➻ veintiséis

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Luna la tomó por el brazo.

—Bueno, estoy aquí ahora.

—Ya lo sé, pero sería genial si vivieras aquí. Podrías casarte con Matteo, yo estaría casada con Gastón. Podríamos ser vecinos y tener hijos a la vez y...

—¿Ya me has elegido un marido? —preguntó Luna riendo.

—Pensé que no te vendría mal la ayuda.

Luna no le llevó la contraria, pero pensó que si necesitaba ayuda era para mantenerse alejada de Matteo, no para lo contrario, eso lo hacía ya sin que la animaran. Era la parte de mantenerse a distancia lo que le costaba más. Y como no tenía intención en que Northbridge se convirtiera en su nuevo hogar, tenía muy claro que eso era exactamente lo que tenía que hacer.

Nina no consiguió darle las gracias a las mujeres de la cocina sin volver a llorar. Pero, para cuando terminó de contarles lo agradecida que estaba y lo mucho que todo eso significaba para ella, todas estaban un poco llorosas, incluso Luna. Se pasaron pañuelos de papel y secaron los ojos. Luna estaba encantada de haber estado en lo cierto, no sólo aceptaban a Nina en el sitio que había elegido para vivir, sino que la apreciaban y acogían con mucho cariño.

Después le dijeron a Nina que fuera al comedor y disfrutara de la velada, Luna se encargó de que así fuera. Si hubieran contratado un servicio de comidas profesional no habría salido mejor de lo que salió. Estaba claro que habían dedicado mucho tiempo y esfuerzo a la decoración del lugar. No faltó cerveza y vino, cortesía de Matteo, y toda la velada fue de lo más agradable, el comienzo de la celebración de la boda de Gastón y Nina.

Luna se lo pasó fenomenal, igual que había ocurrido desde que llegara a Northbridge. Tenía que reconocer que la gente allí era de lo más cálida y cordial. Pero fue Matteo el que acaparaba todas sus miradas, su atención y sus pensamientos. Estaba más arreglado de lo que había estado desde que lo conocía. Llevaba unos pantalones grises que le sentaban de maravilla. La verdad era que su trasero no necesitaba mucha ayuda para lucirse bien, pero con esos pantalones estaba aún mejor. Luna no podía apartar sus ojos durante mucho tiempo. Y la camisa que llevaba, en un gris más oscuro, hacía que destacaran su amplio torso, anchos hombros y estrecha cintura. Era una imagen cercana a la perfección. Lo que más le gustaba a Luna era que llevaba las mangas enrolladas hasta los codos, mostrando unos fuertes antebrazos que no podía dejar de admirar. Para colmo de males, acababa de afeitarse y estaba envuelto en un agradable aroma muy masculino. También se había cortado y arreglado un poco el pelo. Todo el conjunto era impresionante y muy, muy sexy.

Una razón más para que Luna hiciera un esfuerzo sobrehumano y se mantuviera alejada de él toda la noche. Pero no funcionó, porque él estuvo tan atento con ella todo el tiempo que fue como si hubieran llegado juntos y como pareja a la fiesta. Y ella tampoco se preocupó por huir de él. Aunque sabía que se estaba metiendo en un lío, le gustaba la sensación de estar emparejada con él de algún modo y, en las raras ocasiones que no lo tuvo a su lado, lo buscó por el restaurante hasta dar con él y saber al menos dónde se encontraba.

Esa sensación de que eran pareja duró toda la noche, hasta el final de la fiesta, cuando acompañaron a Gastón y Nina hasta la puerta y los cuatro comenzaron a hablar de lo que había que hacer al día siguiente, las horas y la boda en sí. Luna y Matteo estaban el uno al lado del otro, tan cerca que sus manos se rozaron de manera accidental.

Ella sabía que había sido accidental, pero Matteo, en vez de apartar su mano, rodeó sus dedos con los suyos y los apretó ligeramente antes de soltarla. Nada del otro mundo. O al menos de eso intentaba convencerse Luna. Pero creer que esa furtiva y fugaz caricia no significaba nada era muy complicado, sobre todo cuando le había parecido tan sensual. Algo que se había trasladado de la mano al brazo y de ahí a todo el cuerpo, en forma de una ola de calor que había despertado algo dentro de ella y hecho que se le debilitaran hasta las rodillas.

—Vas a poder con ello mañana, ¿Verdad? —le preguntó Gastón entonces.

—¿Poder con ello? —preguntó ella confusa.

Temía que se hubiera perdido algo de la conversación por estar tan pendiente de la mano de Matteo en la suya.

—Sí, aparecerás en la boda y no convencerás a mi prometida para que huya contigo por la ventana, ¿No?

Sabía que sólo bromeaba con ella, pero aun así, le molestó que hiciera tal comentario. Pero se esforzó en que nadie lo notara, siguiéndole la corriente.

—Allí estaré —le dijo ignorando la mirada de curiosidad de Matteo—. Y Nina también, a no ser que cambie de opinión.

—¡Oh! No lo haré —prometió Nina—. Se supone que no debías hablar de ello —añadió en tono de reprimenda mirando a Gastón.

—Es verdad, se me olvidó —repuso él con una mueca.

—Bueno, será mejor que nos vayamos antes de que se te olvide algo más —le dijo Nina—. Hasta mañana, chicos.

Nina y Gastón le dieron las gracias a Matteo por todo y se fueron.

¿Huir por la ventana? —repitió Matteo en cuanto cerró la puerta tras ellos. Estaba claro que no podía contener por más tiempo su curiosidad.

Pero Luna hizo como que no lo había oído. Simplemente miró a su alrededor. El bar estaba lleno de platos, cubiertos, tazas y vasos sucios.

—Deja que te ayude a limpiar este lío —se ofreció.

Luna fue hasta donde habían cenado y comenzó a agrupar vasos por un lado, y platos por otro.

Matteo se acercó a ella, pero no se puso a trabajar. Luna no lo miró, pero podía sentir los ojos de Matteo clavados en ella.

¿Lo de la ventana tiene algo que ver con él comentario de Gastón del otro día sobre tu miedo a las bodas? —le preguntó Matteo.

—Créeme, no quieres oírlo —dijo ella quitándole importancia.

—¿Y qué pasa si sí quiero?

—No, no quieres —repuso ella—. Necesitamos bandejas para llevar todo esto —añadió cambiando de tema.

Luna fue a la cocina, encontró un barreño para colocar cacharros sucios y salió de nuevo con él al restaurante. Se encontró a Matteo en el mismo sitio donde lo había dejado, observando cada paso que Luna daba. Pero ella se puso a trabajar como si nadie la estuviera mirando. Dejó el barreño en medio de la mesa y fue llenándolo con los platos y vasos sucios.

Matteo se quedó mirándola un rato más y después se puso a ayudarla, pero siguió insistiendo en el mismo tema.

Regalo De Bodas › Lutteo {Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora