𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟭.

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⿻ : ⠀ 𝗠𝗔𝗗𝗠𝗔𝗫.

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          ALLISON HARGROVE no era el tipo de chica que se podía encontrar en un Arcade, jamás había llevado sus intereses a los videojuegos. Cuando era más pequeña, y su madre aún vivía con ella, su pasatiempo favorito era esperar a que su hermano saliese del agua del mar.

Pero, desde que habían dejado de ser dos hermanos y se habían convertido en tres, su nueva afición —— no tan gustosa para ella —— se había convertido en esperar fuera de los Arcades a la pequeña pelirroja que se había convertido en su hermanastra.

Max llevaba ya doce minutos de retraso. Doce minutos en los que Allison había dedicado su tiempo a fumar cigarrillos apoyada en el coche de los hermanos Hargrove. En aquel plazo, ocho personas habían pasado justo por delante de la chica nueva de la ciudad, negándose a apartar o disimular sus miradas.

La novena persona que tomó aquel gesto como propio era un chico de pelo excéntrico pero, de alguna forma, atractivo. Con el tiempo corriendo y aquella mirada fija en ella, la rubia terminó por devolverle el juego al jugador. Sus azulados orbes fijos en los oscuros ajenos permitían al moreno ver cada mínimo gesto de la blonda. Esta, comida por el aburrimiento y la impaciencia, esbozó una enigmática sonrisa dedicada únicamente a su espectador; antes de tirar su cigarrillo al suelo y pisarlo mientras seguía observando al dueño de aquella insistente mirada.

Finalmente la muchacha se había decidido por entrar a buscar a la pequeña pelirroja al establecimiento, pasando justo al lado del desconocido mientras sus mirada se mantenían irrompibles. La gracia inundó su menudo cuerpo cuando, a apenas un metro del chico, volvió a dedicarle una sonrisa que esta vez ganó una reacción.

Steve que, apoyado al lado de la puerta, no había podido evitar retirar su mirada de aquella forastera, giró sobre si mismo para comprobar que nadie tras el cristal era el remitente de la perlada sonrisa de la chica. Ella, completamente satisfecha por la reacción obtenida, finalmente retiró su mirada para entrar al Arcade.

Cierta parte de Allison pensaba que, si un chico como aquel estaba esperando en la puerta, dentro del lugar podría encontrar más varones de "esa" clase. Pero el único que no poseía la edad de su hermanastra era un trabajador.

Un trabajador en plena pubertad, con su rostro lleno de granos y sus dedos manchados de queso gracias al sazonamiento de la bolsa que en sus manos se encontraba. Pero más sorprendente era para él ver a una chica como ella entrar al lugar.

El muchacho, creyendo que la presencia ajena era obra de un error, poco tardó en acercarse para preguntar.

—— ¿Te has perdido?

La pregunta no logró más que acentuar la repulsión que el puberto emitía y, si ella hubiese sabido que pensamientos cruzaban la mente impropia, probablemente hubiese convertido su recelo en ira.

Cruzando los brazos sobre su pecho, la blonda frenó al escaso metro del contrario, alzando una de sus cejas en un gesto acusatorio.

—— ¿Qué te hace pensar que no haya entrado aquí por voluntad propia?

El muchacho habría tragado saliva, sintiéndose por primera vez intimidado, en vez de aburrido por la llegada de lo que él consideraba una chica hueca.

—— Es que tú eres . . .

—— ¿Increíble? Ya bueno, nada que ver con si me gustan o no los arcades.

Como respuesta, el chico se limitó a asentir sin articular palabra, permitiendo así que la molesta pasase por su lado como si jamás hubiese existido nadie ahí de pie.

Encontrar a Maxine era lo único que le interesaba a la mayor, básicamente porque su paciencia estaba llegando al tope. Entre videojuegos y máquinas, la cabellera pelirroja ocupaba su lugar en el Dig Dug. Allison acostumbraba a encontrarla en aquel específico juego y, a su vez, también acostumbraba a tener que arrastrar lejos del mismo a la pequeña.

—— ¡Max! Llevo afuera esperándote ya casi 20 minutos.

Sin darle ninguna importancia a las presencia de su nueva hermana, los dedos de la muchacha corrían por los controles con frustración.

— ¡Estoy a punto de vencer el record, espérate!

La pequeña pelirroja ni si quiera se dignó a mirar a su mayor, siguiendo con su proceso de atacar con convicción el juego y concentrándose como si su vida dependiese de aquello.

La rubia no podía hacer más que sentirse cada vez más exasperada. Pero ya conocía bastante bien a la muchacha y sabía que, si se pasaba las tardes jugando a aquello, era porque no quería regresar a casa con la nueva familia que se le había otorgado. Por ello fue que, dejando caer sus brazos con pesadez, trató de darle un último aviso tan comprensivo como fuese posible.

—— Max, venga, estoy cansada de la gente ya, quiero volver a casa y no puedo volver sin ti.

Entonces, durante un instante la menor apartó su mirada de la pantalla para observar la figura de la blonda, confirmando sus sospechas de que aquel era su último aviso para abandonar el juego. Max no pretendía dejarlo, pero aquel fugaz vistazo dio pie a una pantalla negra, donde se rezaban en rojo las palabras "GAME OVER".

En cuanto la Hargrove alcanzó a ver el aviso de la derrota, apretó el puente de su nariz mientras se disculpaba forzosamente con la más baja. Aunque esta no estaba demasiado molesta, pues el record que intentaba tumbar, no era ni más ni menos que el suyo propio.

Un pequeño salto llevó a la pequeña patinadora a alejarse de su querida máquina, acompañando sin mediar palabra a la rubia al coche.

Max muchas veces se sorprendía de comprobar como Billy dejaba en manos de su melliza el coche, creyendo de él un monstruo superficial e irascible. Y, ciertamente, si las hermanas estaban usando el Camaro era porque el varón no tenía lugar al que ir en aquella tarde.

Metida por completo en sus pensamientos, Allison no se fijó en que el chico que desconocía seguía en la puerta —— esta vez acompañado —— , hasta que los faros del vehículo alumbraron su rostro.

Casi como si fuese una película, frente a ella se encontraba la escena del chico rodeado por una manada de niños que reían y se fastidiaban mientras se apresuraban en entrar al Acade.

Con gracia, una nueva sonrisa surcó las rosadas comisuras de la blonda, esta vez imposible de ser vista por Steve. Él por su parte, no necesitó ver la sonrisa de la rubia para saber que estaba dentro del Camaro.

Dejado atrás por los más pequeños, Steve dirigió su mirada al asiento del conductor, imaginando que la muchacha estaría ahí —— seguramente sonriente —— . Esa vez fue en la que Allison, por primera vez en mucho, quedó congelada. Frente a ella, el moreno esbozaba una sonrisa tan radiante que parecía corresponder a las previas dibujadas por la fémina.

𝐏𝐋𝐀𝐘𝐄𝐑 - 𝖲𝖳𝖤𝖵𝖤 𝖧𝖠𝖱𝖱𝖨𝖭𝖦𝖳𝖮𝖭 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora