La belleza cuesta

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Saúl era un tipo que era realmente engreído, trataba mal a sus empleados cada vez que podía, siendo supervisor de un restaurante donde manoseaba a las chicas sin su consentimiento y estás guardaban silencio por miedo.

Aunque no lo parecía tenía poder, pedía a gritos un pequeño castigo pero nadie se lo daba.
El tipo tenía 3 hijas y 2 esposas al momento, así que todos temían más por las chicas que por él, no parecía correcto dejar a 3 nenas inocentes sin un padre tan patán.

Un día ya bastante enojado cansado de la situación de lo que pasaba. Decidí seguirlo por una semana entera, puesto que tomaba el autobús para ir a su casa, y no hacía mucho más, una vez examinado su rutina que era: autobús, casa, trabajo, algunas veces iba con sus hijas, otras veces con su otra esposa, era fácil descubrir que era un tipo aburrido, que no hacía mucho más y que realmente su físico importaba, lo que más cuidaba, su cabello y cuerpo eran todo para él, así que comencé con el plan.

Un viernes por la noche salió temprano del trabajo, iría con sus hijas pero ese día no las vería más.

Totalmente vestido de negro con un suéter negro, jeans negros y unos converse, llegue por detrás con un pañuelo bañado en cloroformo lo dormí como bella durmiente. Lo subí a mí camioneta sin levantar sospechas, aunque en el área estaba con unos cuantos peatones, y policías. Estaba intentando que pareciese un amigo borracho y cuando un policía o una persona pasaba demasiado cercas le decía

- Vez Saúl no debiste beber todo ese vodka.

Una vez ya estando en mi casa después de 1 larga hora de camino, lo lleve arrastrando hasta el sótano con algo de esfuerzo ya que era un tipo pesado, lo amarre de las muñecas con unas cintas de cuero, quitándole por completo la ropa, dejándolo colgado de estas haciendo que aguantará su propio peso.

Cuando despertó de su sueño profundo, estaba asustado, decidí quitarle la cinta de la boca y dejar que hablase.

Abrió los ojos como platos y se vio amarrado, una luz que tambaleaba y el piso de cemento, sus muñecas dolían y se observó ahí sin ropa.

- ¡Suéltame! ¿Quieres dinero? ¡Te lo doy! ¡Déjame ir por dios!

Mientras gritaba como perra, cogí una aguja y empecé a cocer sus labios, ponía expresión de dolor, e intentaba patear pero con dificultad, una vez ya silenciado por completo y con un poco de sangre saliendo.

Realmente parecía que le dolía al pasar el hilo pero no importa, él había hecho más daño, merecía más que eso en ese momento pero me gusta ir lento.

El primer día le puse unas pequeñas pesas de 6 kilos, colgando de sus miserables pezones mientras gritaba agonizante porque se le estaban casi cayendo, ya que le tuve que perforar el pezón para lograr el objetivo de la cadena.

Aunque no podía decir ni una palabra se notaba que estaba sufriendo, fue ahí cuando yo dije mi primera palabra a través del cubre bocas.

- ¿Recuerdas esas chicas inocentes a las cuales les tocabas los pechos, las mordias sin su consentimiento? Esto es el mismo dolor pero incrementado.
Reza porque no me enteré de más cosas porque lo vivirás.

Pasando ya dos días, decidí avanzar con mi tortura, le quite el sueño por completo, no lo dejaba dormir.

Coloque una pequeña llave que goteaba en su cabeza de agua fría, está tortura era usada en la antigüedad cuando querían que un prisionero confesara, pero las consecuencias eran que tuviese fobia al agua, o que ya no pudiese comer. Haciendo que se mantuviese despierto y estresado por cualquier cosa, él me miraba con una cara de misericordia mientras veía sus pezones colgar y de vez en cuando solía moverlos, para causar un poco más de dolor.

Diario de un asesino © Wattys 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora