2. Steve

456 41 14
                                    

11:33 AM

Steve Rogers pateó la última puerta y una nube de astillas cayó con un fuerte golpe. Otra habitación vacía.

Había estado buscando información sobre su paradero. Lo único que lo mantenía cuerdo era la esperanza de encontrarlo nuevamente.

Desde el momento en que Steve despertó se había sentido solo y miserable. Esta era lejana no tenía nada que ofrecerle. Claro, había reunido un nuevo equipo y todos lo admiraban; casi podía creer que tenía un propósito... Hasta que volvió a ver aquellos ojos en ese puente.


11:44 AM

Por favor... por favor. Murmuró en voz baja cuando el último archivo fue escaneado ópticamente y enviado a Natasha.

Nada.


11:45 AM

Esta semana, la búsqueda de Steve lo había llevado de Turquía a Sudáfrica y luego a Bangladesh una pista falsa tras otra. Había estado destruyendo las bases de Hydra restantes pero ahora, la falta acumulada de sueño y la angustia parecían insoportables incluso para él. Todos los archivos que había encontrado. Esas malditas sillas. ¡Los instrumentos de tortura y las jaulas! Bucky... ¡Su Bucky había estado allí! Solo y asustado. La idea lo enfermaba.

-Siéntate, hombre. Pareces a punto de desmayarte. -Una mano en su hombro lo ancló a la realidad nuevamente. Steve se giró, para ver los afectuosos ojos y la sonrisa tranquilizadora de Sam. -Lo encontraremos.

Steve devolvió la sonrisa y silenciosamente esperó que tuviera razón. Dios. ¿Qué habría hecho sin Sam? De repente, su comunicador emitió una luz verde. Un mensaje de la agente Hill.


11:50 AM

Los segundos pasaban agonizantemente lentos y ahora, Steve tenía ante sus ojos una carta del monstruo que había aterrorizado a Bucky. Ese bastardo enfermo que lo torturó y lo mantuvo como esclavo de Hydra durante años mientras simulaba ser su amigo.

Durante tres meses, el Capitán América había estado matando implacablemente a los agentes de Hydra y cada vez que golpeaba su escudo contra esos imbéciles, una pequeña y retorcida parte de él imaginaba que el crujido de cada cráneo pertenecía a Brock Rumlow.

Steve se había hecho amigo de él justo después de unirse a SHIELD y tardaron solo unas semanas en volverse cercanos. Rumlow no sólo era el miembro más experimentado del equipo de élite STRIKE; era un estratega legendario, cuyo liderazgo era indiscutible. El tipo podría derrotar a los miembros más duros de SHIELD, como Rollins o Carter en combate directo con una sola mano. Era un maestro francotirador, que también hablaba con fluidez nueve idiomas y sus habilidades con los cuchillos, el nunchaku y el bastón Bo no tenían paralelo. Además de eso, era siempre agradable y despreocupado. Su gran sonrisa contrastaba con la actitud sombría del Capitán América. Cuando abrió el mensaje, Steve recordó lo mucho que admiraba a Rumlow cuando lo conoció por primera vez. Le hizo sentir náuseas.

Steve recordó cómo Brock solía hablar con él sobre su pasado y su familia. Aparentemente, amaba las pizzas y sus antepasados ​​provenían de un pequeño pueblo cerca de Lecce. Al igual que la familia de Steve, Brock entendía la lucha de los inmigrantes. Le encantaba el arte y era un gran fan de los maestros del renacimiento. Además, el hombre era muy aficionado al boxeo y la natación. Naturalmente, se llevaron de maravilla.

Rumlow fue la primera persona con quien habló sobre Bucky. ¿Cómo pudo ser tan estúpido? Reprodujo mentalmente toda la escena y los cabellos de su nuca se erizaron: ambos habían estado riendo y pasándola bien en un pequeño bar. Recordó que aquella vez las palabras de Brock fueron amables y le dio unas palmaditas en el hombro cuando Steve comenzó a hablar, principalmente para sí mismo -Si tuviera la oportunidad de hacer algo diferente, no sería hundir el avión. Ese era mi deber, pero daría todo lo que tengo por estar en ese tren... Ese maldito tren. A veces desearía haber caído con él. Sin embargo, los ojos de Brock brillaron de un amarillo mortal cuando agregó con una expresión sombría -Estoy seguro. Nunca volveré a amar así, Brock ... ¡Dios! Si pudiera tocarlo una vez más. Si pudiera verlo de nuevo, jamás lo dejaría ir de mi lado.

97 MINUTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora