Crónica IV- El Faro

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Escrito por: Aqua

-¡Ja! ¡¿A que no me pillas?! -Dijo la niña, con una sonrisa de oreja a oreja y con ganas de jugar.

-¡¿Cómo que no?! Laia, cuando te atrape, ¡te las verás conmigo! - Replicó Eneko, que se había
preparado para correr tras la chiquilla, y un poco después, ambos estaban armando jaleo en el faro de ciudad Marina.

El interior del faro no era muy espacioso, pero contaba con unos prismáticos y una barandilla
desde donde se podía ver el mar, además de una gigantesca bombilla protegida tras un cristal encima de un pilar, que emitía la luz del faro, y había un cartel con normas básicas como "No correr, no beber y no comer en el interior del faro". También contaba con un ascensor que funcionaba de entrada y salida al faro, además de una salida de emergencia que eran unas escaleras, como medida de seguridad.

Por suerte, estaban los tres solos en el faro: Eneko, Laia y un despreocupado Fausto que estaba a
cargo de ambos críos, haciéndoles de canguro. Mientras estos corrían y daban vueltas alrededor
del ascensor, una huyendo y el otro tras ella, él se reía mientras veía a ambos divertirse de
forma tan despreocupada como si su único objetivo en la vida fuera ganar el juego.

-¡Te tengo!- Exclamó Eneko, con una sonrisa en la cara y la mano derecha agarrando por el
hombro a la chiquilla que se lanzó al suelo como último recurso para escapar, resultando inútil.
La chica sonrió y se levantó.

-¡Ahora me toca a mí pillarte!- Exclamó, mientras empezaba a correr tras él, que había empezado a huir antes de que ella pudiese levantarse.

Fausto se puso a mirar al exterior del faro, con una expresión pensativa, y se quedó absorto en sus pensamientos, murmurando para si mismo "Si aquel día...".

Eneko se detuvo delante del pilar al ver que Laia había parado y estaba jadeando,  y se acercó un poco a ella. Entonces ella esbozó una sonrisa malévola y se lanzó a atrapar a Eneko, con toda la fuerza que tenía y los brazos extendidos, ahora que había bajado la guardia. Él reaccionó a tiempo y la esquivó hacia la derecha, y ella chocó contra el pilar que sostenía el cristal que protegía la luz del faro, provocando que este se tambaleara. Al tener como objetivo atrapar a
Eneko, no se dió cuenta de lo que estaba ocurriendo y se giró y volvió a lanzarse contra él, que
se distrajo un momento mirando el cristal tambalearse y acabó atrapado.

Los dos acabaron en el suelo, Laia encima de Eneko, y ella estaba empezando a reír cuando el chico exclamó un "cuidado", y poco después de ese grito, el cual hizo que Fausto se girara y dejara de mirar a través de las ventanas, el fino pilar perdió el equilibrio, provocando que cayera, junto con el cristal y la bombilla. El ruido que provocó fue bastante fuerte, y los tres se quedaron mirando la escena que se había formado.

Fausto dirigió su mirada hacia los dos niños y Laia se puso a llorar por lo que había hecho, mientras que Eneko, a su lado, tenía una cara preocupada. Entonces Fausto se acercó y se arrodilló. Le colocó la mano derecha encima de su cabeza y le dijo:

-Tranquila Laia... Ahora lo importante es que estés bien. Dime, ¿Te has cortado con los cristales o tehas hecho alguna herida?

-N... No... Estoy bien pero... -Señaló de nuevo los cristales rotos. Entonces Fausto cogió una
pokéball y salió un Drifblim, al cual le ordenó usar fuego fatuo, lo cual hizo que una llama de color lila se mantuviese allí flotando, iluminando la sala de nuevo.

-¿Ves? Esto es temporal, hasta que repongamos la bombilla. -Dijo mientras miraba también el pilar y los cables rotos que salían del suelo hacia él- Y quizás también haya que reparar el cableado eléctrico. Pero... No era para tanto, ¿cierto?-Le dedicó una sonrisa a Laia.

-¡Cl... Claro! ¡Lo importante es que estamos bien! Mira, si quieres te acompaño a buscar a alguien para que arregle esto, ¿vale? -Le dijo Eneko, con una sonrisa en la cara.

-Vale...-Respondió Laia, que ya se había calmado un poco. Fausto les dijo que debían acudir a la persona que se encargaba del mantenimiento del faro y que los ayudaría, pero que él se debía quedar ahí para asegurarse de que nadie entrara y se hiciera daño.

Ambos bajaron por el ascensor, mientras Eneko le daba la mano a su amiga. Era su forma de
hacerla sentir acompañada, además de que se sentía un poco culpable por romper las normas del faro.

Fueron hasta el hogar del encargado de mantenimiento del faro. Al llegar, Eneko tocó la puerta de su casa, y un hombre de mediana edad con una barba negra les abrió la puerta.

-Hola... Venimos de parte de Fausto... Ha ocurrido algo en el Fa-- Dijo Eneko, antes de ser
interrumpido por el hombre que parecía que ya sabía lo que había ocurrido.
-Se ha roto la luz del faro, ¿No es así? -Interrumpió el señor con tono cabreado, señalando al faro
que emitía una luz púrpura y suspiró.
-Así es... - Respondieron ambos, agachando la cabeza.
-Hacía años que Fausto no hacía una de las suyas, pero ahí está. ¡Otra vez se ha roto la bombilla y se suponen que tienen que durar mucho tiempo! ¡Sigo diciendo que deben cambiar ese dichoso pilar, pero nooo, no me hacen ni caso!

Y siguió así por un rato, sermoneando a los niños y enfadándose por el poco presupuesto que tenía el faro en su mantenimiento. Después de un rato, entró a su casa para volver a salir, esta vez cargado con sus herramientas. Eneko y Laia lo siguieron, en silencio. Eneko quería preguntar al señor a que se refería con lo de que hacia tiempo que Fausto no hacía una de las suyas, pero tenía miedo de que le gritara otra vez, así que se contuvo y esperó a poder preguntarle a Fausto
directamente. Pararon en un pequeño almacén en el que el hombre entró, aunque no dejó entrar a los niños, y al poco tiempo, salió un Machamp con una caja de cartón grande en sus manos y otro Machoke con otra caja un poco más pequeña que la anterior, pero aún grande. Acto seguido salió también el hombre, y siguieron su camino hacia el faro todos juntos.

Al llegar, les obligaron a quedarse fuera para que él pudiese reparar el faro en paz, por lo que ambos se sentaron en un banco que había cerca para esperar a que Fausto saliera, y Laia empezó a mirar al suelo, y sin desviar la mirada, dijo:

-Gracias por acompañarme Eneko...
-¡No hay de qué! Aunque vaya riña que nos hemos comido...
-Sí... ¿Notaste como se le movía la nariz al gruñir? -Preguntó Laia, esbozando una sonrisa.
-Claro, me estaba conteniendo la risa. -Respondió Eneko, con una sonrisa en el rostro y empezando a reír un poco.
-Hoy te has portado muy bien conmigo, haciéndome compañía y no dejando que volviera a
llorar al sentirme culpable por lo que ha pasado. -Elevó su mirada hacia él y le dedicó una sonrisa.

A Eneko se le empezó a poner un poco roja la cara al ver a Laia y un poco nervioso consiguió decir:

-Pa... ¡Para eso están los amigos! -Y desvió la mirada, sin entender muy bien por qué se había
puesto nervioso delante de Laia, su amiga de la infancia.

Al ver lo nervioso que estaba Eneko y lo obvio que era, Laia soltó una leve carcajada y pensó par
asi misma "Es muy pronto... algún día se lo diré" y volvió a sonreír para si misma.

Tras un largo rato, llegó Fausto, que les explicó que conocía a ese señor porque en el pasado él  había roto la bombilla con Lectro, el padre de Eneko. Tras contarles eso, se quedaron esperando a que el faro estuviera arreglado para verlo brillar. Después de media hora, cuando ya había anochecido y el mar estaba oscuro, una luz volvió a aparecer en el mar. Mientras Fausto llevaba a Eneko con su padre, pensó al verlos a los dos juntos: "De tal palo, tal astilla..."

Crónicas DewWhere stories live. Discover now