Fᴜɪsᴛᴇ Mɪᴏ.

Uɴɪᴄᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ

Llegas y me tocas el cuerpo y te llevas mi alma... Bien sabes lo que siento.

El señor Styles entró por la puerta de aquel poco concurrido hotel. Por su alto este era donde el señor Styles siempre se encontraba con su joven y bello amante, Louis Tomlinson, quien lucia pavonoso su mirada turquesa, su cabello castaño; sus delicadas y marcadas curvas; envidiable.

El joven tomlinson era el sueño de muchos hombres de aquella mansión donde trabajaba. No muchos podían pagar la calurosa cifra que pedían por él si querían pasar una noche y mucho menos podían quitarle la agitada agenda donde se leía el nombre del señor styles todos los días.  

 
Aquella mansión no era más que un prostíbulo donde cuerpos llenos de dinero pero de almas aturdidas visitaban. Eran bastantes los clientes para lo secreto y costoso que era pagar por una noche fingida. La mansión se encontraba a las afueras de Londres, a primer vista era una casa enorme de paredes altas y blancas, cesped limpio y una que otra estatua, era una mansion costosa y podrida como cualquiero otra pero cuando entrabas podías encontrar el paraíso y el infierno, lo bueno y lo demente en un mismo sitio, la balanza perfecta.

Al señor styles le gustaba su joven diablillo que conocio ahi, sin embargo, no le gustaba pasar las noches en la mansion, asi que cada noche se llebava a su amante a un hotel, con nombres diferentes por... unas razones.

Cómo ya era de costumbre, el ojiazul de cabellos lacios se encontraba recostado en la cama de la habitación que Styles rentaba para ellos. Llevaba puesta lencería de color rojo, que hacía que su piel caramelo se viera aún más antojable, remarcando esas suaves curvas, no dignas para cualquiera.

Styles abrió la puerta de su habitación y, esta era enorme casi igual a un apartamento, caminó lento al cuarto deonde sabia que estaba Louis y cuando lo vió sus pupilas se dilataron de exitación, su boca se hizo agua, y sus vellos se erizaron. Louis era el mejor de la casa, la mayoría de hombres querían estar con él, pocos podían pagarlo, pocos habían llegado antes que el empresario Styles.

El joven e incomprendido empresario Styles, quien había encontrado la manera de saciar su soledad, la incomprensión, el encierro de sus verdaderos sentimientos. Harry Styles, quien había contraído matrimonio con la hija de su mejor socio, quien por seguir los sueños de su padre se olvidó de él. Y ahora, con este pequeño ojiazul tumbado en la cama lo había encontrado todo.

Para Louis siempre era la misma mierda, hombres gordos, empresarios solos, diputados y gobernadores que preferían gastar ahí el dinero que ayudar a su pueblo.
Hasta que un día llegó cierto ojiverde en busca de diversión. Sin imaginarse que encontraría a su pequeño ángel corrompido.