29. Forelsket

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Martes, 27 de marzo del 2018.

Sin estar muy segura de como había pasado, buscaba entre los pasillos de la tienda, una sudadera igual a la que Simón traía en sus manos. Él insistía en tener prendas iguales.

—Por cierto, creo que olvidé mencionar que ya acepté la invitación de mi tía para que vayamos a la finca, espero no te moleste.

—Para nada, ¿Cuando es? —inquirí aún buscando.

—Hoy.

Era muy poco tiempo para prepararme mentalmente, más que en este viaje la palabra 'familia' solía referirse a al menos 5 personas, y sabía que esta vez, cinco serían pocas, no estaba lista, pero tenía que estarlo.

—Me gusta la idea, ¿A qué hora? —inquirí tratando de lucir tranquila.

—Después de comer.

Mucho menos de lo que pensé.

Finalmente elegimos sudaderas iguales, cosa que resultó más complicado de lo que creí.

Esa me gusta.

—Que color tan apagado.

—Bueno, ¿Y esta?

—No hay en mi talla. ¿Qué hay de esa?

—No hay en la mía.

Así habíamos terminado por comer en un McDonalds, mientras daba un mordisco a mi hamburguesa cuestionaba a Simón.

—Esto no es colombiano, ¿Qué pasó ahí? Que yo recuerde mi guía se comprometió a hacer de este viaje lo más colombiano posible.

—Ir de compras con usted es más tardado de lo que imaginé, se nos pasó la hora de la comida, esto es lo mejor que encontramos que estuviese en nuestro camino.

—Simón Vargas, ¿Acaso insinúas que esto es mi culpa? —me llevé una mano al pecho dramatizando mientras que con la otra le apuntaba con una papita.

—¿Sabes que es peor aún? ¡Te negaste a pedir cajita feliz! Hubiéramos tenido postre gratis —dramatizó, luego ambos nos soltamos a reír.

—Gracias por ser tan buen compañero —solté viéndolo a los ojos, era de esa miradas en las que sientes haber entrado al alma de la otra persona, era increíble, reconfortante, se sentía bien.

—Te quiero.

—Contestaría 'yo más' o 'yo igual' pero siento que son las respuestas por default, me parece qué hay que arreglar eso —añadí volviendo a mi comida.

—Tienes razón.

—Siempre lo hago.

—Mentira. Elegiste una talla que no era la mía asegurando que si.

—¿Cómo se suponía que supiera? Además, solo erré por una talla.

Momentos más tarde, estábamos de regreso en la camioneta de Simón, esta vez dirigiéndonos a las afueras de la ciudad.

Me maquillaba hasta que Simón pasó sobre un bache provocando el movimiento de la camioneta.

—¡Oye! —reclamé. Volteó a verme con ahora una línea de rímel en todo mi párpado, soltó una pequeña risita.

—Quizá sea una señal, en mi opinión, no necesitas maquillaje, ya eres hermosa sin el.

—Conoceré al menos a diez personas de tu familia, tengo que verme decente, quizá cubrir una que otra imperfección.

—¿De que hablas? Si tú no tienes ninguna imperfección.

—De verdad que el amor es ciego —reímos.

Aprender A Quererte · NathmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora