Capítulo 2

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Kristen y Vincent tuvieron que hacer esfuerzos para llegar a la entrada del edificio, estaba lleno de manifestantes que pedían que el edificio Müller se cerrase, que Katja Müller se marchase. Había personas de todas las razas, de todas las clases sociales, incluso de todas las edades, desde ancianos hasta niños, aunque era de suponer que los niños estaban allí por sus padres, que no entendían realmente quienes eran los Müller, por lo que no estaban manifestándose a sabiendas. A Kristen le había parecido ver a Walther entre la multitud, aunque había tanta gente que era difícil saber si realmente se trataba de él o de alguien que se le parecía. Los adultos y los ancianos se notaban que llevaban horas allí de pie, los copos de nieve empezaban a amontonarse en sus abrigos, en sus pies. La agente miró hacia el otro lado de la calle, hacia la cafetería de Nicky, seguramente esa manifestación le estaba beneficiando a su café, tantas horas allí de pie, alguien tendría que ir por café para paliar el frío, por lo menos aquella situación estaba resultando provechosa para alguien. Kristen tuvo que hacer grandes esfuerzos para recordar su cometido y no unirse a la multitud agrupada y gritar por su causa.

Al entrar en el edificio se notaba la majestuosidad con la que estaba hecho, no solo era impresionante por fuera, también por dentro, los empleados iban de un lado para otro sin que se crease un caos, si su cometido era pasar inadvertidos lo estaban consiguiendo. Desde detrás de una gran recepción, una joven se les acercó nada más les vio acercarse.

—Venimos a ver a la señorita Müller —dijo Vincent a la mujer que salió a recibirles en la puerta.

—¿Tienen cita? —preguntó la mujer que vestía con traje chaqueta y una falda perfectamente planchada.

—¿No podemos pasar sin cita? Qué pena —dijo Kristen con ironía—. Lo hemos intentado, pero si no necesita nuestra ayuda...

—Deje pasar a los agentes —se escuchó la voz de una mujer por el interfono.

—Inspectores... —susurró Kristen, acompañando de mala gana a la mujer que les guiaba hasta un gran despacho.

La mujer que les había acompañado se hizo a un lado esperando que los inspectores pasasen al despacho de su jefa. El despacho era enorme, Kristen estuvo segura que era más grande que todo su apartamento, los muebles eran modernos, había un sofá de cuero y varios sillones del mismo tejido, cuadros por las paredes de algún artista contemporáneo, pero el despacho no necesitaba cuadros que alegrasen la vista, ya que el fondo del despacho era una cristalera, un cristal que recorría toda la pared y por el cual se podía ver la mitad de Estocolmo, era una visión que era difícil dejar de admirar, pero justo en el centro de esa hermosa visión, estaba una mesa de escritorio de madera, lo único que tenía un aspecto más antiguo, pero para nada viejo, una mujer, sentada en el imponente despacho se levantó al verlos entrar.

—¿Esa no es la tía buena de esta mañana? —susurró Vincent cerca del oído de Kristen.

—No esta buena —dijo Kristen avergonzándose porque aquella mujer le hubiera hecho sentir una pizca de deseo esa misma mañana.

—Pasen agentes —dijo Katja Müller con una sonrisa—. Siéntense.

—Inspectores —le corrigió Kristen, Vincent hizo el amago de sentarse hasta que vio que su compañera no lo hacía y se quedó en pie.

—¿Tú eres la de esta mañana verdad? —preguntó Katja—. La chica del café, ya que no me dejó pagarle la tintorería permíteme que le sirva un café decente.

—No hemos venido a tomar café —dijo tajantemente Kristen—. Hemos venido a trabajar.

—Y por lo que parece es un trabajo que no le gusta —Katja se puso delante de Kristen, ambas mujeres se miraban, ambas a la defensiva—. Estoy segura que preferiría estar ahí fuera con los demás —Katja rompió el contacto visual para ir hacia la cristalera, desde allí se podía ver la plaza y a los manifestantes.

Víctimas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora