11. Lengua atada

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[Obligatorio escuchar la canción]


—Levántate del suelo, tonta, te estás mojando —dijo una voz que yo conocía y me hizo levantar la mirada de las baldosas sucias y mojadas. Le regalé una sonrisa tonta al chico que me hacía suspirar todos los días y levanté un poco mis brazos, dejando que él me tomara.

Julian me llevó a la casa de manera gentil y me dejó en la pequeña galería, apareciendo luego con varias toallas. Me envolvió con la más grande y lo dejé hacer aquello a pesar de no tener sentido. Ya estaba mojada, eso iba a hacer desperdiciar una toalla más. No dije nada, me gustaba ser mimada por él. Me gustaba él también.

—Vino Laura —le expliqué y él asintió, como si lo supiera. Él lo sabía todo, por supuesto. No necesitaba contarle nada. Estaba presente, de un modo fantástico que yo no entendía para nada—. ¿Quieres opinar al respeto?

—No, yo no estoy aquí para eso —me explicó y resoplé sin entender la razón de sus palabras—. Te haré un té, cambiate y luego saldremos.

Estaba lloviendo como para salir, pero no objeté. No tenía ganas de seguir en contra del mundo. Pensé en desnudarme frente a él, aunque me arrepentí apenas la idea vino a mi cabeza. Tal vez lo mejor sería dejar de hacer tonterías varias y concentrarme un poco en mi persona.

Salí del baño sintiéndome peor que antes y me encontré con su mirar cuando aparecí en la cocina. Estaba cambiada, solo tenía en mi cabeza la toalla que usaba para que no me hiciera mal tener el pelo mojado. Lo miré sin saber que decirle o que hacer, porque estaba totalmente desanimada. No sabía que deseaba en ese momento y noté que Julian era consciente de eso.

—Luces terrible —me dijo con una sonrisa y yo le mostré mi dedo del medio, pero de todos modos me senté frente a la mesa. Me tomé el té que me prometió, que parecía ser de manzanilla y traté de analizar todo lo que había sucedido.

—Me siento perdida —confesé y luego quise hablar, pero sentí las lágrimas cayendo por mis mejillas—. Y no dejo de llorar un maldito segundo.

Julian se rio y negó con la cabeza mientras se ponía de pie, extendiendome su mano. Por supuesto que quería tomarla, sin importar adonde me llevaba. Quería ir con él a cualquier lado, incluso cuando eso significaba el caos de mis poquitas neuronas.

—¿Puedo preguntar adónde vamos?

—No, perdería la magia, Rowling.

Me reí mientras salíamos de mi casa y nos proponiamos caminar por todo Lincoln de la mano, al menos tenía sus buenas cosas tener un personaje de tu novela. Podía fingir que era mi novio y ser un poquito más feliz.



Cuando finalmente llegamos al lugar que Julian quería estaba anocheciendo y el frío de las noches de verano me invadió. Había llevado una campera, así que me metí en ellas mientras suspiraba al verme frente a mi colegio. Julian me había llevado ahí a pesar de no saber en donde quedaba. Ahí había empezado la magia, ahí había empezado mi vida. Le regalé una sonrisa al lugar que odiaba con toda mi vida, del cual me había ido hacía varios años levantando las manos llena de felicidad. El recuerdo me golpeó, abrazaba a Laura y caminábamos felices, finalmente libres de la condena. No llegamos a ningún lado, ahí estaba de vuelta.

Una vez escuché que cuando un capítulo no se cierra, uno quiere reescribirlo mil veces. O eso leí que le decía una fan a Selena Gomez sobre su insistencia en volver con Justin Bieber. Que chica insistente. Ahí ya no había nada para ella, pero parecía querer volver a toda costa. Ahí no había nada para mi, pero volvía sin poder evitarlo. Julian era la demostración total.

El karma de Shirley [YA EN LIBRERIAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora