La Trinchera

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Despertó después de un largo viaje en tren, bajó junto a los cientos de hombres que al igual que él habían sido sacados de sus casas, granjas y trabajos para combatir en el frente.

Sonó un silbato y un hombre que por su aspecto resultó ser un oficial grito el nombre de su compañía:

-¡Compañía 23, acérquense aquí!– ordenando con el característico acento militar

Recordando el número de la compañía que le había sido asignado se acercó hacia el grupo que se congregaba alrededor de aquel hombre, vio las caras de sus compañeros que al igual que él no superaban los veinticinco años.

Después de unas palabras, emprendieron camino hacia un camión de carga fuera de la estación. Subieron ordenadamente mientras les eran entregados a cada uno de ellos un rifle y varias cargas de munición.

Sentados en silencio, se oyó el motor del vehículo e iniciaron el viaje con rumbo desconocido. Miraba el camino, había lodo por todos lados y una llovizna ligera parecía no parar, caída de un cielo totalmente nublado y gris. De pronto se oyó un zumbido que se hacía cada vez más fuerte, miró hacia el cielo y de entre la niebla brotó una de aquellas máquinas voladoras mensajeras de muerte.

Vio como del pico de aquella máquina expulsaba fuego y chispas, que para su sorpresa se dirigía a su transporte. Hipnotizado por aquella escena no oyó el ruido de la ametralladora ni el de las balas impactándose contra el metal del vehículo y sus pasajeros, lo único que lo hizo regresar a la realidad fue la  sangre que el compañero de su lado izquierdo arrojó sobre su cara. De pronto la voz del oficial gritó:

-¡Disparen, disparen maldita sea!- mientras apuntaba con un rifle.

Todos reaccionaron y cargaron sus rifles mientras veían como aquel avión daba vuelta para una segunda descarga sobre ellos.

Cargó lo más rápido que pudo su arma y apuntó al objetivo que regresaba a gran velocidad, sus manos temblaron, su mira se movía y sus dedos no lo obedecían para apretar el gatillo. Oyó detrás de él el sonido de una explosión seguida de otras consecutivas hasta ensordecer el ambiente.

El avión en dirección hacia ellos se volvió tan nítido que distinguió al piloto y su indumentaria: chamarra de piel, gorra, bufanda y anteojos protectores.

Para su sorpresa su dedo apretó el gatillo y una pequeña explosión salió del cañón del rifle, seguido del golpe de la culata en su hombro por acción del retroceso, sintió dolor, pero parecía tan lejano que no se detuvo. Aquel avión empezó a maniobrar erráticamente y a sacar humo negro de su motor, sobrevoló sobre ellos como un ave herida para terminar cayendo algunos cientos de metro más adelante mientras pedazos de madera y metal salían expedidos por los aires hasta quedar inmóvil.

-¡Médico, médico!- gritó alguien mientras más tropas se acercaban al vehículo.

Bajó de un salto, mientras camilleros bajaban a los heridos, sin dejar de mirar el sitio del impacto.

-Los que estén enteros síganme, iremos a la trinchera, está parece ser su bienvenida aunque aquél bastardo debió estar loco para traspasar nuestra línea y atacarnos.- dijo el oficial con un tono sarcástico.

Caminaron rumbo al impacto y pudo ver los restos de aquella máquina y de su piloto muerto prensado entre metales y placas de madera agujeradas por las balas. Le hizo recordar un cuento, donde caballero y  corcel atacaban y morían juntos en el campo de batalla. Pensó que irónicamente él estaba en uno en aquel instante.

Llegaron a una barrera de árboles que cruzaron entre lodo y raíces, la llovizna aún no paraba, vieron una entrada subterránea. Cruzando el umbral había una red de túneles bien interconectada, siguiendo al oficial llegaron hasta la trinchera más próxima al frente.

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