Capítulo 4

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     La primera semana para Nova en el trabajo fue agradable y conmovedora, pero menos movido con su objetivo principal. Aún no conseguía resultados sobre el paradero de Neff, pensó que tal vez en poco tiempo la cambiarían de departamento.

     En una ocasión, le había preguntado a Gia sobre dónde estaban todas las fichas de registro de los ciudadanos utopianos ya que los que ella mantenía en aquella oficina eran archivos viejos que ya acumulaban en el olvido, o eso pensaba que hacían. Gia —tan coqueta— le ha explicado por encima que las fichas de registro de la población utopiana estaban, en su mayoría, en el Departamento de Inmigración y Resguardo haciendo desilusionar un poco a la muchacha. Había entrado al departamento equivocado. Aunque, hay algo que la hizo llegar hasta aquí que no podía descifrar.

     No obstante, ha sido recompensada por parte del comisario Johnson en momentos libres para explicarle más cosas sobre lo que hace un funcionario del futuro.

     Caminaban hacia el último pasillo del sótano bien iluminado, pero tan desértico que le provocaba a Nova cierta ansiedad, recordándole aquellas pesadillas de los pasillos abandonados, tétricos y ensangrentados de hospitales altamente contaminados por el DGH. Odiaba cuando tenía esos sueños, más cuando se sentían tan reales.

     James se detiene frente de una puerta mecánica sin avisarle a Nova, aunque ésta no tropezó, agradeciéndole internamente a sus pies por no castigarla delante de aquel simpático hombre. La puerta se abre al momento que James toca el sensor con el dorso de su mano, se hace a un lado indicándole a Nova que entrara primero. Al entrar, Nova detalla todo el espacioso lugar.

     Era un almacén vacío y frío de color blanco estéril, diez filas junto con sus respectivos blancos en forma de humanos estaban alineados en cada uno de ellos, unas mesas separaban la distancia de estos. "Un polígono de tiros bastante frío e insípido", pensó. Sin embargo no podía subestimar el lugar, Utopía era un lugar de sorpresas para ella.

     —Me contaste que sabías cómo utilizar armas de fuego.

     Comentó James, caminando hacia Nova con un maletín plateado en mano, rompiendo el silencio en la enorme sala. Nova cada vez más tensa por estar a solas con el joven comisario. Le aterraba la idea de que notara sus nervios. Su corazón latía a rápidos galones. James sacaba de su maletín plateado partes de una extraña pistola.

     —También de armas más pesadas —añade Nova, mordiéndose la lengua ahora por haber pensado en voz alta.

     —Impresionante —dice con su voz serena, esa melodía que calmaban los nervios de Nova.

     Nova observaba curiosa lo que James estaba haciendo con sus manos y aquellas piezas. Era obvio que armaba una pistola, pero una que ella no había visto antes.

     —Pero éstas no son armas de fuego terrícolas —advierte, colocando la última pieza de la pistola, activándola al instante—. Son armas de alta tecnología utopiana.

     Apunta a uno de los blancos, disparando segundos después un extraño láser luminoso de color plateado. Nova anonadada al percatarse que no hubo ningún ruido al ésta detonar el láser, pero más impresionada al ver que el láser había hecho un enorme hueco en la cabeza del muñeco.

     —Perforaste el muñeco... —su voz era un pequeño hilo casi audible.

     —Es solo una simulación holográfica —confiesa al instante que el muñeco volvía a aparecer con su cabeza intacta—, pero el láser provoca ese verdadero daño en cualquier persona.

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