Menta y citricos.

419 37 6
                                    

Las nubes se acoplan entre .
Nubarrones oscuros que ocultan la luna.
Minutos de silencios.



El perfume intenso de duraznos y canela le producen un cosquilleo incómodo en la nariz, hace lo posible por olvidar ese detalle y concentrarse en lo importante, el brillo en los ojos de su invitado.
Mirada que proclama atención, piden por contacto, que se lleve a cabo el objetivo del encuentro.

Pero John no puede, el perfume inunda la habitación, se impregna con incomodidad a su piel, a su ropa y a sus recuerdos, el dulzor deshace toda intención que John planea hacer.

Se despide con la promesa vacía de volver a contactarlo.
Yuta queda sentado con la decepción reluciente en su rostro, acaricia con anhelo su cuello y mantiene la esperanza de cumplir sus fantasías por mas que el hombre perfecto para aquello se le escapa de la cama.




Para muchos las noches de verano deben ser lo más cercano a vivir en el infierno.
John ríe cada vez que lo escucha.

Camina con calma por las calles, barrios calmos.
Algunos restaurantes familiares mantienen las puertas abiertas, algunas personas charlando en las veredas, hay tranquilidad que se transmite.
Eso se va perdiendo a medida que John avanza y se adentra a la ciudad en sí, las casas bajas, casas tradicionales se ven reemplazadas por edificios, departamentos, oficinas, John cambia el semblante relajando por el que mejor se adecua a la zona, uno que refleje lo que todos intentan aparentar, y para eso se necesita ser narcisista, y es el mejor papel que John puede representar.

Las horas transcurren y Johnny se mantiene solitario, no tiene intenciones de precipitarse ante la primera cara bonita que se le quede viendo.
Intenta despejar el aroma a durazno.
Si Yuta tenía intenciones de que no lo olvide, logró su cometido.
Puede sentir en los diferentes perfumes que pasan por su lado un matiz de aquel dulzor y John está a nada de rendirse y volver a casa.

Mira al cielo para distraerse un poco, centrar su atención en algo y la luna resulta perfecta.
Esplendor y delicadeza, esas son las palabras que vienen a su mente cuando la ve.
Puede vislumbrar el paso del tiempo por la posición que va observando entre la luna y las ramas de los árboles, distraído y vuelto a la realidad en segundos.

Un escalofrío que invade todo su cuerpo, como si fuese un gato en alerta, en estado de ataque, tan súbito que lo desconcierta, no entiende muy bien, mira a las personas que pasan sin poder fijar quién lo provoca.

-Calma-.

Burbujas calientes explotan en su pecho.

Cabellera castaña, ojos castaños, pestañas negras y cortas, labios rojos un poco maltratados, puede imaginar como son mordidos.
Sigue recorriendo con la mirada al chico a unos metros suyo.

Se encuentra desconcertado, el estado de alerta no se desvanece por mas que se diga e intente convencer que el chico a su lado es inofensivo o que al menos, no representa peligro.

-¿Estás mejor? Estabas algo alterado-. Una voz suave y algo profunda, agua que cae con calma de una cascada.

John lo mira, intenta entender pero no encuentra nada.
-Si, simplemente se me hizo ver algo-.
No encuentra más que una sonrisa sincera y una mirada tranquila.
Como las noches en que el se encuentra mirando la luna sin compañía a las lejanías de la ciudad.

El silencio va y vuelve entre ellos, una caminata corta y cómoda, logra crear un aislante de lo que sucede por fuera, una calma que relaja el cuerpo de John, que provoca el olvido del estado de alerta.
Un sutil perfume a menta y cítricos puntillea su piel, pincha con delicadeza su cuerpo, adormece sus sentidos y eso lo espanta.

Menta y cítricos. JohnilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora