#1

9.4K 614 197
                                    

"~El amor es una muestra mortal de la inmortalidad~"

Cuatro minutos habían pasado desde que su presencia había hecho su aparición, perdía tiempo parado en el mismo lugar sin mover tan solo un músculo. Aún cuando sentía como poco a poco la rigidez era más evidente, no le importó mucho. Tenía su atención centrada en otra cosa o más bien en alguien.

Su vista detallo con sumo cuidado y a grandes rasgos a la persona que se hallaba ligeramente unos metros más allá, aquella delgada y bajita figura captaba su atención una vez ingresaba en su rango de visión y sin duda alguna, era imposible de ignorar.

Sonrió, sonrió como solo unos cuantos podían hacerlo a esas alturas. Aquella sonrisa que se dejó ver era genuina, tan genuina como aquel sentimiento que había florecido en su pecho hacia tanto tiempo atrás.

Un suspiro enamorado broto desde lo más profundo de su garganta, sin poder evitarlo y al mismo tiempo, no queriendo hacerlo, aquello era apenas una pequeña muestra del amor que embriagaba todo su ser como si de una droga se tratase. Un amor cultivado a través de los días, meses, años. Tan cuidado que florecía más y más, tanto que sentía como se enredaba con ímpetu al rededor de su corazón cual enredadera que a cada día, se afianzaba a su anhelo.

Todos los días, sin falta alguna, se dedicaba a ocultarse entre los casilleros que apenas si le tapaban lo suficiente para únicamente observarle a lo lejos con temor a ser descubierto algún día de esos, observando y vigilando a la persona que más amaba en aquel mundo. Cuidando que su bienestar estuviera por sobre todo lo demás pues aquello era lo más importante para él.

Cada segundo que se la pasaba observándolo sabía que llamaba la atención de todos los que por allí lograban pasar y presenciar la escena, sin embargo, aquello era lo que menos podía importarle, aún si parecía un acosador el cual acechaba a su presa. Muchas personas le observaban el como él miraba a cierta persona, algunas tantas con anhelo de tener a alguien que suspirase como él lo hacía por su amor platónico. Y es que estar enamorado era algo tan único y hermoso que no había algo más que pudiese llenar por completo su felicidad que el simple hecho de amar a alguien.

Otros tantos le veían con miedo pues creían que él tenía un serio problema psicológico el cual era por demás necesario atender. La mayoría observaban con ternura como su mirada enamorada veía a la distancia al ser dueño de su corazón. Una cosa era amar con aquel fervor, con tanta pasión pero otra era que esa misma pasión fuese devuelta. Habían tantas cosas en el universo que podían darte una felicidad momentánea pero nunca una felicidad como aquella de ser amado.

Para Rusia, aquella persona que era dueña de sus indiscretas miradas y suspiros enamorados no era otro más que México, de quién había caído perdidamente enamorado cuando menos se lo esperaba y de quién menos los esperaba en su vida. Aquel sentimiento le había tomado desprevenido pues no esperaba comenzar a sentir algo por el más bajito, sin embargo no se arrepentía de ello. Jamás se arrepentiría de amar a alguien como le amaba, mucho menos del torbellino que se hacía presente cada que estaban juntos, el revoloteo de mariposas en su estómago, mariposas aleteando con fulgor y muchos menos el latir emocionado de su corazón.

México era todo lo que Rusia quería. Sus más grandes anhelos estaban a lado de aquel pequeño ser, cuya existencia era la principal razón de la suya, aquello en parte le asustaba pero a su vez le alegraba y no era más que gratificante para su dolido corazón. Sabia que el amar era hermoso pero a su vez doloroso, algo tan bello pero a su vez agresivo que dejaba un sabor agridulce en el paladar.

El Sabor De Tus Besos (Rusmex) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora