Capítulo 3

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Dos días atrás había terminado de seleccionar y retocar levemente las fotos de la sesión de Ilia, o más bien había conseguido que su jefa dejara de dar por culo con que cambiara una u otra para que al final las definitivas fueran las que le enseñó inicialmente, Ulrik estaba seguro de que sólo lo hacía para putearle, para no reconocer cuán bueno era en su trabajo, que era el mejor fotógrafo que tenía y tratar de impedirle ver que podía aspirar a algo mucho mejor y requerir más dinero. En realidad era una táctica inútil porque él no era imbécil y era muy consciente de sus capacidades, si permanecía en esa marca de ropa era porque no había encontrado otra empresa más idónea para él, en ese estudio estaba cómodo y le gustaba su horario flexible.

Pese a que en el momento en que terminó con ese proyecto había querido ir a airearse, la bruja de su jefa le había salido con un nuevo reportaje que le había quitado otros dos días, por eso ese día ni se había molestado en llamar a Klaus por si le acompañaba a escalar al rocódromo y luego ir a sacar algunas fotos. Se detuvo en la copa de un haya que se balanceaba peligrosamente, con precaución sacó la cámara de la mochila a su espalda, se giró y esperó a que el Sol estuviera en la posición que quería, si su madre lo viera le daría un ataque, en cambio su padre estaría impaciente porque le enseñara las fotos que iba a conseguir. Su padre era ambientólogo y acompañándole cuando era pequeño había sido como había comenzado a aficionarse a la fotografía, lo cierto era que prefería el paisaje a las personas, pero por esa rama era más complicado ascender, además le daba igual a quién fotografiar, pero para el qué era mucho más exigente y caprichoso.

Realizó las fotos cuando los rayos del Sol llegaban oblicuos a la tierra, dando al cielo un tono rojizo y lo que para su fotografía era más importante, la tierra, los árboles cubiertos de nieve y el mar en la lejanía, perdiéndose en el horizonte.

Descendió con el viento comenzando a soplar, llegó a tierra firme y avanzó hacia la carretera corriendo aunque no tenía prisa, de milagro logró no tropezar. Llegó cerca de un claro y casi fue arrollado por un caballo marrón que pasó ante él al galope, a duras penas pudo mantener el equilibro para no caer de culo.

—Dios, lo siento. No me di cuent... ¿Ulrik? —La joven sobre el animal lo miró con sorpresa antes de desmontar y acercarse preocupada—. Lo siento, ¿estás bien?

—Si me echabas tanto de menos sólo tenías que llamar, no son formas de echárseme encima —bromeó restándole importancia tras el susto y la sorpresa por encontrarla.

—Idiota. —Ilia bufó dándole un suave golpe en el hombro y acarició el morro de su caballo—. ¿Qué estabas haciendo? —preguntó con curiosidad al ver la cámara y las cuerdas de escalar.

—Hacer fotos colgado en un haya por ahí, obviamente —contestó sonriendo indicando la dirección de la que venía.

—¿Has escalado un árbol? Estás loco —afirmó negando con la cabeza y riendo.

—Tiene una foto genial en esta época del año y no es para tanto —se excusó—. ¿Y tú, qué haces matando a correr al pobre chico por la nieve? —cuestionó acercándose al equino. Acarició su morro y con una sonrisa recordó que siempre llevaba terrones de azúcar cuando iba a escalar y le dio un par sonriendo con inocencia.

—Estábamos regresando al establo. Hacía tiempo que no podía salir y hoy hemos estado dando un largo paseo —contestó también sonriendo. Llevaba tiempo necesitando escapar del trabajo y de la ciudad y sus opciones habían sido salir a montar o ir a hacer snowboard, había preferido sacar a Oster—. Una carrera final viene bien para terminar de desestresarte. ¿Puedo ver las fotos?

—Tal vez —dijo sonriendo juguetón. Oster le dio con el morro como buscando más azúcar y él rio—. No creo que deba darte más de contrabando, chico.

Mi rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora