamado de sus labios, la alcanzó, tras haberse quedado dormida sobre su pecho, el nombramiento era tan insistente que terminó por traerla de vuelta a la realidad.

Abrió los ojos un par de veces, sintiéndolos pesados y cual el murmullo que la alertó hubiera desaparecido, solo deseaba volver a su preciada posición y calidez, cuando volvió a escuchar la voz, llamándola.

—¿Mm...? —Se movió levemente ubicándose en su habitación y reconociendo al instante a su amado, que no había parado de nombrarla, entre respiraciones agitadas y quejidos. —¿Kirito-kun?...

—...Asuna... —Volvió a llamarla entre sueños. Sea que lo que fuera que estaba pasando en esos instantes dentro de su mente, lo preocupaba al extremo de llegar a mover la cabeza con incomodidad sobre la almohada, lo que la preocupó y reincorporándose sobre la cama, al sentarse a su lado, le colocó una mano en el rostro para tratar de despertarlo. —Kirito-kun... Kirito-kun estoy aquí... ¿Me escuchas?...

Cual su llamado fuera lo único que necesitara para sentirse mejor, se detuvo en quejidos. Y en sesiones de parpadeos, abrió despacio los ojos, acostumbrándose a la luz tenue de la lámpara de noche que su amada había encendido para él, para encontrarse con aquellos orbes avellanas que tanto necesitaba ver en ese instante, al punto que los grises temblaron en alivio al verla.

—¡Asuna! —se incorporó hasta alcanzarla, ella, inclinada sobre él, se dejó abrazar y lo recibió de la misma manera, sintiendo nuevamente su desnudez contra su cuerpo, de una manera natural y cálida, tanto que cerró los ojos por su contacto.

—Fue sólo un sueño... todo está bien... —le susurró al oído, al ver que la fuerza del agarre no disminuía ni un poco, la apretaba contra él, sin afán de lastimarla, pero de manera brusca, por lo que ella tratando de tranquilizarlo, empezó a acariciarle la espalda con los pulpejos de los dedos. Después de todo... lo que habían vivido hace pocas horas, podía ser precursor del sueño que ahora lo perturbaba. Aunque ella no recordara nada de lo ocurrido en Aincrad... nada del mundo donde se conocieron... donde se enamoraron... sabía lo mucho... mucho que eso le afectaba a él, que aunque le jurara encontraría la manera de recuperar sus memorias, no estaba segura que pudiera llegar a hacerse... aunque confiara en él como en nadie, siendo capaz de colocar su propia vida en sus manos de ser necesario. —Te amo... —prosiguió lo más dulce que pudo.

—Yo también te amo... no sabes cuánto... —le besó el hombro derecho, casi al mismo tiempo que respondió.

—¿Qué estabas soñando?... No quiero que te preocupes por cosas que no han pasado... dicen que si cuentas los sueños malos, estos no se cumplen —se separó para sonreírle. Kazuto al verla nuevamente frente a él, le colocó una mano en el cuello para con su pulgar acariciarle la mejilla.

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