El orgullo que corría por las venas de Atros se tradujo en un par de lágrimas que resbalaron por sus mejillas.
Todos los habitantes de Creta observaban con asombro la caravana que desfilaba el empedrado de la ciudad e incluso unos cuántos habían logrado reconocerlo, y eso le emocionaba aún más.
Al frente del ejército cabalgaba su nuevo general y, aunque era hijo del gran Nesto, el renombre que se había ganado Álex por sí mismo era suficiente para no verse opacado por ello. A su derecha le seguía de cerca Atros secándose las lágrimas que emanaban de sus ojos producto de la nostalgia que sentía por recorrer de nuevo las callejuelas que alguna vez fueron su campo de juego. Recordó cómo de pequeño fantaseaba con tantas cosas que hasta ahora ya había logrado. Estaba emocionado, temblaba y sentía unas ganas enormes de gritar, sin embargo, no se sentía capaz de demostrarlo. Y no porque no se lo permitieran, podía hacerlo si se le daba la gana, pero no creyó que fuese lo correcto expresar felicidad mientras se dirigían a una guerra en la cuál llevaban todas las de perder.
Al otro lado de Álex, cabizbajo y con un rostro sombrío, Phile avanzaba en línea recta sin prestar demasiada atención a lo que ocurría a su alrededor. Las largas filas de militantes que avanzaban detrás de ellos parecían estar aún más desanimados que él, y en su mente sólo cabía la idea de que se estaban dirigiendo a una muerte segura.
El ambiente se mantenía sombrío incluso luego de haber atravesado ya el portón enorme que daba con las afueras de Creta. Un enorme valle de unos cuantos kilómetros de expansión que limitaba con Egip serían el campo de batalla para lo que se avecinaba.
El sol estaba por posicionarse en su punto más alto, y ya el ejército Greco estaba ubicado dónde le correspondía. Un par de kilómetros al sur, tras los tres pilares, las filas militares que habían asistido del ejército Egipto estaban también en su lugar.
A medida que Álex, Atros y Phile se acercaban al centro del campo, el general vislumbraba difícilmente la ventaja numérica que poseía el ejército de la chica pelirroja que también se acercaba a su encuentro acompañada de sus dos pilares. Las Trinidades iban a encontrarse.
No pasó demasiado tiempo hasta que la Trinidad Greca y la Egipta pactaron en el mismo lugar. Álex observó con seriedad los ojos ámbar de Valedi que le miraban de una forma extraña. La chica, por su lado, no pudo obviar el apuesto semblante del general enemigo, y sentía que sus ojos oscuros la envolvían y acariciaban su cuerpo. Enma miró fijamente a Atros, a quién se le notaba que había estado llorando, aunque mantenía una actitud altiva. Rebuscó con su mirada entre la armadura del guerrero y no encontró ningún arma que le diera alguna información con respecto al estilo de combate del segundo pilar Greco. La incertidumbre era desconcertante. Phile, por su parte, miró con enojo a Farley y resopló. Era la actitud que Valedi se esperaba del chico a quién su hermano le negó un ascenso. Álex bajó de su caballo, y todos le siguieron. Dieron un paso al frente y el General se disponía a hablar.
- Mi nomb...
- Saltemos las cortesías.- Interrumpió Valedi.- Te superamos en número y los ánimos de tus hombres están por los suelos. Un torneo es tu única opción, y acepto.
Álex no se sorprendió, lo cuál desconcertó a Valedi, quién supo ocultarlo. Pensó que el apuesto general se sorprendería de su perspicacia o que por lo menos desconfiaría un poco al renunciar a su ventaja tan fácilmente. La apariencia seria e imperturbable del general Greco se estaba calando de manera profunda en su mente, y la idea de un combate contra él le excitaba.
- Perfecto, entonces. Enviaré a uno de mis hombres al Vatica...
- No hace falta, yo ya lo hice.- Interrumpió Valedi de nuevo, posando sus manos en sus anchas caderas.- La Santa Trinidad viene con nosotros. Parece que siempre estoy un paso delante de ti, ¿Eh?
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Corazón De Piedra
FantasiaSu misión no es buscar pelea. Su misión no es buscar problemas. Su misión es simplemente no morir. Pero... Qué difícil es hacerlo estando ya en el infierno, ¿Verdad?