• Capítulo 36 •

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Sarutobi Amaterasu.

Un día después de habernos presentado, Kurenai-sensei nos notificó vernos mañana para un examen. Pensaba que el examen del Kage bunshin no jutsu era el examen para ser ninja, pero no era así.

El sol iluminó todo mi cuarto. Talle mis ojos aún somnolienta, con pesadez me levanté de mi futón. Observé el reloj ubicado a mi lado posado sobre un mueble de roble; las cuatro de la mañana.

Di un último bostezo, estiré ambas manos. Rápidamente tomé un baño. Ayer, antes de regresar de la academia fui a una tienda a comprar ropa nueva, esta vez iría a misiones y tengo que usar ropa cómoda.

Había muchas opciones, pero ninguna llamaba mi atención. Todas eran muy provocativas para mí gusto.

Tarde varias horas en buscar un buen traje; consiste en unos shorts negros, una especie de malla pegada a mi cuerpo y brazos, unos guantes cafés sin dedos; a la altura de mis codos. Un tipo chaleco blanco, medias cafés a la altura de mis rodillas y mis sandalias. Cómo extra; una porta shurikens y una pequeña mochila con mi Ninjatō.

Peine mi loca cabellera, esta vez me la dejaría suelta, y como último toque; mi bandana ninja.

Peine mi loca cabellera, esta vez me la dejaría suelta, y como último toque; mi bandana ninja

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Baje de las escaleras que conducen a la sala. Papá estaba sentado en el kotatsu siempre fumando una pipa. Es igual que mi hermano Asuma, esos dos siempre andan fumando. Tal vez cuando cumpla los dieciocho años de edad, fume también.

—Buenos días padre— le saludé desde la cocina mientras sacaba del mueble una caja de cereal y del refrigerador; una caja de leche.

Solo hizo un quejido de asentimiento. A lo bajo suspiré —Un "buenos días hija" no me vendría mal— reclamé en mi mente. Papá a veces es muy frío conmigo.

Al servir mi cereal con leche en un plato de porcelana, me senté frente a mi padre. Me observaba fijamente como comía mi cereal, el humo de la pipa inundaba el cuarto con cada vez que succionaba de el. Algo que me incomoda mucho es que me observen, siento que no puedo hacer las cosas.

Termine mi cereal, lleve mi plato al lavado (después los lavaré) y antes de salir de casa para dirigirme al campo de entrenamiento para mí examen real, papá me llamó.

—Amaterasu, acércate. Quiero darte algo— con su mano hizo señas de que me acercará.

Me acerqué y de nuevo me senté en el kotatsu —¿Que es padre?— dije con prisa. Mi sensei dijo "nos vemos a las cinco de la mañana" y ya eran las cuatro cuarenta y nueve.

Debajo del kotatsu saco una manta enrollada con un moño rojo pegado, y me lo extendió —Ábrelo— sonrió con la pipa en su boca.

Mi interior se llenó de felicidad, no esperaba un regalo de su parte. Papá puede ser a veces frío, pero tiene un gran corazón. Con ánimos lo tomé, quite el moño y en la tabla del kotatsu lo extendí, ya que era algo pesado.

El silencio de un secreto | Uchiha MadaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora