Somos nosotros, contra el mundo que salvamos

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Una fría y tormentosa noche, unos pocos rayos y truenos actuando como iluminadores de corto tiempo, unas mantas acogedoras, una cama grande y cómoda. Pero el insomnio parecía ser un depredador repentino.

No, no era insomnio. Era una sensación de soledad. Pero no estaba sola, él estaba conmigo. Adentro de mí. Lo quería cerca mío, que me abrazara por detrás. Sentir el calor de sus fuertes y grandes brazos, sentir su cálida respiración chocar con mi hombro y cuello, su pecho contra mi espalda, mis brazos acariciados por sus dedos. Quería que estuviera conmigo, a mi lado. Pero no quería molestarlo con ese tonto deseo.

Después de todo, él salvó mi vida cientos y cientos de veces, me ayudó a lidiar con las mierdas que se cruzaron en mi vida y a librarme de otras que estaban pegadas a mí como parásitos. Él no era un parásito, nunca lo fue para mí. En un mundo dónde hasta mis seres más cercanos eran capaces de traicionarme o asesinarme, él era mi única fuente de confianza. Solo él sabía el porqué de mis acciones, emociones, reacciones y pensamientos. Él me entendía perfectamente. Él era parte de mí, era yo. Eramos nosotros y somos nosotros, contra el mundo que salvamos.

Mi salvador, mi compañero de la vida, mi hombro en el que puedo llorar hasta dormir, mi única familia. Mi amor. Pero no sabía si ese amor me veía con los mismos ojos, ya que él me conocía. Él sabía de mis más profundos pensamientos, de mis ganas de acabar conmigo, la sensación de querer desaparecerlos a todos y a mí también. Yo me odiaba porque viera lo que realmente era bajo la piel. Obviamente él sabía que yo lo quería cerca, pero yo no sabía si él me quería como portadora. Venom, él sabía cómo me sentía realmente, pero yo no sabía cómo se sentía él.

Eso me hacía verme como una inútil, asquerosa, egoísta... Más razones para odiarme porque viera mi otra cara.

Tres años juntos, tres largos, gloriosos y dolorosos años juntos. Cada segundo, cada minuto, cada hora, día, semana, mes, año... Cada momento en que deseaba que no me hubiera visto por dentro, ¿Qué pensaba ese simbionte?¿Cómo era que yo no lo conocía tan bien como él a mí?¿Era que no quería que yo lo conociera?

Sólo podía mojar de lágrimas mi almohada, al saber que probablemente no me amaba como yo a él. Me dolía el estómago, el pecho, la cabeza y, por si era poco, quería vomitar. Quería morir para que él fuera libre y buscara a alguien que realmente lo mereciera.

Me levanté, me dirigí a la cocina y tomé un cuchillo de los cajones rápidamente. Estuve tan cerca de encajarlo entre mi muñeca, tan cerca. De no ser porque esa negra sustancia que suele envolverme durante las batallas, apareció traspasando la piel de mi antebrazo y envolviendo mi brazo para tomar el filo, casi absorbiendolo, arrancarlo del mango del utensilio y lanzarlo lejos de mi alcance.

¿¡Qué haces!?¡Detente!

Él trataba de evitarlo ¿Por qué? Corrí al armario, lo abrí y saqué la escopeta. Con ansias busqué las balas, pero mis brazos fueron envueltos en esa masa oscura otra vez, formando unos brazos que no eran mios. Doblaron el arma, con tal de que ninguna bala fuera expulsada.

¡Ya para con esto!¡Tranquila, no hay porqué hacerlo!

Lloraba más fuerte y respiraba agitadamente, así que me dirigí a mi mesa de noche desesperadamente, abrí el cajón y saqué una cuerda. La enrollé en mi cuello, rápidamente, y apreté hasta sentir que me faltaba aire y estaba al borde del desmayo. Pero pasó otra vez, apareció y me arrebató la llave que lo ayudaría a librarse de mí.

¡Es todo!¡Lo vamos a hablar cara a cara!

Me puse más nerviosa al sentir como se reestructuraba su gran cuerpo frente a mí. El negro que salía de mi piel y que formaba una criatura enorme, musculosa, de grandes ojos en blanco, con esos dientes que tenían una mordida más letal que la de un tiburón.

Te Amo, A NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora