Un chico se encontraba en la biblioteca de la escuela, buscando el significado de cierta palabra, desesperado, buscó la sabiduría de los maestros. Sin embargo, ninguno lo sabía, todos decían lo mismo"está en otro idioma y no tiene traducción". Se acomodó los anteojos y se apresuró a salir de la escuela.
Dejó de buscar algo con que relacionarlo o su significado, se rindió.
...
El azabache que dormía pacificamente se despertó de golpe al oír el sonido de un objeto, que en su sueño le era muy familiar, no era su teléfono, ni su alarma. Era el timbre de su apartamento.
Se levantó despacio, tenía una leve idea de la persona que lo buscaba a esta hora de la mañana, caminó con calma, sabía que él no se iría aunque tardara mil horas.
Y justo como pensó, Eugeo, el chico rubio y de ojos esmeralda que tenía embobada a toda mujer de la Universidad, lo estaba esperando. Lo miró de pies a cabeza, el rubio sonrió, y el azabache volvió a cerrar la puerta.
—¡Kazuto! ¡No seas injusto! ¡Abre la puerta! —gritaba el rubio.
Un poco molesto, se dirigió de nuevo a la puerta, pero no abrió, se recostó en ella y desde allí le habló a su amigo.
—¿Qué es lo que quieres?
—Solo vengo a visitarte... ¡Lo juro! —esto último fue un grito. No era que el azabache lo odiara, él era su mejor amigo, pero odiaba los intentos del rubio por querer que él se relacionara con los demás.
—No quiero salir, Eugeo —respondió con un hilo de voz.
—No saldremos, solo dejame pasar —le suplicó. El azabache suspiró y abrió la puerta, el rubio entro y él volvió a cerrarla.
Como era manía del rubio, se dirigió a la cocina, hizó dos cafés y se sentó en la mesa, esperando a que el azabache terminara de ducharse y cambiarse. Para ese entonces, el café ya estaba tibio.
El azabache siguió con su rutina, cada domingo era igual, Eugeo siempre intentaba que conociera a alguna chica y que fuera feliz, conociendo el amor... Él nunca se enamoró, de nadie. Amor era una palabra desconocida para el azabache.
—¿Y entonces? —prosigió el rubio —¿Tomarás el café?
—La verdad es que si lo necesito —se sentó en una silla frente al rubio, se vistió como siempre, con colores oscuros y apagados.
—Debes dormir más... —le regañó —eres el mejor de la clase, no le veo el problema si duermes una noche completa, y no pocas horas, como acostumbras —bebió de su café.
—Sabes que no es el estudio, esta interfaz ayudará a Kayaba... Sobre todo a mi —murmuró el azabache con un dejo de tristeza.
—Kazu, Kazu —dijó el rubio con tono cantarin —te llevaré a conocer a alguien que de seguro te enamorará.
...
¿Ella? ¿Qué hacia allí? ¿Por qué? ¿El destino quería hacerlo sufrir? ¿Por qué justamente ella? Se repetía el azabache como un mantra en sus pensamientos. Su peor pesadilla estaba ahí, y no fue culpa de su amigo, eso era obvio, pero el destino se empeñaba en que a esa mujer la encontrara donde sea.
La pelinegra, Shino Asada, y la mejor amiga de esta, la castaña, Rika Shinozaki, no dejaban de verle. Era obvio, la pelinegra salio con él durante un tiempo, sí, nunca se enamoró, pero si había tenido novias.