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Hace 3 años

Estaba estancado y de brazos cruzados en su porche, se negaba a irse de ahí, sentía como si su propia familia lo apuñalaba por la espalda en vez de estirar la mano hacia él. Pero, ¿Cómo podría pensar en llamar a esas personas "familia"? Su familia nunca existió.

Estaba solo, desde la desafortunada muerte de su madre, YoonGi no tenia a nadie, sus hermanas apartadas de su lado y repartidas como si de mercancía se tratase, ¿Y él? Dejado en el pulcro de la soldadas junto a su no tan agradable padre; por supuesto, él por ser el hombre de la familia tenía la desafortunada suerte de quedarse con aquel que había formado su nueva familia hacía años atrás. Claro que sí, él debía joderse y quedarse como el sobrante.

No entendía cómo era que había llegado hasta ahí.

¿Qué podía hacer para que creyeran en él? Nada.

¿Cómo era posible que se estuvieran deshaciendo de él? No lo entendía.

Nada era claro, ni si quiera la posibilidad de una nueva vida. Apretaba sus puños con fuerza, jugando con sus cueritos de las uñas al grado de hacerlas sangrar, pero él no lo notó, él no sentía.

Comenzaba a profundizar sus pensamientos y perderse en sí mismo cuando escuchó el crujir de la puerta principal, inmediatamente salió del trance en el que se encontraba y recuperó la postura aún sin voltear.

Unos tacones demasiado retumbantes a su oído se hacían aparecer, esto debía ser una maldita broma de mal gusto hacia él, de verdad estaban mudándose al culo de Estados Unidos para joderle la vida, nada más que eso. Y todo era por ella, por esa despreciable y siniestra mujer.

Se sentía como despertando tal vez, o estaba perdido, incluso dormido, realmente deseaba estar dormido y tener esas comunes pesadillas.

El chico cargaba con un trastorno de estrés postraumático, y fobia social de lo cual no hablaba con nadie, ni siquiera su padre.

Algo fácil de juzgar pero difícil de explicar, prefería pretender que estaba bien todo el tiempo con los demás, excepto que no había nadie más, todos se tomaban el tiempo de juzgarlo con simples miradas a donde sea que fuera, incluso ella. Esa venenosa.

Se comportaba como si supiera que el final de su vida se acercaba y no es que una parte muy dentro de él no lo deseara con ansias, en realidad creía que era momento en que todas esas terroríficas pesadillas que ocurrían esas noches donde se sentía cansado y con angustias emergieran de la nada y lo arrastraran muy lejos de ahí.

O tal vez solo estaba siendo un cobarde que exagera todo con tal de no afrontar nada. Pero ahí estaba, sin fuerzas pero irritado, triste pero con furia, jamás aceptaría su estado, menos en esos momentos.

Era el momento de afrontarla, con la mirada fija en ella, que se convirtió hasta ese momento lo que más aborrecía: su madrastra.

Si un año atrás a YoonGi le hubiesen mencionado aquello que se hablaba de las madrastras siendo aquella la nueva madre, la que llega a tu hogar y lo destruye cargando de miedo, dudas y terror se reiría con sus pocas fuerzas. Esa de los cuentos de hadas, la malvada de la historia de tu vida y la protagonista de las novelas donde los hijos son maltratados y echados fuera de su hogar.

Enserio, jamás lo habría creído, se habría ido en ese instante por escuchar tal cosa.
A pesar de su triste y repugnante forma actual, era un miembro de la familia, a quien no podía tratarse como un enemigo, sino frente al cual el deber familiar era aguantarse la repugnancia y resignarse, nada más que resignarse. Pero ahora huían a un nuevo lugar, porque para él eso era; huir.

—Bien Yoon, ¿Estás listo? Es hora de irnos—.

Presente.

Periodo de inicio de clases

Hoseok era un chico bastante inteligente, un alumno modelo si así lo hubiese deseado, pero le importaban más ciertas cosas que ser el chico ejemplo que todos quieren ser a su edad.
La combinación de sus destrezas atléticas y su excepcional atractivo hacían de él un chico popular en la escuela. Por supuesto, un cliché.

Sin embargo, parte de cosechar éxitos en el campo escolar y hacer que las chicas -y uno que otro chico, él podría negarlo- se ruborizaran en el pasillo, era conocido por ser sumamente resplandeciente, pero también tenía un lado malhumorado porque a menudo contestaba bruscamente a quien le mostrara algún obstáculo a lo que quisiera lograr. Él como todo chico, mantenía sus pequeños secretos.

Según habladuría algunos le llamaban "el sombrío" ya que no se atreven a hablarle, incluso mirarle ya que todo aquel que lo hace, juraría que toda iluminación del ambiente desaparecía fugazmente. Claro, todos esos rumores habían sido desmentidos por los propios compañeros de su equipo del triatlón, quienes aseguraban que siempre era el burlón del grupo, alguien quien siempre sabía qué decir y que reía agudamente cada que podía, la persona más generosa, alegre y brillante que el equipo pudo haber tenido.

Miraba su teléfono celular un poco desconcertado y cansado, sabía perfectamente que se acercaba la hora de alistarse para ir al colegio y que no durmió absolutamente nada, había visto videos absurdos toda la noche ya que la maldita parálisis de sueño le dio justamente una hora después de haber ido a la cama, estaba jodido y lo sabía pero no importaba tanto, ya se había acostumbrado desde los doce a esas etapas desagradables.

Probablemente mirar videos era mejor que perturbarse y decirle a su padre para medicarlo, odiaba las medicaciones y estaba harto.

—Hoseok, levántate ya— una figura desgarbada con una voz grave se hacían presentes en la puerta de su habitación...—tenemos que irnos y es tarde, por favor levántate—.

—Estoy levantado— dijo sarcástico, sentándose en su cama, mirando con exasperación y de manera somnolienta a su padre.

—Vamos chico, es el primer día y tienes que dar una buena impresión, sobre todo que es el último año y es el más importante— dijo cansado, tomando la perilla de la puerta y dándole una última mirada en advertencia— hijo, tienes que ser más responsable, recuerda que lo hablamos—.

Hoseok en respuesta le viró los ojos y se quitó sus mantas de encima, estirándose de la manera más tranquila y somnolienta posible, aventando su celular al otro extremo de la cama y éste cayendo al suelo sin suerte.

—Mierda...— murmuró. —Tiene que ser una maldita broma—se agachó a recoger el teléfono, echó una pequeña mirada debajo de su cama y logró bizmar el aparato, estirando su brazo para así alcanzarlo, lo cual logró rápidamente con éxito ya que él portaba unas extremidades muy largas.

Justo en el momento en que tuvo el móvil en sus manos, éste vibró lo que hizo que diera un pequeño brinco alarmado.

—Dios, esta cosa un día me va a matar de un susto—.

Encendió la pantalla y en sus notificaciones se visualizaba un mensaje de su mejor amigo Jimin, otro estudiante estrella del instituto y por supuesto la mano derecha de Hoseok.

JM: Creo que te tengo malas noticias

Su rostró se frunció enseguida, trataba de recordar si había alguna situación que lo incluyera y hubiese salido mal, pero no lograba entender el qué o a qué se refería su amigo en ese mensaje, por lo que optó por contestar:

HS: ¿De qué hablas?

Buenos días a ti también, por cierto.

JM: Lo siento, es que la noticia es tan abrumadora y repentina que olvidé poner algo más que el aviso...

HS: ¿Qué sucede? No me digas que tiene que ver con el viaje a Washington.

JM: ¡No! Eso está todo bien🙂, es sobre la transferencia de un nuevo alumno al instituto...

—No puede ser—.

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