Se va, se fue. Su huella es mi refugio. Se va, se fue. El río sigue su curso.
•| ⊱♡⊰ |•
Cuando Shuhua tenía seis años y le estaban enseñando a leer, una de sus maestras les preguntó cuál era su palabra favorita y cuál era la que más les disgustaba. El objetivo de esa clase didáctica era descubrir qué tipo de lectura le resultaría fácil a los alumnos para aprender y con cuál les costaría más.
Al momento de decir la palabra menos favorita todos habían elegido una que ni siquiera eran capaces de pronunciar si no lo hacían separando en sílabas, eran palabras difíciles de deletrear para un infante y en su mayoría tenían letras que se les dificultaba pronunciar correctamente, como la "r". Pero la pequeña de piel blanquecina y ojos oscuros fue la excepción a la regla.
Cáncer. Esa había sido su palabra elegida. Aquella que no podía escribir ni leer en voz alta, no porque su gramática se lo impidiera, era la carga emocional lo que la hacía imposible de pronunciar para la menor.
En esa palabra encontraba el responsable de su sufrimiento; ahí estaban sus visitas al hospital, su madre postrada en una cama, desapareciendo un poco cada día.
Shuhua estaba tan atormenrada por la delgadez de la mujer, la ausencia de su cabello y la poca fuerza física que poseía, que ya casi no podía recordarla en sus días de gloria, en esos que compartían juntas viendo caricaturas mientras merendaban o cuando la mayor gastaba sus energías llevándola al parque.
Miedo, eso era lo que sentía sin saber exactamente qué pasaba.
Su padre intentaba explicarle, especialmente cuando se negaba a ir al hospital. Le dolía verla así, en su inocencia temía tomar la mano de su madre, la veía tan consumida que creía que por ejercer un mínimo de fuerza podría fracturarla. No quería herirla, pero era tan torpe, sus propias piernas eran invadidas por moretones y raspones. ¿Qué le aseguraba que la mayor no estaría en peligro estando cerca de ella, cuando su torpeza nunca abandonaba su cuerpo?
Nadie sabía como decirle a una niña que a su madre le quedaba poco tiempo, que cualquier día podía ser el último y que no debía desaprovechar este. Nadie tenía el corazón tan frío para poner esa realidad en palabras, ni siquiera los doctores eran capaces de hacerlo.
Una tarde, Shuhua se quedó con su progenitora mientras su padre trabajaba. Esta descansaba, habían llegado a una etapa donde la mujer se sentía tan cansada que dormía más horas de lo debido. La pequeña coloreada unos dibujos que sus maestras les habían dado, hasta que los suaves quejidos de la mayor la sacaron de su concentración.
"Ven aquí, Shua", le indicó en un tono dulce, mientras dejaba un espacio disponible en su cama.
La infante dejó sus lápices de colores y dibujos a medio pintar en la mesita de luz. Se bajó de su asiento y con algo de dificultad se subió a la cama.
Su madre rodeó su pequeño cuerpo con un brazo, atrayendola más a ella. La menor se abrazó a la mujer, pasando su brazo por su vientre, por encima de las sabanas, y apoyando su cabeza en su pecho.
"¿Qué tienes?", preguntó con un tono suave pero cargado de tristeza.
"Estoy enferma, Shua", respondió, evitando los detalles que nadie quería decir.
"¿Es como cuándo me resfrío y no me dejas ir al colegio?", vio a la mujer negar.
"Es peor". Shuhua al oír esas dolorosas palabras se aferró a las sabanas en un fuerte puño.
Se durmió escuchando los latidos de su madre, estos la tranquilizaban y la reconfortaban un poco de esa angustia intratable. Ella, sin saber realmente qué sucedía, sabía que nada bueno podía salir de ahí.
Antes de que pudiese darse cuenta ya no habían latidos que la calmaran, ni brazos débiles que la refugiaran.
Tenía a su padre, pero no lo quería cerca, no quería a nadie cerca.
En el entierro se negó a ir, el adulto a cargo la entendió y la dejó que se quedara en la casa de una de sus amigas hasta que todo terminara y pudiese ir con ella a casa.
Shuhua podía ver en los ojos de su padre que él también sufría, no entendía por qué no lloraba tanto como ella lo hacía.
"Recordemos a mamá, Shushu", le decía su padre cuando intentaba consolarla. "Si la recordamos, ella sigue con nosotros".
Pero Shuhua no entendía a que se refería su padre, ella sólo podía recordar los último días que habían compartido y estos la destrozaban tanto que solo quería enterrarlos en lo más profundo del inconsciente hasta olvidarlos por completo y que dejaran de doler.
Sin embargo, con algo de ayuda extra, el corazón de Shuhua comenzó a sanar. Los días soleados que compartieron jugando y las tardes de lluvia que pasaron cocinando o mirando películas animadas eran los recuerdos más frecuentes que tenía de la mujer que le dio la vida.
"¿Recuerdas cuando intentamos hacer una pizza los tres?", preguntó la menor mientras ayudaba a su padre con la cena. Aunque más que ayudar, solo observaba como el adulto intentaba ingeniárselas. Éste asintió.
"Un pez habría cocinado mejor que nosotros", bromeó intentando no desconcentrarse para no quemar el arroz.
"¡Papá!", gritó histéricamente la niña, entre ofendida y divertida por la broma que había oído respecto a sus capacidades con la cocina.
Shuhua al fin entendía que ni todas las lágrimas del mundo le devolverían a su madre, pero que nadie podía arrebatarle los recuerdos que habían creado juntas. Ahí, encontraría un refugio cada vez que los sentimientos negativos amenazaran con irrumpirla.
ESTÁS LEYENDO
Victoria. ◜(g) i-dle, Shuhua x Soojin.◞
FanfictionHistoria corta basada en mi interpretación del álbum musical "Victoria" de la banda El Club de los Lopez. ↳Saltos en el tiempo. ↳Narrador omnisciente.