Prólogo

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Carla cerró la puerta de su departamento, el monoambiente de calle Bartolomé Mitre y Riobamba en el que vivía hace dos años y se desplomó en el sillón del living para recuperar fuerzas. "Se suponía que no iba a ser así", pensó para sus adentros, pero simplemente miró a su alrededor: había un poco de polvo sobre los muebles, había ropa seca lista para guardarse y sintió el olor de la cafetera, que había dejado lista esa misma tarde antes de irse.

Fue a la cocina y se sirvió una generosa taza. Añadió edulcorante y mientras daba un sorbo a la infusión comenzó a pensar en todas las ocasiones que se dijo a sí misma que su vida amorosa era un desastre, que debía cambiar pero aquello nunca sucedía. Es más, las cosas seguían exactamente como antes e incluso peor. 

Sin pensarlo, decidió recordar para responder a la pregunta: ¿siempre fui tan desastrosa? que no dejaba de hacerse a sí misma, sobretodo en el último tiempo, donde nada era seguro en aquel momento de su vida. Tomó su computadora, la conectó al cargador y se sentó con las piernas sobre el sillón y la espalda acomodada sobre el apoyabrazos. Dejó la taza en el suelo, suspiró y comenzó a escribir. 

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Este no es un compendio de historias felices, pero tampoco es algo triste y emo que te va a hacer llorar y pensar que la vida es maravillosa o una completa mierda. Son historias. Las mías y de las personas que más quiero (o quise), porque también forman parte de todo lo que aprendí en los últimos años.

Siempre me costó decir en voz alta mis pensamientos, las cosas que me pasan, las cosas que siento. Prefiero plasmarlas en un papel o, en este caso, en píxeles. Sin embargo, soy tan poco constante y tengo escasa autoestima por mis escritos, tanto que no suelo releerlos.

No estoy muy segura por qué se me ocurrió hacer esto: ¿por descargarme? ¿por contar todo sin sentir nada? ¿por contarlo y llorar sin sentir vergüenza? Quién sabe. Hoy en día, ni yo misma sé nada.

Quiero de antemano pedir disculpas a los chicos involucrados en estas historias. Nadie es el malo de la película y esta es simplemente mi visión de los hechos. Con esto quiero dar las esperanzas a quien sea que lea esto. O, mínimo, demostrar que la esperanza es lo único que se pierde.

Quiero dedicar este compendio, libro, o lo que sea que salga de este documento de Google Drive a los chicos que la inspiraron, a mis amigos de la universidad, a mi computadora por aguantarse tantas playlists deprimentes y chats dramáticos y un poco a mí misma... después de todo me aguanté todo esto, ¿no?

Se abre el telón.

Que empiecen las tragicomedias.

Enamorarse: a veces sale malWhere stories live. Discover now