𝐒𝐈𝐗

458 62 3
                                    


Eran las once y Dongmin aún seguía intentando que Sanha lo dejara pasar para hablar, pero este, por alguna razón, no quería abrirle la puerta. El peli-negro estaba cada vez más confundido. ¿Por qué no le abría? Sanha sabía bien por qué no lo hacía, si Dongmin lo veía así sería un desastre total. De pronto la puerta se abrió, pero no era el castaño, era Chan, quien ya debía volver a su casa porque era tarde.

— Sólo te dire una cosa... Eres un idiota. — Fue lo único que dijo el menor y se fue golpeando sus pies contra el suelo de madera.

— Él tiene razón... Lo siento hyung, pero es la verdad. — Habló Hyunjin y tomó su mano. — Vamos a dormir, Sanha hyung no te abrirá.

Sanha se dejó caer en su cama y su abuela no tardó en llegar a preguntar que sucedía. Los planes del castaño se arruinaron, era imposible que alguien como Dongmin lo viera de otro modo, después de todo, lo perfecto no combina con lo imperfecto.

— Sannie, ¿qué sucede? — Preguntó la mujer.

— Nada funcionó abuela, él cree que esas cartas son de alguien más, y si es feliz creyendo eso, ¿qué puedo hacer? — Dió un largo suspiro.

— ¿Cómo sabes que está feliz pensando que provienen de otra persona?

— Porque se besaron.

Un silencio horrible se hizo presente, la anciana no sabía qué decir porque su nieto era demasiado terco como para ver las cosas de otro modo. Negó con la cabeza repetidas veces y se acercó a la cama del menor.

— Tú sigue con tu plan, si sigues escribiendo cartas, se dará cuenta de que no fue esa persona quien le dió las cartas.

— Pero, ¿y si se decepciona cuando se entere que soy yo? Porque... En algún momento tendre que decirle la verdad, ¿no?

— Entonces sabrás que no es para ti. — Fue lo último que dijo y se dirigió a su habitación.

Sanha suspiró y tomó su abrigo, debía despejarse o no sabría qué hacer y estaría frustrado toda la noche. Salió al balcón, mirar a la luna le hacía pensar en Dongmin y en todo lo que sentía por él. ¿Por qué el amor debe ser tan complicado? Estando enamorado sentía que cada pequeña extrella se unía a otra, formando así el rostro de Dongmin... O algo así. Dongmin no podía dormir, se sentía un completo idiota. ¿Cómo pudo pensar que con Hanna olvidaría a Sanha? Era imposible, no le llegaba ni a los talones a su tierno y lindo vecino. Tomó su abrigo y preparó una taza de café para así salir a su balcón, y allí estaba él, despeinado y con un abrigo enorme que apenas dejaba ver sus suaves manos.

— Sanha... — Apretó su taza y el menor le dió una mirada, pero se veía deprimido y sus ojos estaban rojos e hinchados.

— Buenas noches, Dongmin. — Estaba a punto de irse, pero el mayor tomó su mano, apenas podía debido a la separación de sus balcones.

— N-No te vayas... Quedate, por favor. — Dijo casi en un susurro, pero suficientemente alto como para que el castaño lo oyera.

El menor suspiró y volvió a apoyarse en la orilla de la pared de su balcón. Ambos miraban la luna sin decir una palabra, para Dongmin la compañía de Sanha bastaba pero para el castaño era incómodo verse atrapado en esa situación. Dongmin le acercó su taza y este la recibió, dándole un trago al café pero estaba amargo, de modo que hizo una mueca logrando hacer reir al peli-negro.

— ¿No te gustó? — Preguntó, aún riendo.

— No~, está muy amargo, sabe feito. — Habló devolviendole la taza con un tierno puchero.

— Cruza, puedo prepararte un chocolate caliente. — Sanha hizo una mueca. — Prometo no dejarte caer.

— Está bien... Pero sujetame bien, ¿si?

𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄𝐑𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora