parte única.

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❝ Mi cuerpo te está llamando, ¿puedes responder? ❞

No podía creer en cosas del destino porque no tenía tiempo para eso, sin embargo soñaba con tomar un vuelo y conocer lo más alto del cielo con sus manos a las nubes, sin tener que pedir permiso a nadie ni dar razones de su felicidad y él por si solo se encargaría.

Todo su cuerpo llamaba a gritos su beatitud sin tener idea que la luna que lo iluminaba desde ya mucho le estaba gritando a correr a sus brazos para que la tomara como suya de todas las maneras posibles, Na Jaemin estaba ciego.

Ciego de rencor, de todas las veces que tuvo que oír que no podía hacer todo lo que pasaba por su cabeza, de que la felicidad no existía y que el destino no era nada parecido como en los cuentos, todo lo que debía hacer lo tendría que formar con sus propias manos y velar la manera de que perdurara.

Sonaba en bucle la canción que lo motivaba a levantarse por las mañanas y soñar por las noches que era totalmente libre de las garras de la realidad, se había agarrado muy fuerte a su maravillosa fantasía que era lo único que lo mantenía vivo, aleteando por los pasillos de su desolada casa topandose con las paredes desgarradoras llenas de mentiras y lágrimas que le recordaban en lo miserable que se había convertido.

Pero las cosas del destino son graciosas, creas o no, a veces juega malas pasadas vestidas de buenas o viceversa, uno nunca debe subestimar a lo que sea en lo que no creamos, es parte de la vida y Jaemin no quería creer en Jeno.

No quería creer que existía, que cuando el sol salía tendría un mensaje suyo que decía que su café estaba listo y encontrarlo fuera de su apartamento con una sonrisa y sus ojos chiquitos, impecable, haciendo el combo perfecto, lo tenía todo para ser amado y eso mataba aún más sus esperanzas.

No quería aceptar que podía enamorarse de ese maravilloso ser, aceptar que al estar enamorado de él debía anclarse a sus pensamientos, manera de ser, de vivir, de pensar y que todo fuera mutuo. Jaemin se sentía un nadie, monótono era su segundo nombre; pero lo que más le aterraba era que Jeno lo amara demasiado que no pudiera corresponder a toda esa adoración que el mayor muchas veces le declaraba.

Por eso trataba de mantenerse alejado de todo lo que llevara su nombre, más por las noches se reprimía a llanto claro cuando miraba el reflejo de la luna, en sus sueños estaba Jeno, viajando con él a donde fuera que el viento los llevase, y se maldecía. No entendía muy bien lo que pasaba por su cabeza, en la oscuridad espesa lo extrañaba, lo deseaba, lo llamaba, pero en la luz reluciente se creía autosuficiente para tener el amor adecuado para nada más que él y al final del día se reprimía por ser un maldito egoísta, y volvía el miedo.

Es que, claramente no podía sostenerse a ese sueño que bien podía realizarse con solo sus esfuerzos, debía tener otro par de ojos para que le avisara lo que su dimensión no alcanzaba a presenciar, otro par de manos para que lo sostuviera en alguna recaída, otro par de piernas para ayudarlo a levantarse y correr a la meta aunque solo sea una visión, las risas del camino son el mejor recuerdo y volvía a creerse autárquico.

Jaemin no permitiría que los pensamientos de supeditación emocional hacia el mayor se hicieran presente a una nada de que su meta más anhelada sea cumplida, para nada apoyada pero sería ejecutada.

Por el contrario, Jeno nunca dejaba de brindarle su valimiento, no se cansaba de ser unas cuantas veces rechazado con sutileza y como es un poco ingenuo, tal vez se dio cuenta de unas menos a las verdaderas, y su timidez controlaba a su cuerpo cuando miraba al contrario, sabía muy bien todo lo que quería hacer, y estaba dispuesto a dar todo de sí mismo con tal de volver a ver esa sonrisa de luna que se mantenía apagada hasta nuevo aviso.

Marcó sus pasos hasta el ya muy conocido camino a la casa de Jaemin con un paquete muy pequeño en mano.

— Vete Jeno, no quiero tu lástima, yo puedo solo.

Mentiras, se escondía detrás de tantas máscaras porque la realidad le era difícil de manejar, y tanto como su sueño, su miedo se cumplió, tocó fondo, para cuando se arrepintió de echarlo de mala gana Jeno ya se había ido.

Y nuevamente con el paquete pagado con su propio dinero a su vida feliz lloró, se permitió hacerlo en su nombre, sabía que las intenciones de Jeno eran las más puras y había quebrado al frágil muñeco de vidrio que aceptó tomar vida para no dejarlo solo.

Ambos lo hacían, reclamandole al cielo de la injusticia que estaban viviendo y éste los reprimió con una gran tormenta, el cielo también lloró la ilicitud de ambos muchachos, era simple que tomaran sus cosas y se mantuvieran respirando, juntos.

Esa noche se dieron cuenta que el destino tomó partido al juntarlos y desearles lo mejor sin sus propios concentimientos y tomaron una decisión. La cabeza testaruda de Na en plena tristeza le hizo ver que era mejor irse lejos de Lee Jeno a hacer lo que debía, solo. Pero el corazón melancólico del rubio le dijo que perdonara sus arrebatos y lo buscara, para cuando llegó el menor ya se había ido.

Se culpó por una semana la partida de su amor platónico, llegó a pensar que era un error, que al despertar él mismo abriría la puerta antes de que diera los ligeros toques con el mismo ritmo de siempre, pero no fue así, trató de guardar silencio, de callar a su pena que lo estaba agobiando mientras volvía a acusarlo de un delito que no había cometido, si Jaemin decidió irse fue por su propia cuenta.

Pero no era su culpa tampoco, no había tenido amor en su vida y cuando lo encontró se aterró tanto que decidió irse dejando la cabeza de Jeno vuelta un martirio, y fue ahí donde marcó la diferencia del sueño y el pavor.

Después de darse cuenta que al tocar el cielo, sentir el aire fresco pegar en su cara y no lograr captar la felicidad que tantó buscó se maldijo en voz alta, a los cuatro vientos que lo acompañaron durante su estadía en el paraíso universal. Una parte de él le decía que lo llamara pero otra le decía que era totalmente patético, así que se tomó días más para dejar en claro consigo mismo cual era su definición de felicidad.

Jeno lo esperó con el mismo entusiasmo desde que conoció a Jaemin, aún a la distancia le rogaba a la luna que lo cuidara, que si era la misma que miraba, en el mismo tiempo, que le dijera que su presencia le hacía mucha falta, que le cantara con su bonita voz, que lo protegiera de todo fantasma de soledad y que le hiciera saber que lo amaba.

Y Jaemin lo sintió, pudo prescindir de la paranoia y se atrevió a decirle a luna que le devolviera los saludos a su hijo y que le recordara que el también lo amaba.

No esperó más y corrió hasta agotar su aliento donde su verdadera felicidad estaba, para su estupor lo encontró en la acera de su apartamento contándole a la luna que su sueño era abrazarlo por siempre y por incontable vez se deshizo en lágrimas cayendo sobre sus rodillas sobresaltando al contrario quien se aligeró para ayudarlo, sin pedir permiso lo tomó en sus brazos acunandolo mientras le cantaba una canción de cuna para su alma.

Na Jaemin le pidió perdón a Lee Jeno inconmensurables de veces y estas fueran correspondidas con sonrisas de amor.

— Tu única falta fue no haberte creído suficiente para mí, si yo me enamoré primero de tu tenacidad.

Muchas veces luego de ese reencuentro se llenaron de amor suficiente para sobrevivir y darse cuenta que a todos nos llega el momento de darnos a reconocer que merecemos más de lo que imaginamos.

— No puedo esperar a amarte cuando estemos solos.

Jaemin compartió su objetivo con Jeno, tocaron el cielo juntos.

— Cariño, deberías saber que no te dejaré ir.

Saltar en paracaídas, viajar en avionetas, volar cometas, hacer el amor por primera vez, fueron las maneras en las que Jaemin compartió su todo con Jeno.

HIGHWAY TO HEAVEN - ⁽ nomin ⁾Where stories live. Discover now