Capítulo 23.

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Diamantes oscuros.

Capítulo 23.

-¿Por qué?- pregunto, acercándome más para ver que tenía al menos un documento de treinta y cinco hojas, ¡y sólo del momento en que salí a hablar con Becca!

-Toda la información proporcionada no cuadra en ningún punto. Su padre dice que debía estar en casa, las criadas dicen que ella dijo que saldría. No tiene sentido.

-Debe haber alguna forma- Liam tomó rápidamente el teléfono cuando este sonó.

-Liam Payne- contestó-, no, no, no. No hay manera, Robert, ella debería estar en su maldita casa, no. ¡Pues habla con todo el maldito personal!- colgó.

-¿Qué pasa?- lo miré, esperando que mis preguntas no fueran demasiado en este momento.

-Robert creé que se escapó con Jessie Ade. Lo dudo, él ya declaró- rasca su cabeza-. Te llevaré al campus, seguro tienes cosas que hacer y no quiero molestarte.

Oh, la bendita escuela.

-No tengo mucho para hacer, podría simplemente terminar unos pendientes.

-Bien- sonrió-. Puedes hablarme en cuanto termines, o mañana, ¿de acuerdo?- jala mi silla y la voltea hacia él,  las ruedas chillan casi demostrando emoción.

-De acuerdo- sonrió y tomo sus hombros con ambas manos, intentando hacer un masaje, sentada justo frente a él-. Vamos a encontrarla, no sé qué demonios le pasó, pero sé que te preocupa, y ya encontraremos alguna manera- aprieto y él cierra los ojos-. Relájate, lo mejor es que vayas a comer algo, o a dormir un poco.

-Será mejor que te lleve, o de lo contrario no podré separarme de ti nunca- rio y yo casi lloro sangre de felicidad. Si tan sólo…

No hubiesen tocado la estúpida puerta.

-Adelante- habla Liam, reaccionando y separándose de mí.

-Buenas tardes- habla la secretaria y noto un disgusto en su mirada, al encontrarme sentada junto a Liam, yo la miro fijamente, intentando no lucir incómoda, pero tampoco siendo una perra- como ella-.

-Buenas noches, Lora, ¿qué necesitas?- Liam me mira con el ceño fruncido y yo casi me río.

-Es su tía Agatha, quiere hablarle sobre Ronan- le sonríe y Liam parece más duro que una piedra, me mira y se sonroja,  esta chica cree que estamos en algo.

-Bien, dile que no le llamaré de vuelta, que ya voy saliendo camino a casa.

-Sí, señor. Con su permiso.

-Propio- decimos ambos.

-Vuelves locas a las mujeres- suspiro dramáticamente y recargo mi cabeza en el asiento.

-Muy graciosa, me pareció que ambas iban a golpearse hasta que alguna muriera- ríe y sus hoyuelos encienden sus ojos.

-Eres guapísimo- ¡¿Qué?!

-No sé cómo puedes llamar a alguien “guapísimo”, cuando tienes el físico más espectacular que he conocido alguna vez- se levanta y separa mis piernas para colocarse justo en medio de ellas. Yo suspiro y mantengo el rostro recargado en la parte superior del asiento, puedo sentir su respiración y sus ojos expectantes.

-Bésame- suplico temblorosamente.

-No iba a pedirte permiso- Y choca sus suaves labios contra los míos, ganando una guerra de lenguas y manos. Mi corazón late y sé que estoy comenzando- si es que no ya lo estaba haciendo- a querer a este hombre castaño y duro.

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