7: Burn

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Se había preguntado una y mil veces si debía ir hasta su casa. Sabía dónde era, ya había estado allí varias veces, sabía a qué horario podía entrar... pero en su mochila tenía veinte bolsitas selladas, cada una con medio litro de sangre de animales que había cazado en el bosque.

Y cuando quiso acordar estaba a no más de cincuenta metros de la casa de Jimin.

Que se joda Taehyung, nunca le hacía caso, ¿por qué debía hacerle caso ahora? ¿Porque era mayor que él? ¿Porque era más culto que él? Ni hablar. Él era dueño de su vida... o lo que fuera esto que tenía.

Si bien la ropa blanca le ayudaba a reflejar la luz de la gran estrella, lo hacía ver como una mancha blanca gigante. Con piernas. Y brazos. Y una sombrilla.

Sabía que se veía ridículo, pero podría sacarse la gabardina y los guantes en cuanto estuviera bajo el porche de la casa del chico, antes de tocar la puerta.

Jimin no tenía por qué saber nada, por ahora. En algún momento se lo diría, pues es imposible esconder algo tan evidente por mucho tiempo. Si en algún momento le preguntaba algo, se lo respondería, solo que aún no se sentía con confianza, ya que, después de todo, era lo que más odiaba de si mismo.

Al pensar en la situación de confesarle su naturaleza, no podía evitar sentir miedo: ¿qué horrores podría llegar a creer de él? Temía perderlo al momento de decirle, como siempre ocurría.

Los mortales no estaban preparados para lidiar con este tipo de cosas, lo sabía.

Y entonces se encontraba ya frente a la puerta de Jimin, debajo del porche. Era algo que ya se sentía natural después de tantas visitas, pero no podía evitar ponerse inquieto.

Aprovechó para cerrar la sombrilla y quitarse la gabardina, con cuidado de no sacar sus brazos de la sombra. Dobló el abrigo y lo guardó dentro de la mochila, cubriendo las bolsitas de sangre.

Jungkook, si pudiera, respiraría profundo en ese momento para tranquilizar sus nervios. De todas formas, se armó de valor y golpeó la puerta suavemente con su puño.

—¡Ya voy! —escuchó anunciar desde dentro. Los nervios se apoderaban de Jungkook.

Segundos más tarde, se encontró con Jimin frente a él: ese lindo chico castaño, sonriente e interesante que despertaba su curiosidad, que lo traía loco.

—Buenos días, Kookie —le saludó con con dulzura, acercándose al recién nombrado para dejar un casto beso en sus labios (como ya era costumbre).

—Hola, bonito —sonrió Jungkook—. ¿Puedo pasar?

—¡Claro! —dijo, haciéndose hacia un lado para que el más alto pudiera pasar— No sabía que vendrías hoy...

Al entrar a la casa sus ojos se dirigían a todas partes, observando todo. El lugar se veía acogedor, aunque bastante cargado de adornos... religiosos más que nada. Y cada vez que venía descubría uno que no había visto.

Dejó su mochila sobre el sofá.

Habían varios rosarios, pequeñas estatuillas, réplicas de cuadros... Recordaba incluso estar presente durante la creación de alguna de aquellas obras, como "La Última Cena", que estaba colgada sobre la estufa, al otro lado de la sala.

A su cabeza regresaban aquellos momentos junto a Leonardo, durante su juventud, a escondidas. Momentos lujuriosos, secretos, divertidos... Pero, más que nada, el vínculo de amistad que tuvieron durante sus últimos años de vida.

—Mi abuela es muy cristiana —dijo Jimin al notar la atención que ponía Jungkook en el cuadro—. Hasta a mí me abruma ver todo esto, y eso que se supone que ya estoy acostumbrado.

Tanofobia ☀ [KookMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora