Tadoulney: Convivencia en el poblado

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¡Hola!

Lamento la tardanza con este nuevo OS de Colores, pero me había centrado en otras historias y lo fui dejando.

Para ponernos en situación, este podría considerarse el epílogo del final alternativo, donde podremos ver la convivencia de los tres chicos en el poblado después de que Raoul eligiese quedarse con la tribu de Agoney en lugar de volver a Inglaterra con su expedición.

Veremos a un Tadan más canalla y bromista, a un Raoul más iluso con los usos y costumbres del poblado y a un Agoney pues... siendo Agoney.

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⚠️ Sexo explícito

¡Disfrutad y gracias por leer!

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Si no fuese porque sabía que en su corazón no había ni un ápice de maldad, odiaría a Tadan.

Raoul había pasado por muchas situaciones duras a lo largo de su vida: La muerte de sus padres, la pobreza extrema que llegó después, el orfanato, la vida como polizón y mozo antes de poder capitanear un barco... Todas habían sido difíciles, pero ninguna como la que estaba viviendo en aquel momento mientras su gesto enfurruñado solo aumentaba las carcajadas de ambos indios a los que se les había aflojado las fuerzas hasta verse tumbados en el suelo mientras se sujetaban la barriga.

- Yo no le veo a esto la chanza

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Tres días antes.
Seis meses de Raoul viviendo en el poblado.

Raoul poco a poco iba cogiéndole el truco a la vida en la tribu. Aprendía rápido sus usos y costumbres y, cuando algo no lo sabía, ponía en práctica aquel complicado idioma que iba aprendiendo diariamente con Agoney, pues, durante un par de horas cada día, el moreno se iba con él a cualquier zona del bosque, sin interrupciones, y no paraba hasta que era capa de pronunciar y entender al menos dos frases en su lengua nativa.

También debía agradecerle a la gente de aquel poblado la paciencia e implicación que mostraban cuando se trababa o no era capaz de recordar alguna de las palabras, ayudándole sin dudar y sintiendo curiosidad en querer entender la del rubio. Así, poco a poco, ambos idiomas fueron empezando a convivir en armonía.

Sim embargo y a pesar de la dificultad de aquella lengua, a lo que más le costaba acostumbrarse fue al modo de vida de sus habitantes. Él había sido educado de una manera muy distinta. Más regia, protocolaria y muy influenciada por la moral y los tabúes y, aunque no lo viese mal, le costaba deshacer años y años de educación y costumbres que chocaban de manera brusca con la libertad y despreocupación de la tribu.

La primera vez que se sonrojó y apartó la vista avergonzado fue cuando, durante una de las cenas al calor de la hoguera, dos de sus habitantes empezaron a besarse con excesiva pasión delante de todos. Miró rápidamente al resto y se dio cuenta que a nadie parecía importarle, todos seguían a lo suyo. Unos hablando, otros riendo, bailando, comiendo o tan solo relajados en aquel ambiente.

También fue el único en alarmarse cuando las manos entraron el juego y, varios minutos después, ambos se levantaron y se fueron hasta la cabaña de uno de los dos, sin esconder el deseo que crecía entre ambos. Fue entonces cuando de verdad comprobó que allí no había pudor, ni limitaciones, ni tabús, ni estrictas y absurdas normas, no, allí simplemente había vida, al ritmo que a cada uno le apetecía, sin mirar por nada más que por lo que querían y sentían en ese momento. Hacían la existencia más fácil.

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