Era sábado a medio día, como cualquier día de invierno parisino, hacía frío y la niebla invadía el horizonte. Lisa estaba sentada enfrente de su escritorio mientras veía el fondo de pantalla de su computadora. Le gustaba admirar el panorama alpino que captó en la foto desde el mirador del restaurante en la montaña. Había tomado esa foto durante su primer viaje a Chamonix. El viaje fue a finales de febrero, de eso ya tenía once meses. La capital francesa de los deportes extremos de invierno fue el lugar donde se realizó una dinámica de integración laboral que su jefe había decidido hacer. La excursión duró cuatro días. El lunes por la mañana salieron en camión rumbo a la ciudad alpina y, en la mañana del jueves regresaron a la ciudad de la luz, París.
El equipo de trabajo de Lisa conoció al nuevo director el primer lunes de febrero, el mismo mes del viaje. El reciente jefe del departamento se llama Kai, es un señor noruego alto, delgado, de pelo negro y, como la mayoría de los escandinavos tiene la piel blanca y los ojos azules. La primera impresión que Lisa tuvo de él fue la de un hombre maduro de unos cincuenta y cinco años. Ahora ella sabe que tiene cincuenta, es divorciado y no tiene hijos. Antes de trabajar en el departamento donde labora Lisa, él lideró el trabajo de campo de un grupo de médicos encargados a ayudar a las mujeres y niñas africanas víctimas de algún abuso sexual. Debido a su experiencia, Kai obtuvo un cambio de área, esta vez logró la dirección de la sección encargada de crear políticas internacionales de ayuda médica y psicológica para mujeres y niñas víctimas de trata de personas en latinoamérica.
Lisa llevaba quince años trabajando en ese organismo no gubernamental de talla internacional. Ella llegó a Francia hace dieciséis años, su objetivo fue realizar una maestría en Políticas Internacionales. Uno de los requisitos que la escuela solicitó para obtener su diploma fue la realización de una estancia profesional de seis meses en la empresa u organización de su elección. Antes de terminar el primer semestre de su maestría consiguió que una pequeña organización francesa la aceptara. Aquel organismo se dedicaba ayudar a mujeres de países en vías de desarrollo que habían padecido algún tipo de violencia familiar. Gracias a esas prácticas pudo adquirir la experiencia necesaria para postular en el organismo gubernamental donde trabaja actualmente.
La mayoría de sus compañeros tenían más de cuatro años trabajando con ella en la misma área. En febrero, Kai se integró como director del equipo y para lograr un rápido acoplamiento en el nuevo entorno laboral decidió utilizar una parte del presupuesto asignado a la dirección en un viaje de integración que le permitiera conocer a todas las personas que iba a dirigir. Lo que el buscaba con ese viaje era facilitar su incorporación laboral. Kai disfrutaba del clima frío y le encantaba pasear en la nieve. No era la primear vez que iba a Chamonix, en Noruega era muy común viajar a ese lugar para esquiar. Tanto era su gusto por la región alpina que se había comprado un departamento en esa ciudad. Él sabía que la ciudad podía brindar un ambiente de tranquilidad y armonía para las dinámicas diseñadas. Una de las actividades fue admirar el Mont Blanc, el pico más alto de Europa con 4,810 metros de altura, desde el observatorio situado a 3,800 metros.
Lisa interrumpió sus pensamientos cuando escuchó que su teléfono celular sonó. Se levantó de prisa de la silla para ir a buscar su aparato telefónico a la cocina. La única persona que creía podía marcarle en ese momento era con quien cenaría en la noche, y eso la ponía nerviosa. Ella había dejado cargando su celular en la mesa que tenía en la cocina, lo desconectó de forma abrupta y respondió a la llamada sin verificar el nombre que aparecía en la pantalla. De forma jovial dijo por el auricular: "Aló". La voz masculina que escuchaba no era de la persona que ella esperaba, su emoción se desvaneció y respondió en un tono agresivo: "Flavio, ¡qué quieres! Ya te he dicho que no deseo volver a verte y no quiero que me llames", "Te hablo porque estoy en París, acabo de llegar a la estación de tren, estoy en la gare de Lyon y voy para tu casa, quería darte la sorpresa". Lisa no podía responder, realmente la había sorprendido. La voz de Flavio rompió con el silencio de la conversación telefónica. "Ey, Lisa, ¿no me digas que no te da gusto que tu novio venga a verte?", "Flavio, tú sabes que nuestra relación terminó hace medio año y que entre nosotros ya no hay nada", "Lisa, cariño, ¿no me digas que has olvidado los quince años que pasamos juntos?".
Lisa no sabía que responder. Los recuerdos de la relación con Flavio la hicieron revivir su miedo. Ellos se conocieron en Grenoble cuando ambos eran estudiantes. El carácter dominante de ese chico italiano le llamó la atención. Nunca imaginó que esa característica podría generar una relación problemática con un sin número de situaciones que había decidido no aceptar más. Mientras trataba de eliminar su sensación de angustia, escuchó que Flavio le decía: "Lisa, ¿entonces pasas a buscarme a la estación del metro en unos treinta minutos?". Lisa respiró profundamente y respondió: "Flavio, te repito, no quiero verte más en mi vida. A mi casa no entras más". Tan pronto terminó de pronunciar su frase, terminó con la llamada.
Lisa estaba nerviosa, sentía como todo su cuerpo temblaba. Sabía de lo que era capaz Flavio, no quería estar en su departamento, tenía que irse antes de que él llegara. Así que desbloqueó su teléfono celular y marcó un número. Faltaban siete horas para su cita y estaba sumamente inquieta. No podía identificar si su miedo a Flavio era más fuerte que la emoción de recordar que estaba decidida a cambiar la forma como había vivido los últimos quince años. Después casi un año de dudas, miedos, angustias y, reflexiones por fin terminó con esa relación que solamente la desestabilizaba y en donde nunca fue valorada como persona. El recuerdo de las situaciones de violencia psicológica, física y sexual que aceptó con Flavio la ponían triste. Le dolía pensar todo lo que permitió en esa relación. Esta vez, Lisa decidió pensar en ella, y trabajar en su autoestima. Sabía que había un largo camino por andar pero una de las primeras cosas que quería hacer era permitirse tener una nueva relación sentimental. Durante ese periodo de transición, en donde las dudas y el miedo la invadieron, su jefe Kai le mostró que tenía interés en ella. Llevaba semanas compartiendo varios momentos a su lado, y ese día habían quedado de ir a cenar.
Continuará...
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El camino del cambio
Short StoryLisa es una mujer que después de estar en una relación conflictiva decide terminarla e iniciar un nuevo camino.