En el amor no hay limite

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Novela corta 

Noche. Noche encantada. Noche dolorosa. Noche insensata, mágicay loca. Y luego más noche. Noche que parece no acabar nunca. Noche que, sin embargo, a veces pasa demasiado rápido. Éstas son mis amigas, qué demonios... Fuertes. Son fuertes. Fuertes como Olas. Que no se detienen. El problema vendrá cuando unade nosotras se enamore de verdad de un hombre.—¡Eh, esperad que yo también me apunto!Niki las mira a una tras otra. Están en la via dei Giuochi Istmici.Han dejado abiertas las puertas de su diminuto Aixam y, con la música a tope, improvisan un desfile de moda.—¡Vale, ven!Olly camina con un contoneo exagerado por la calle. Volumen almáximo y gafas de sol oscuras muy fashion. Parece Paris Hilton. Unperro ladra a lo lejos. Llega Erica, gran organizadora. Trae cuatroCoronitas. Apoya las chapas en una barandilla y a puñetazos las hacesaltar una tras otra. Saca un limón de su mochila y lo corta en rodajas.—Eh, Erica, por si te pillan, ¿ese cuchillo mide menos de cuatrodedos...?Niki se ríe mientras la ayuda. Mete una rodaja de limón en cadaCoronita y ¡chin chin!, brindan entrechocando con fuerza las botellas y alzándolas a las estrellas. Luego sonríen con los ojos casi cerrados, soñando. Niki es la primera en beber. Respira profundamente y recupera el aliento. Mis amigas son fuertes, y se seca la boca. Es


bonito poder contar con ellas. Con la lengua lame una gota de sucerveza.—Chicas, sois guapísimas... ¿Sabéis qué? Necesito amor.—Necesitas un polvo, querrás decir.—No seas borde —interviene Diletta—, ha dicho amor.—Sí, amor —prosigue Niki—, ese misterio espléndido, desconocidopara ti...Olly se encoge de hombros.En efecto, piensa Niki, necesito amor. Pero tengo diecisiete años,dieciocho en mayo. Todavía estoy a tiempo...—Un momento, un momento, esperad que ahora me toca desfilara mí...Y Niki recorre resuelta la estrambótica acera-pasarela entre susamigas que silban, se ríen y se divierten con esa extraña y espléndidapantera blanca a la que, al menos hasta ahora, nadie ha golpeado todavía.—Cariño, ¿estás en casa? Perdona que no te haya avisado, perocreía que iba a volver mañana.Alessandro entra en su casa y mira alrededor. Ha regresado antesa propósito con deseo de ella, pero también con ganas de sorprenderla con otro. Hace ya demasiado tiempo que no hacen el amor. Y, a veces, cuando no hay sexo, ello no significa sino que hay otra persona.Alessandro camina por la casa, pero no encuentra a nadie, en realidad no encuentra nada. Dios mío, ¿acaso han entrado ladrones?Después ve una nota sobre la mesa. Su letra.«Para Alex. Te he dejado algo de comida en el frigo. He llamado alhotel para avisarte, pero me han dicho que ya te habías ido. Quizáquerías descubrirme. No. Lo siento. Por desgracia, no hay nada quedescubrir. Me he ido. Me he ido y basta. Por favor, no me busques, almenos por un tiempo. Gracias. Respeta mis decisiones del mismomodo que yo he respetado siempre las tuyas. Elena.»No, Alessandro deja la nota sobre la mesa, no han entrado los ladrones. Ha sido ella. Me ha robado la vida, el corazón. Ella dice que


siempre ha respetado mis decisiones, pero ¿qué decisiones? Deambula por la casa. Los armarios están vacíos. Conque decisiones, ¿eh?Si ni mi casa era mía.Alessandro ve que la lucecita del contestador automático parpadea. ¿Lo habrá pensado mejor? ¿Querrá regresar? Aprieta la teclaesperanzado.«Hola, ¿cómo estás? Hace tiempo que no das señales de vida. Esono está nada bien... ¿Por qué no venís Elena y tú a cenar una nochecon nosotros? ¡Nos encantaría! Llámame pronto, Adiós.»Alessandro borra el mensaje. También a mí me encantaría, mamá.Pero me temo que esta vez me tocará aguantar una de tus cenas solo. Yentonces me preguntarás: «Pero ¿cuándo os vais a casar Elena y tú, eh?¿A qué estáis esperando? Ya has visto lo hermoso que es, tus hermanasya tienen hijos. ¿Cuándo me vas a dar un nietecito tuyo?» Y es posibleque yo no sepa qué responderte. No seré capaz de decirte que Elena seha ido. Y entonces mentiré. Mentirle a mi madre. No, no está bien. Contreinta y seis años además, treinta y siete en junio... Eso está muy mal.Una hora antes.Stefano Mascagni es escrupuloso en casi todo, menos con su coche. El Audi A4 Station Wagon toma veloz la curva del final de la viadel Golf y enfila la via dei Giuochi Istmici. Un escrito dejado por alguien sobre el cristal trasero solicita: «Lávame. El culo de un elefanteestá más limpio que yo», y sobre el cristal lateral: «No, no me laves; estoy dejando crecer el musgo para el pesebre de Navidad.» En el restode la carrocería, apenas se ve el gris metalizado, de tanto polvo comola cubre. Una carpeta llena de folios resbala hacia delante y cae, desparramando su contenido sobre la alfombrilla del coche. Idénticasuerte corre una botella de plástico vacía, que se mete debajo delasiento y rueda peligrosamente cerca del pedal del embrague. Del cenicero rebosa una serie de envoltorios de caramelos que lo hacen parecer un arco iris. Menos romántico, sin embargo.De repente, un golpe seco procedente del portaequipajes. Malditasea, se ha roto, lo sabía. Mierda. Y encima no puedo ir a verla con el

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⏰ Last updated: Jul 20, 2019 ⏰

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